Sábado, 19 de marzo de 2005 | Hoy
El famoso astrónomo
y divulgador Carl Sagan siempre recordaba en sus charlas una peculiar encuesta
realizada en Estados Unidos a mediados de los ochenta según la cual el
50 por ciento de los adultos de ese país desconocía que la Tierra
girase alrededor del sol y que tardara un año en hacerlo; el 63 por ciento
ignoraba que los dinosaurios se extinguieron antes de la aparición del
hombre, y el 75 por ciento no sabía que los antibióticos sólo
matan a las bacterias y no a los virus. El dato, además de lágrimas
y espanto en los educadores norteamericanos, provoca una tremenda desilusión.
Y hay más de un porqué. Vivimos en una época en la que
estos tremendos bichos que vivieron más que nadie 180 millones
de años están prácticamente en todos lados: desde
películas (con varios errores, pero películas al fin), libros,
documentales, figuritas, juguetes. Y aun así, pocos son los que saben
que el dinosaurio favorito, el Tiranosaurio, por ejemplo, vivió sólo
un par de millones de años y fue sustituido por otros que a su vez evolucionaban
y morían, hasta que supuestamente un buen día de hace
65 millones de años un meteorito de 10 km de diámetro se topó
en su camino con nuestro planeta y la Era de los Reptiles llegó a su
fin.
Fue, como suele decirse, un final a medias, pues en realidad aunque se extinguieron,
los dinosaurios nunca se fueron. Permanecieron fosilizados en la memoria colectiva
para brotar en las preguntas más extrañas, como por ejemplo: ¿Cómo
tenían hijos? ¿Formaban familias? ¿Es cierto que todos
los días un ejército de dinosaurios sobrevuela la ciudad de Buenos
Aires? ¿Qué tienen en común un pollo al spiedo y los velocirraptores
de Jurassic Park? Algunos de estos interrogantes se plantearon el martes pasado
durante la primera reunión del ciclo 2005 del Café Científico
organizado por el Planetario Galileo Galilei. En su quinto año, el Café
volvió a La Casona del Teatro (Av. Corrientes 1979) con la dinámica
de los períodos anteriores: un encuentro gratuito informal de divulgación
científica para público de todas las edades.
En la jornada inaugural, cuyo título fue Paleontología:
los reyes de la Tierra - Vida y muerte de los dinosaurios, del más chiquito
al más bizarro, el paleontólogo Fernando Novas (investigador
del Conicet, jefe del laboratorio de Anatomía Comparada del Museo Argentino
de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y autor del libro Los dinosaurios
de la Argentina) asombró a todos los presentes con el relato más
profundo de todos: el de la historia de la vida.
En el próximo café, programado para el 19 de abril a las 18.30,
se hará un viaje a la otra punta en la escala de tamaños con el
tema Los virus: un ejército invisible - ¿Tienen algo en
común los virus biológicos y los virus informáticos?.
Gratis.
Cuestion de cartel
Fernando Novas: Yo vine con otro título: Un nuevo dinosaurio.
Los organizadores del Café le habían puesto Los reyes de
la Tierra. Con eso de los reyes podemos disentir, porque hay
varios reyes. En el fútbol está el rey Pelé (en esa escala,
Maradona sería Dios) y en una época se decía que el rey
de la música era Palito Ortega. (Risas.) No sé si a los dinosaurios
les alcanza el título de reyes del planeta. Nosotros, los
seres humanos, también podríamos coronarnos los reyes del
planeta. En el caso de los dinosaurios, podemos decir que fueron muy exitosos
y son los reyes del aire.Para empezar vamos a dirigirnos a la Patagonia, un
lugar asombroso para el descubrimiento de restos fósiles, particularmente
de dinosaurios. Allí, a lo largo de kilómetros y kilómetros,
asoma una gran cantidad de restos fósiles de dinosaurios que nos cuentan
magníficas historias de los principales capítulos de la evolución
de este grupo. En Brasil hay un montón de restos fósiles, pero
lo que sucede es que las rocas que poseen esos fósiles están cubiertas
por plantas. Entonces es muy difícil poder llegar a un lugar y tener
la suerte de ir caminando por ahí y descubrir huesos de antiguos dinosaurios
sin que muchas plantas nos estén impidiendo la observación. En
Buenos Aires está repleto de restos fósiles, pero no son de dinosaurios
sino de mamíferos que habitaron las pampas argentinas hace dos millones
de años. Hay parientes de las mulitas, y de los osos hormigueros actuales.
Con esto quiero decirles que toda la Argentina está llena de fósiles,
pero vamos a la Patagonia, porque es allí donde se descubren los restos
de dinosaurios.
