Domingo, 18 de marzo de 2012 | Hoy
ENFOQUE
Lo que sucede con la macroeconomía de un pequeño país de la periferia europea, otrora cuna de la civilización occidental, no debería ser mayormente importante visto desde la Argentina. Sólo podría importar si afectase la evolución del sistema monetario y la economía de la Zona del Euro, caso en el que existiría algún impacto por el lado del comercio exterior, pero nunca para que los economistas locales pierdan su tiempo en los vericuetos de los manejos de cuentas públicas de un país lejano. Sin embargo, en tanto la historia es el único laboratorio para evaluar los resultados de las teorías económicas, la importancia de Grecia es superlativa.
La razón es conocida: desde hace algunos años, cuando se volvió evidente la inviabilidad del endeudamiento griego, economistas de todo el mundo y tendencias comenzaron a comparar los casos de Grecia y Argentina. Sucedió que ambos países tuvieron tipos de cambio que no reflejaron la productividad de sus economías y que, en consecuencia, aportaron a los déficit estructurales de sus cuentas públicas, situación que, mientras fue posible y bajo la tutela de los organismos financieros internacionales, se enmascaró con endeudamiento internacional. Luego, llegado el momento de enfrentar la situación y en un contexto de evidente crisis global de la ortodoxia económica, muchos analistas comenzaron a recomendar a Grecia una salida “a la Argentina”: abandonar el euro, cesar el pago de su deuda, inducir la recuperación de su economía real y, recién entonces, con la economía en marcha, buscar una reestructuración ordenada de sus pasivos. Quizás esta salida habría sido una posible solución para Grecia, pero un claro problema para Europa y su sistema monetario. En los últimos días, en cambio, se pudo observar un avance en el sentido contrario: se encontró una solución para Europa y se condenó a Grecia a una recesión interminable.
Lo notable es que visto desde Argentina, los mismos que vendieron el cierre de las oficinas del FMI en Buenos Aires como una mala noticia, ponderaron la “reestructuración ordenada” de Grecia y, además, la consideraron el punto de partida para que su economía salga de la crisis. La cuestión, entonces, es si puede considerarse exitosa la reestructuración griega, si ahora terminará pronto su recesión y si quedó demostrado que la salida argentina no era la única posible.
Para el lector local, avezado en canjes, la situación se puede comprender en pocas líneas.
El total de la deuda griega era de unos 350 mil millones de euros. El canje “voluntario” se realizó sobre la parte en manos de acreedores privados: 206 mil millones, de los que 177 mil millones estaban bajo jurisdicción griega y 29 mil bajo jurisdicción internacional. Se esperaba una adhesión al canje de al menos el 90 por ciento, pero existía un piso del 75 por ciento para la aplicación de las cláusulas de acción colectiva que imponen el acuerdo a todos los acreedores privados. Finalmente se logró una aceptación del 83,5 por ciento, que llegó al 85 por ciento para la deuda bajo jurisdicción local y al 69 por ciento para la que puede ser reclamada en juzgados extranjeros. Según reseñó el analista Josep Borrell, titular del Instituto Universitario Europeo de Florencia, quien consideró a la operación una “quiebra pactada”, se espera que una vez que se apliquen las cláusulas de acción colectiva la participación llegará a más del 95 por ciento, incluso más si se tiene en cuenta que, para los acreedores sometidos a jurisdicción internacional, el canje quedó abierto hasta el 23 de marzo.
En base a estas cifras se anunció que el canje significó una quita de 107 mil millones de euros.
A cambio de una obligación de valor nominal 100, los acreedores recibirán títulos por 46,5. Según lo informado hasta ahora, 15 puntos serán aportados por el FEEF (Fondo Europeo de Estabilización Financiera) y 31,5 por Grecia, los 53,5 restantes se perderán.
Según reseñó Estudio Bein en su último informe, la quita a valor presente es en realidad mayor y llega al 75 por ciento debido a plazos más largos y menores tasas de la nueva deuda.
Quienes pregonaron que Grecia debía descartar la “salida argentina” festejaron este “default controlado” que evitó la opción disruptiva. No faltará quien afirme que así también se evitó la caída de los ingresos de los trabajadores implícita en una devaluación. Pero la pregunta clave es en qué medida esta reestructuración aporta a la recuperación de la economía real.
Según el FMI, el déficit primario griego, antes de intereses, debería ser el 1 por ciento del PIB este año y llegar a un superávit del 4,5 por ciento en 2015. Este escenario se basa en lo que Borrell denomina “hipótesis heroicas”: una disminución del 17 por ciento del gasto público hacia 2014, estabilidad de los ingresos tributarios y la obtención de 50 mil millones de euros por privatizaciones. El Fondo agrega que si esto se consigue, el PIB crecerá al 4 por ciento anual a partir de 2015.
Estas previsiones no fueron muy exitosas en el pasado. La temible troika (FMI, Banco Central Europeo y la Comisión Europea) predijo que en 2011 la economía griega crecería el 1,1 por ciento, en cambio cayó el 6.
Como sabe Argentina, lo que importa en estos casos no son sólo las cifras puras de quita, sino la relación deuda/PIB y la carga relativa de los vencimientos. Si a partir de 2015 la economía griega creciese en torno del 2,5 por ciento anual, en 2020 se tendría una ratio deuda/PIB del 160 por ciento, la misma relación que en el presente. Es decir, después del esfuerzo de casi una década de sangre, sudor y lágrimas se habría llegado a la misma situación.
La sumatoria de la experiencia argentina hasta su default en diciembre de 2001 y la de Grecia hasta el presente permite algunas conclusiones. La principal es la más obvia: los ajustes fiscales en marcos de alto endeudamiento público y desempleo profundizan las recesiones y, en consecuencia, no permiten alcanzar las metas de reducción de déficit y, consecuentemente, de reducción del endeudamiento. La segunda, como destaca Estudio Bein, es que el caso griego es aún más grave porque allí es menos factible la salida “a la Argentina”: su nivel de deuda pública y privada triplica al existente en Argentina 2001 y sus déficit gemelos duplican a los de la Argentina de entonces. Por último: “la ventaja cambiaria que logró Argentina luego de la salida de la convertibilidad se vio potenciada por un fuerte shock positivo de términos del intercambio”, que crecieron casi 20 por ciento en 2002 y que acumulan más del 60 por ciento hasta el presente. Estudio Bein concluye que en el caso griego “resulta difícil esperar una dinámica semejante que impulse la contribución de las exportaciones netas al crecimiento del PIB en una economía que vive básicamente del turismo y el transporte marítimo”
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