Domingo, 5 de julio de 2015 | Hoy
Por Bruno Susani *
El FMI publicó, el 15 de junio de 2015, un estudio cuantitativo que pone en tela de juicio un aspecto de su doctrina. Los cálculos de un grupo de sus economistas muestran que en un centenar de países cuando el 20 por ciento de los más ricos aumenta su participación en el ingreso, el PIB disminuye el 8 por mil en cada uno de los cinco años subsiguientes. Por el contrario cuando el 20 por ciento que gana menos, incrementa su participación en el ingreso, entonces el PIB se incrementa durante el mismo período el 0,38 por ciento por año. La conclusión del estudio no deja lugar a la ambigüedad ya que incita a los dirigentes a disminuir las desigualdades del ingreso a favor de los pobres y de las capas medias.
La OCDE publicó el 28 de mayo de 2015 en París el informe In it together: Why Less Inequality Benefits Alls sobre 19 países miembros. Muestra que el aumento de la desigualdad entre 1985 y 2005 produjo una disminución del 4,7 por ciento del crecimiento potencial debido a la caída de los ingresos de los 40 por ciento de la población mas pobre y da cifras alarmantes ya que calcula que el 1 por ciento de la población mundial detenta el 50 por ciento del patrimonio global.
Las instituciones económicas mundiales sostenían que el “efecto derrame” era un paliativo a la pobreza puesto que el incremento de los ingresos de los más ricos, de una u otra manera terminaba por beneficiar, se derramaba, a los que ganan menos. Por lo cual el empobrecimiento de la mayoría y el enriquecimiento de un grupo reducido no tenía un impacto negativo en el crecimiento económico. El debate sobre la cuestión había sido en parte escamoteado por los economistas ortodoxos que sostenían que la eficacia económica indicaba que el enriquecimiento de unos pocos los llevaba a invertir y crear, por ende, puestos de trabajo lo cual beneficiaba a todos. Dicho de manera más brutal, la eficacia debía primar sobre la justicia social y, eventualmente, la moral ya que, como sabe ocurrir en la realidad el enriquecimiento en la mayor parte de los casos no es la recompensa a un trabajo o de un aporte especifico a la sociedad sino la resultante de una posición privilegiada para hacer negocios.
Los cálculos indicados no han cambiado para nada la doctrina del FMI que trata de imponer actualmente a Grecia una disminución de las jubilaciones, del salario mínimo y un recorte en el gasto para la salud como un remedio a la crisis que está devastando el país. Pero el estudio presenta la ventaja de mostrar que los objetivos que el FMI dice perseguir son contradictorios con las medidas que impone para lograrlos.
Thomas Piketty mostró en su libro El Capital en el Siglo XXI que la concentración del ingreso y del patrimonio no se ha traducido en un incremento de la riqueza creada. Postuló que la tasa de aumento del patrimonio de los capitalistas era inferior a la tasa de crecimiento de la riqueza producida: vale decir que el incremento de las ganancias de los capitalistas no se dedica plenamente a la inversión puesto que utilizan una parte de ellas en bienes y actividades de prestigio, esparcimiento.
En Argentina, aunque el cálculo del patrimonio de los ricos sea más difícil, las tendencias son muy claras. En el período que va de 1976 al 2003 la inversión disminuyó en 1978, 1981, 1982, 1983, 1984, 1985, 1988, 1989, 1990, 1995, 1999, 2000, 2001 y 2002, períodos en los cuales aumentaron el desempleo la pobreza, y la indigencia. El trabajo aparecido en 2013 en The World Top Incomes Database de la Ecole Economique de Paris en el que trabajan Piketty, Sáez, Atkinson, Alvaredo y otros investigadores, estimaba que las 1040 familias más acaudaladas de la Argentina, entre las que se encuentran Pérez Companc, Rocca, Bulgheroni, De Narváez, Pescarmona, Eskenazi, Macri, Blaquier, Braun, recibían ingresos que representan el 2,5 por ciento del PIB (alrededor de 12.500 millones de dólares).
Los cálculos del FMI, de The World Top Incomes Database y de la OCDE respaldan las posiciones de los economistas keynesianos y heterodoxos que sostienen que las políticas económicas de austeridad, llamadas también de ajuste, que infligen sacrificios a los que tienen menos, no pueden ser el fundamento de una política de crecimiento económico.
Las descripciones sobre la concentración de la riqueza o los cálculos señalados que invalidan la “teoría del derrame” son importantes ya que permiten mostrar, retrospectivamente, que la praxis económica de los neoliberales conspira contra la creación de riqueza. Presentan sin embargo el inconveniente de no explicar porque esto es así ni, sobre todo, cual es la alternativa. Keynes explicó en el Libro III, Capítulo 8 de la Teoría general que los agentes económicos que ganan mucho gastan sólo una pequeña proporción de su ingreso en consumo y los menos ricos la totalidad de lo que ganan para satisfacer sus necesidades vitales y las de su familia.
Es fácil entender que quienes consumen una parte limitada de su ingreso solo invertirán sus ahorros (la diferencia entre el ingreso y el consumo) si piensan que esta inversión les permitirá obtener nuevos beneficios. Pero para que ello suceda los nuevos bienes producidos deben se vendidos y esto será tanto más fácil si existe una distribución equitativa del ingreso. Lo cual implica que una distribución más igualitaria es una condición del crecimiento económico en la medida en que los ingresos de los que venden solo pueden provenir de los gastos de los que compran.
Si la distribución del ingreso es muy desigual esto hará que la demanda en consumo sea más baja de lo que podría ser. Cuando la tasa de crecimiento es endeble la demanda tiende a estancarse. Esto se debe a que los que ganan más no gasten todo lo que ganan ya sea en consumo o en bienes de inversión porque ya poseen los bienes que necesitan y los otros no tienen ingresos para procurarse lo que les hace falta. Como puede verse no es un problema que se plantee en términos de justicia o de moral sino de eficacia. Una distribución muy desigual del ingreso es ineficaz para el crecimiento económico.
Frente a esto los economistas keynesianos, heterodoxos, afirman que es necesaria una política de incremento de la demanda. La solución estriba en aumentar el gasto del Estado proveyendo subsidios y ayudas e incentivando la inversión publica y las obras públicas creando puestos de trabajo, lo que aumentará el ingreso de quienes no tienen satisfechas las necesidades básicas.
Como dice Paul Krugman, quienes defienden la teoría neoliberal presentan la economía como una fábula moral en la cual la pobreza es una sanción a los actos económicamente irracionales. En el libro VI, capítulo 24, el último de la Teoría general, Keynes escribía irónicamente que “el crecimiento de la riqueza lejos de depender de la abstinencia de los sectores acaudalados, como se cree en general, corre el riesgo de impedirla”. Los cálculos señalados al principio muestran que la existencia de una distribución del ingreso que favorezca a los que ganan más induce a una demanda global menor, el ahorro será más importante, pero el crecimiento económico más lento.
* Doctor en Ciencias Económicas. Autor del libro El peronismo, de Perón a Kirchner, Editorial EdUNLa, mayo 2015.
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-Las instituciones económicas mundiales sostenían que el “efecto derrame” era un paliativo a la pobreza. Pero no fue así.
-Pese a ello, la doctrina del FMI que trata de imponer actualmente a Grecia insiste con el ajuste recesivo.
-Propone disminuir jubilaciones, el salario mínimo y recortar el gasto para la salud como un remedio a la crisis.
-Las políticas económicas de austeridad, llamadas también de ajuste, que infligen sacrificios a los que tienen menos, no pueden ser el fundamento de una política de crecimiento económico.
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