En busca del eslabon
perdido
Fernando Novas (continúa): Viajemos ahora a la provincia de
Neuquén, en la esquina noroeste de la Patagonia. En esta región,
al oeste de Plaza Huincul, existe la Sierra del Portezuelo. Yo viajé
para allá en 1990, cuando no se sabía prácticamente nada
sobre la evolución de los dinosaurios carnívoros en todo el Hemisferio
Sur (América del Sur, India, Madagascar, Antártida, Australia
y otros sitios). El objetivo del viaje era encontrar restos fósiles de
dinosaurios que nos contaran historias nuevas, porque las historias que teníamos
de dinosaurios eran las contadas en libros norteamericanos e ingleses sobre
lo que pasó en el Hemisferio Norte.
Durante la expedición descubrimos restos fósiles de un dinosaurio
carnívoro pequeño, cuyos tamaño y aspecto eran similares
a los del ñandú. Lo bauticé con el nombre de Patagonykus
Puertai (que significa garra de la Patagonia), porque estos dinosaurios
tenían el bracito muy corto y un solo dedo el pulgar súper
desarrollado. La garra de la Patagonia resultó tener un pariente
en Asia, en Mongolia: el Mononykus (garra única). Lo que estábamos
descubriendo en la Sierra del Portezuelo era algo novedoso, una historia no
contada que modificaba todo lo que veníamos conociendo desde que los
primeros restos de dinosaurios fueran reportados por Florentino Ameghino en
1890. Al primer descubrimiento en la Sierra del Portezuelo luego se le sumó
otro que nos llenó de emoción. Estábamos trabajando con
Pablo Puerta (técnico del Museo Paleontológico Egidio Feruglio,
de Neuquén) y empezaron a aparecer unos huesos que no terminábamos
de identificar. Pablo estaba limpiando pacientemente las piezas con pincel y
otras herramientas, hasta que apareció una enorme garra de unos 40 centímetros
de longitud que resultó ser la garra de un nuevo dinosaurio carnívoro
que había merodeado por la Patagonia aproximadamente 80 millones de años
atrás, cuando la región no tenía la aridez que hoy tiene.
Era una Patagonia distinta, con ríos que no desembocaban en el Atlántico
sino en el Pacífico porque la Cordillera de los Andes aún no se
había elevado.
En ese tiempo los continentes se estaban separando, América del Sur se
alejaba de Africa y se formaba el Océano Atlántico. Al nuevo dinosaurio
le puse Megarraptor Namunhuaiquii, que remite a un nombre mapuche que significa
pie de lanza, porque en un primer momento supuse erróneamente
que la enorme garra era de la pata del animal, cuando en realidad era de la
mano. Era un gran rapaz carnívoro de unos 7 metros de largo. En esa misma
Sierra del Portezuelo, poco tiempo después, encontramos un tercer dinosaurio
carnívoro. Parecía como si esa zona fuera el restaurante de los
dinosaurios carnívoros, porque todos iban allí a comer. Este último
descubrimiento lo hicimos en 1996 y era parte del esqueleto de undinosaurio
nuevo al que llamé Unenlagia (que en mapuche significa ave), el eslabón
perdido entre los antiguos dinosaurios y los dinosaurios que viven hoy, que
todavía no voy a decir quiénes son.
Leonardo Moledo: Es maravilloso que un investigador traiga al Café
sus propios dinosaurios... No está hablando de unos dinosaurios cualesquiera,
sino de los suyos.
Fernando Novas: Bueno, hay gente que saca a pasear a los perros, yo saco
a pasear a los dinosaurios. Como la expedición la había financiado
la National Geographic y el trabajo luego se publicó en 1997 en la revista
Nature, la presentación del Unenlagia fue hecha en la sede de la Nacional
Geographic en Washington y tuvo una enorme repercusión porque llegábamos
de la Argentina no solamente para aportar el raptor gigante, no sólo
el Patagonykus extraño con parientes en Mongolia, sino que además
se sumaba el mitad-ave del norte de la Patagonia, el eslabón perdido
que nos explica cómo los dinosaurios se fueron transformando y dejaron
descendientes hasta la actualidad.
Esos dinosaurios carnívoros tenían que comer algo y por suerte
en ese entonces había una cantidad de bifes impresionante
como para que pudieran alimentarse. Se trataba de gigantescos animales como
los titanosaurios. El dinosaurio más grande del mundo fue descubierto
aquí en la Argentina, se llama Argentinosaurus y llegaba a medir 40 metros
de largo, o sea que los megarraptores, esos enormes dinosaurios carnívoros,
tenían a quien poder pegarle un mordisco. Pero no todos los dinosaurios
eran grandes, sino que existieron dinosaurios para todos los gustos: carnívoros
y herbívoros, gigantes y enanos. Uno de los herbívoros pequeños
es el Talenkahuen (cráneo pequeño), que lo encontramos en Santa
Cruz.
