Sábado, 13 de marzo de 2010 | Hoy
ENERGIA ATOMICA EN LA ARGENTINA Y EL MUNDO
En el territorio nuclear la historia se mezcla con la leyenda. Más allá de epitafios mil y una vez escritos, la silenciosa pero extendida actividad nuclear argentina muestra signos como para esperanzarse. En un contexto internacional favorable, el objetivo estratégico planteado es el de aprovechar la capacidad tecnológica del país.
Por Ignacio Jawtuschenko
Las últimas noticias en el mundo nuclear hablan de un presente en expansión, sólo comparable al big bang de la época de oro de los años ’60. Esta vez sin Guerra Fría, de la mano de la lucha contra el cambio climático y habiéndose diluido el fantasma de Chernobyl –el accidente de 1986 que determinó en parte la caída del régimen soviético y el fin de la primavera nuclear– se recalienta el crecimiento de esta tecnología que hoy provee el 15 por ciento de la electricidad que se consume en el mundo. La generan los 440 reactores nucleares en funcionamiento con una potencia neta total instalada de 370.221 MW.
La distribución de la nucleoelectricidad no es equitativa. 31 países la usan. En 15 de estos países, la energía nuclear suministra más de un 25 por ciento de sus necesidades eléctricas. Los diez países con mayor capacidad de generación de electricidad de origen nuclear en 2008 fueron, en porcentajes: Francia (76), Lituania (73), Eslovaquia (56), Bélgica (54), Ucrania (47), Suecia (42), Eslovenia (42), Armenia (39), Suiza (39) y Hungría (37).
Estados Unidos es el país con más centrales nucleares: 104 en funcionamiento que producen el 20 por ciento de la electricidad del país. Francia tiene 59, Japón 54, Rusia 30, Reino Unido 23, Canadá 20, Corea del Sur 19, India 14.
La tecnología nuclear es sinónimo de desarrollo: mientras que 15 de los 27 estados en la Unión Europea tienen centrales en operación y el 35 por ciento de la energía que se produce es de origen nuclear, en Latinoamérica el panorama es el opuesto, sólo el 2,5 por ciento es nuclear. Sólo Argentina, Brasil y México tienen nucleoelectricidad.
Hasta no hace mucho el panorama era declinante, pero algo ha cambiado. Se valora la eficiencia económica, la no emisión de gases de efecto invernadero y la seguridad del suministro. En el gremio se habla a viva voz de un generalizado renacer nuclear. El tiempo dirá.
Según datos de la OIEA, el Organismo Internacional de Energía Atómica, que se encarga de regular la actividad, está programada de manera oficial la construcción de 200 nuevas centrales.
Somos una especie energívora. Por un lado se estima que 1600 millones de personas no tienen acceso a la electricidad y claman por ella de mil maneras distintas; por el otro, Europa importa más de la mitad de la energía que consume, es decir, las preocupaciones y motivaciones son diversas, pero en este mundo cruzado por fuertes desigualdades, los crecientes costos económicos y ambientales del petróleo y el gas –que se agotan– motivan esta vuelta al amor nuclear.
La mayoría de los países más avanzados, EE.UU., Francia, Japón –víctima de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, en el Génesis de lo nuclear–, Reino Unido y los emergentes China e India han optado recientemente por poner en marcha programas para construir nuevos reactores nucleares: 15 de estos países están construyendo 53 nuevas centrales, algo impensado hasta hace unos años. China tiene 16 centrales en construcción, Rusia 10, India y Corea 6, Japón, Ucrania, China y Taiwan dos cada uno. Estados Unidos espera tener 30 centrales nucleares más en diez años.
El mundo es cada vez más electrodependiente y más allá de este repunte del sector nuclear, todavía el 67 por ciento de la electricidad la generan las centrales térmicas, que transforman calor en electricidad quemando en su mayoría carbón, pero también gas y petróleo. En orden de importancia le siguen las hidráulicas. Por vía de las represas hidroeléctricas se genera el 17 por ciento del total. Sólo un uno por ciento de la electricidad es generada por las energías renovables como la eólica y la solar.
En la Argentina, la legendaria Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) cumple en mayo 60 años de trayectoria. