Domingo, 25 de marzo de 2007 | Hoy
INTERNACIONALES › LA CADENA STARBUCKS Y EL COLONIALISMO CAFETERO
Por Marcelo Zlotogwiazda
Starbucks es la cadena de cafeterías más importante del mundo. Dispone de 9400 locales en Estados Unidos y cerca de 4000 en otros países, donde vende múltiples variedades de café para llevar a domicilio y atiende a millones de personas que disfrutan de ese y otros productos en sus confortables instalaciones. En 2006 facturó 7900 millones de dólares. En Etiopía viven 70 millones de personas que generan un Producto Bruto de 6900 millones de dólares por año, es decir, inferior a la facturación de Starbucks. Con un ingreso per cápita anual que no llega a los 100 dólares (el de la Argentina ronda los 5000 dólares), es uno de los países más pobres del mundo. Y, en alguna medida, esa situación deriva de lo poco que el país recibe por el apetecido café que se vende en Starbucks.
Etiopía está intentando mejorar la porción que recibe por cada kilo de su café que se consume fuera del país, y de esa manera contribuir a aliviar en algo la situación de los 15 millones de habitantes que dependen directamente de ese cultivo. Está embarcada en una campaña para registrar legalmente la marca de sus tres principales variedades (Harar, Sidamo y Yirgacheffe), pero se encuentra con la férrea oposición de Starbucks.
De cada dólar que Starbucks embolsa por el café etíope, al productor africano le queda nada más que un 5 por ciento, según los cálculos más conservadores. Para The Wall Street Journal la expoliación es aún mayor. En un reciente artículo titulado “Una disputa con Etiopía daña la imagen de Starbucks: ¿colonialismo cafetero?”, se afirma que en una cooperativa productora de la variedad Sidamo reciben 1,5 dólar por un kilo que luego de procesado en Starbucks puede llegar a venderse a más de 50 dólares.
Para emparejar un poco esa lucha desigual que ya lleva casi un año, los etíopes han conquistado el apoyo de varias organizaciones no gubernamentales de peso, como CoopAmerica u Oxfam, que lanzaron una campaña para que Starbucks acepte el patentamiento del café etíope. Además de otras actividades que llevan realizadas, el pasado jueves Oxfam aprovechó la asamblea anual de accionistas de Starbucks en su sede de Seattle, en el estado de Washington, para presionar con avisos en los diarios, afiches en las calles y muestras de fotografías.
En una de las solicitadas justifican su apoyo a la pretensión etíope con un argumento esencialmente capitalista: “El derecho a la propiedad intelectual explica una porción importante del valor total del comercio mundial, pero los países ricos y las grandes compañías capturan la mayor parte de ese valor. Etiopía, el lugar de nacimiento del café y uno de los países más pobres del mundo, está intentando obtener lo que le corresponde y valorizar su producción, y por eso debe ser ayudada”.
Por el momento Starbucks se mantiene firme, y en lo que puede interpretarse como una estrategia para neutralizar cualquier deterioro en su imagen acaba de realizar una jugada que sacudió el negocio discográfico, un rubro al que se diversificaron hace no mucho en alianza con la empresa Concord Music. Desde hace un tiempo en las cafeterías de la cadena se venden producciones discográficas exclusivas con intérpretes de primer nivel como Ray Charles, Bob Dylan o Norah Jones. Y hace un par de semanas consiguieron nada menos que el pase de Paul McCartney, el ex beatle que a lo largo de toda su carrera fue un artista de EMI. Alguno tal vez recuerde que McCartney, lo mismo que John Lennon, se negó en 1971 a participar del benéfico Concierto para Bangladesh que organizó George Harrison.
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