Sorpresa tras sorpresa
Fernando Novas (continúa): Otra de las sorpresas que hallamos
en la Sierra del Portezuelo fue el Neuquenraptor en 1996. Allí estábamos
con Pablo Puerta y encontramos primero el esqueleto de un dinosaurio herbívoro
que no nos interesaba. En plena tarea aparecieron huesitos negros, chiquitos,
de un dinosaurio carnívoro. Eran las garras de un dinosaurio chico del
tamaño de un ñandú. Este fue el gran descubrimiento, luego
de tres o cuatro días de trabajo. Apenas lo vimos nos dimos cuenta de
que era un gran descubrimiento, de que se trataba de un velocirraptor. El animal
tenía articulaciones muy especiales que permitían que el dedo
índice, con una garra curva y puntiaguda, pudiera moverse ampliamente
hacia arriba y abajo. El movimiento del dedo índice les permitía
abalanzarse sobre la presa, pegar una patada, rasguñar piel y músculos,
y hurgar entre las vísceras. Ya habían sido encontradas patas
así con enormes garras en el segundo dedo del pie en 1964
en Montana (Estados Unidos), suceso que revolucionó la historia de los
dinosaurios de ese momento. La existencia de una enorme garra es la que da el
nombre a estos dinosaurios, llamados deinonicosaurios. Deino significa
terrible, onicos es garra y saurio
significa reptil, es decir, dinosaurio con garras terribles. Hay
uno muy famoso gracias a la película Jurassic Park, que es el Velocirraptor
Mongoliensis. Acá nunca había sido descubierto un dinosaurio parecido,
incluso muchos paleontólogos afirmaban que en la Argentina no había
habido velocirraptores, sino que eran exclusivos de Norteamérica y Asia.
Pero el descubrimiento que hicimos en la Sierra del Portezuelo en 1996 vino
a contarnos otra historia que afirmaba que los parientes de los velocirraptores
también estuvieron en la Patagonia. El nombre final que le pusimos, junto
con Diego Pol, es Neuquenraptor Argentinus.
Leonardo Moledo: ¿Encontraron solamente esa pata o más cosas?
Fernando Novas: Desafortunadamente, encontramos sólo la pata y
otros huesitos, como la tibia y algo del fémur. Me hubiera encantado
encontrar todo el esqueleto.Leonardo Moledo: ¿Y con eso se puede
reconstruir todo el animal?
Fernando Novas: Con eso se puede reconstruir... la pata. Uno tiene la
fantasía de que sobre la base de un huesito se puede saber cómo
era todo un animal. Eso es un disparate, porque uno puede llegar a errores enormes.
Tampoco podemos saber qué color tenían estos animales. Si encontráramos
los esqueletos de un tigre y de un león, ¿a quién le ponemos
la melena? ¿A cuál le ponemos las rayas? Es imposible saberlo
si sólo se tienen los hueso y tampoco se pueden conocer detalles de su
conducta, como por ejemplo si ruge o grita.
Susana tenia razon
Fernando Novas (continúa): Los chinos están haciendo
unos descubrimientos espectaculares. Hay una provincia en China, llamada Liaoning,
donde hace aproximadamente 130 millones de años se produjo una gran erupción
volcánica, una gran cantidad de ceniza volcánica cayó en
una laguna y sepultó una gran cantidad de organismos; fue como la Pompeya
de los chinos. La ceniza cubrió muchísimos restos de dinosaurios.
Pero los chinos tuvieron la suerte de encontrar no sólo esqueletos perfectamente
conservados, sino también la impresión de la piel, en la que se
ven las plumas. Así se evidenciaba que había habido dinosaurios
carnívoros parecidos a nuestro Neuquenraptor, que tenían plumas.
El mapa de la evolución de los dinosaurios carnívoros de América
del Sur siguió luego completándose con los trabajos de otros paleontólogos
como Rodolfo Coria, quien descubrió el gigantosaurus.
La pregunta que siempre surge es ¿por qué se extinguieron los
dinosaurios? Se puede discutir mucho sobre el tema, pero sean cuáles
fueran las causas, hubo grupos de dinosaurios que llegaron a la actualidad.
