futuro

Sábado, 14 de abril de 2007

MYLIFEBITS, EL PROYECTO INFORMATICO QUE PRETENDE RECORDAR ABSOLUTAMENTE TODO

No olvidarás

 Por Federico Kukso

Por su nombre, MyLifeBits podría ser cualquier cosa: un reluciente software para el criticado –y pesado– Windows Vista, un programa de MTV de su grilla nocturna o un nuevo combo hipercalórico de McDonald’s. Sin embargo, MyLifeBits –que comenzó como una idea tirada al aire durante una desarticulada conversación de café– es mucho más atractivo que todo eso junto. En realidad, se trata de un ampuloso proyecto informático de Microsoft que pretende rescatar todo lo posible del olvido: dirigido por el especialista en ciencias de la computación Gordon Bell, MyLifeBits (algo así como “fragmentos de mi vida”) se inclina a grabar y registrar todo lo que una persona hace, observa, escucha y lee en su vida de todos los días.

El conejillo de Indias del experimento en este caso es el propio Bell –un veterano de la revolución informática–, quien hace seis años decidió no olvidar. Y para lograr su objetivo de memoria total, cada vez que salta de la cama se encarga de abrochar nuevas prótesis a su cuerpo. Así, para grabar todo lo que ve se ata al cuello su “Sense-Cam”, algo así como una cámara de seguridad personal adosada al cuerpo cuyo sensor infrarrojo detecta el acercamiento de un objeto con cierta temperatura y lo fotografía a un ritmo de una imagen por minuto. En cambio, para registrar el audio de sus conversaciones o llamadas telefónicas se engrapa una diminuta grabadora al codo.

RECUERDOS DIGITALES

Exhaustivo como fastuoso, el experimento busca guardar absolutamente todo. Cada correo electrónico que envía o recibe, cada documento que tipea, cada chat en que se mete, cada conversación que tiene por Messenger, cada página web a la que entra, se guarda, se archiva, se clasifica en la nueva cibermemoria de Bell: un disco rígido. A esta altura el investigador de apellido telefónico puede decir que en seis años de MyLifeBits su vida se compone de 101 mil mails, 15 mil documentos de Word y PDF, 99 mil páginas web, 44 mil fotografías, 1300 videos y 5067 documentos de sonido.

El estado actual de la compresión de la información es tal que una vida de 65 años cabe en un terabyte (mil gigabytes o un millón de megabytes) a un ritmo diario de 100 e-mails (de 5kb cada uno), 100 páginas web (50 Kb cada una), 5 páginas escaneadas (100 Kb cada una), 1 libro cada diez días (1 Mb cada uno), 10 fotos por día (400 Kb JPG cada una), 8 horas diarias de sonido y 1 CD de 45 minutos cada diez días.

Así, MyLifeBits le saca el jugo al creciente poder de computación y de almacenaje de las nuevas computadoras que desembarcan en el mercado (en 1956 la producción de un gigabyte costaba 10 millones de dólares, mientras que el año pasado costaba un dólar). Si los cálculos no les fallan, los especialistas del Microsoft Research Lab estiman que a este ritmo dentro de un tiempo a una persona que llegue a los 83 años en promedio le bastará menos de un terabyte de memoria para archivar todas sus experiencias de vida en formato digital.

Mientras tanto, Bell está tan satisfecho con este acopio de información que cada vez que da una entrevista, además de declararse un enemigo del olvido, se despacha diciendo que es “la primera persona de la historia en vivir completamente sin papel”. Su obsesión es tal que cada día que pasa advierte un nuevo cambio en su personalidad y en sus gustos. Ocurre que, para este hombre de 75 años, lo que no se puede almacenar no existe: “Me niego por completo a poseer ningún libro en este momento; los consigo, los miro, a veces los leo. Pero luego los abandono porque no están en mi memoria. Para mí, casi han desaparecido”, se quejó una vez.

LA MEMORIA DEL MUNDO

El experimento de Bell en verdad se inserta en una serie mayor de proyectos conocidos como “lifelogging” o deseo de atesorar cada momento vivido, que se remonta a las investigaciones de Vannevar Bush que en 1945 publicó el ensayo “As We May Think”. Allí describía un dispositivo bautizado como “Memex” (diminutivo de “extensor de memoria”) para guardar en microfilm libros, expedientes y comunicaciones bajo un sistema mecanizado.

Otro antecedente más cercano de MyLifeBits es el ahora extinto “LifeLog”, proyecto pergeñado por la agencia gubernamental norteamericana Darpa (el alma mater de Internet), que pretendía acumular indiscriminadamente todo lo hecho y dicho en la vida cotidiana (desde las páginas web visitadas, el contenido de llamadas telefónicas y mails, libros y revistas leídos y la elección de canales de tv) para poder abstraer de todo eso preferencias y marcadores de intencionalidad en el público. Sin éxito ni gloria, fue cajoneado en 1994 por presiones de organizaciones defensoras de derechos civiles que veían en estos arremates infoabarcativos una intolerable invasión a la privacidad.

De una manera u otra, la idea rectora de MyLifeBits subyace en muchas de las ofertas informáticas de uso diario en Internet: blogs y fotologs dejaron de ser diarios íntimos catárticos para convertirse en vidrieras exhibidoras donde el usuario, además de decir “presente” (o “yo estuve ahí”), lleva registro de todos sus recorridos y actividades: desde pensamientos sueltos hechos bits a fotos de visitas a parques de diversiones, fiestas, viajes de egresados, etc. Ni hablar de sitios como YouTube, donde se suben miles de videos caseros por segundo o de la capacidad de las casillas de mails (como Gmail, de Google), que crece a tal velocidad que ya es muy raro borrar un correo electrónico. Ahora nada se desecha, todo se acumula.

Pero MyLifeBits no está ajena a los problemas y conflictos. Cada día que pasa a Bell le cuesta más hallar en esa maraña de datos acumulados el mail que ansía encontrar o la fotografía que desea ver y mostrar. Es más, Jim Gemell y Roger Lueder, ingenieros del proyecto, sospechan que MyLifeBits y los intentos de engañar a la memoria humana tal vez conduzcan a que en algún tiempo se vuelva completamente obsoleta. De hecho, Bell ya percibe cierta degradación de la habilidad de su cerebro para recordar con claridad nombres, fechas, direcciones y números de teléfono al dejar cotidianamente todo grabado en su gran almacén de datos o cerebro sustituto.

Pero a los investigadores de Microsoft eso mucho no les importa. “Las memorias digitales lo único que traerán son beneficios al informarnos cómo la gente piensa y siente”, comentaron. “Los científicos del futuro serán capaces de echar un vistazo a los procesos de pensamiento de sus predecesores y los historiadores podrán examinar el pasado con un grado de detalle sin precedentes”.

Y entonces, todo será recordado y ya no habrá más secretos ni olvido.

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