Domingo, 30 de marzo de 2014 | Hoy
OPINIóN
Por Alfredo Serrano Mancilla *
Cuando los indicadores no indican nada es que la ciencia económica dominante está haciendo algo mal. Desde hace años, la teoría económica neoclásica impuso su hegemonía con un enfoque viciado basado en lo cuantitativo. Todo problema económico y social podría ser modelizado matemáticamente, asumiendo cualquier tipo de hipótesis por muy alejada que ésta fuera de la realidad que se pretendía estudiar. Por aquel entonces, la mecánica newtoniana tuvo su efecto sobre esta corriente económica, logrando que el todo siempre fuera la suma de las partes. La visión compartimentada siempre se imponía al análisis integral. Si se presentaba cualquier dificultad, propia de las sociedades complejas, cualquier heterogeneidad se sustituiría por una forzosa homogeneización. La economía del simplismo absurdo instrumental es la preferida para esconder los verdaderos deseos de la política. Esa ciencia económica es todavía la utilizada preferentemente por el establishment dominante para hacer apología política disfrazándola con estudio técnico a partir de indicadores inverosímiles.
La creatividad de indicadores económicos ha sido prolífica en estos años en los que el neoliberalismo ha de justificar que la mano invisible del mercado es invisible, sin cara, sin nombres ni apellidos. Hasta hace poco, los índices macroeconómicos, siempre importantes pero insuficientes cuando son exclusivos, eran los únicos que copaban los titulares de las notas económicas; el Producto Bruto Interno (PBI) crece, el índice de precios al consumo (IPC) baja. Sin embargo, en estos nuevos tiempos posmodernos también para la economía, las páginas de economía de los diarios hegemónicos han sorprendido con todo tipo de índices paranormales:
a) índices de confianza al consumidor reproducidos mensualmente por una de las organizaciones de investigación empresarial más importante del mundo, The Conference Board;
b) índice de libertad económica creado por la Fundación Heritage y The Wall Street Journal;
c) índice del sentimiento del consumidor de la Universidad de Michigan;
d) índice de facilidad para hacer negocio del Banco Mundial.
Estos sólo son parte de una muestra extensísima que ha logrado instalarse en los titulares de mucha prensa para que cualquier lector se trague cualquier conclusión grandilocuente sin saber cómo se ha cocinado su resultado.
La vida te da sorpresas, pero Clarín mucho más en el momento en que, sin ningún tipo de complejo, bautiza al buscador Google como el nuevo experto para ratificar el estancamiento de la economía en Argentina. A partir del desarrollo de una herramienta (Google Trends), que mide la cantidad de búsquedas del vocablo “cotización dólar”, se realiza un triple salto mortal sin red, para reflejar el comportamiento económico. En otras palabras, si aumenta las veces que se busca dicha expresión, la economía va peor. Así que, como en el caso argentino, el índice Google Trends para “cotización del dólar” pasó de 37 a 64 entre marzo de 2013 y 2014, entonces –“pienso luego existo”–, esto es, la economía argentina está empeorando.
Esto son los expertos en economía que no aciertan nada y explican aún menos, pero que siguen sentando cátedra y postulando dogmas para sus fanáticos, con el único fin de marcar agenda para que una minoría siga siendo la única que se beneficie de la política económica.
La propia Contraloría General de los Estados Unidos (GAO, por sus siglas en inglés) no se fía de estos técnicos que siguen perteneciendo a organismos tan influyentes como el FMI. De hecho, la propia oficina GAO llegó a decir que el FMI “no es un instrumento confiable para anticipar las crisis” porque sólo fue capaz de predecir el 11 por ciento de las recesiones ocurridas entre 1991 y 2001.
Para el caso del índice Google Trends, sólo bastaría con disponer de un software que provoque búsquedas automáticas continuas que digan “cotización dólar” para desmontar tan absurda forma de sacar grandes conclusiones. Y es que quien quiera hacernos creer que la economía no es política, está queriendo tomarnos el pelo.
* Doctor en Economía, Centro Estratégico Latinoamericano (Celag).
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