Hay que tener en cuenta, como dijimos, que no todos los dinosaurios fueron gigantes
(existieron dinosaurios de bolsillo como el microrraptor). En segundo
lugar, los dinosaurios fueron los primeros animales en caminar en las patas
traseras, pero, a diferencia de los humanos que apoyamos la planta del
pie, los primeros dinosaurios caminaban en puntitas de pie, apoyaban sólo
los dedos del centro del pie. Actualmente todas las aves caminan en dos patas
y en puntas de pie. Otra característica en común es que tal
como ocurría con algunos dinosaurios las aves tienen plumas. Conclusión:
las aves son descendientes directos de los dinosaurios y, por lo tanto, merecen
tener el mismo nombre, de la misma manera que nosotros tenemos el mismo apellido
que nuestros padres por más diferentes que seamos de ellos. Las aves
son los dinosaurios que hoy viven con nosotros; la historia de los dinosaurios
todavía no terminó y por eso se puede decir que los dinosaurios
son hoy los reyes del aire. Es falso que los dinosaurios se hayan extinguido,
siguen viviendo entre nosotros en forma de aves. Hace algunos años, cuando
se enteró del hallazgo de un dinosaurio en la Argentina, Susana Giménez
preguntó: ¿Está vivo? Y tenía razón.
Los dinosaurios están vivos.
Marche un dino a la plancha
Fernando Novas (continúa): Si las aves son descendientes de
dinosaurios carnívoros y los dinosaurios son reptiles, entonces las aves
también son reptiles, por más raro que parezca. De todos modos,
no hay uniformidad de criterio al respecto.
Leonardo Moledo: Supongamos que esta teoría de que las aves descienden
de los dinosaurios sea correcta, ¿no es un poco excesivo llamar dinosaurios
a los gorriones? En ese caso, si uno va a Palermo y les tira miguitas, tendría
que decir hoy estuve alimentando dinosaurios. El matrimonio entre
un canario y un Tyranosaurus Rex es bastante improbable, por lo que me parece
que en última instancia se trata sólo de un problematerminológico.
Me imagino que en la vida diaria sería difícil de imponer esta
terminología.
Fernando Novas: Sí. Imaginate diciendo vieja, ¡sacá
el dinosaurio del horno que se está quemando!. Pero cada vez que
comemos un pollito al horno, estamos comiendo un delicioso dinosaurio.
Conocimientos, dinero
y... suerte
Leonardo Moledo: ¿Cómo es el día a día
de una expedición?
Fernando Novas: En primer lugar, cuando uno tiene que armar una expedición,
no es un asunto sencillo. Lo primero que hay que hacer es conseguir el dinero.
Si se quiere ir a buscar fósiles al río Luján, no hay problema
porque el gasto es mínimo. Pero cuando uno quiere llevarse a los mejores
técnicos y a los mejores buscadores de fósiles, tiene que salir
a procurar los fondos para poder pagar varios paquetes de arroz, varios paquetes
de fideos, varias latas de cerveza (siempre hay alguien a quien le gusta tomarla),
los sueldos, el transporte, la nafta, las carpas y otros gastos. Existen varias
instituciones a las que uno puede recurrir: la Agencia Nacional de Promoción
Científica y Técnica, el Conicet, la National Geographic. Cuando
tenemos los fondos vamos armando la expedición; después salimos
al campo con los vehículos, uno se instala, busca un lugar, arma el campamento
o, tal vez, se puede hacer un mangazo y usar las instalaciones de
la municipalidad local, como hicimos en la Sierra del Portezuelo. Una vez instalados,
hay que salir a buscar y no siempre uno se vuelve con un huesito debajo del
brazo, no siempre uno tiene éxito.
Leonardo Moledo: ¿Cómo se sale a buscar? ¿Uno va
por el campo a ver si encuentra algún dinosaurio?
Fernando Novas: Uno trata de recorrer las zonas en las que hay rocas que
asoman sobre la superficie. Cada vez que hay un corte en el terreno hay que
prestar atención. Si uno va al río Luján, se puede acercar
a las barrancas y ver el corte que el río hace en el terreno. No es que
uno agarra una pala y se pone a hacer un pozo. Con el sistema de ir y ver las
rocas de la superficie uno tiene altas probabilidades de encontrar fósiles.
De todas maneras, no sabe de antemano dónde va a aparecer el huesito.
Hay una combinación de trabajo y mucha suerte. Uno agarra la lomadita
por el lado equivocado y son días de aburrimiento, en cambio si tomamos
por donde estaban los restos fósiles hacemos una fiesta. Cuantas más
personas van, más se incrementan las chances de encontrar fósiles.
La familia unita ¿Hay algún
testimonio sobre cómo estaban organizados socialmente? |
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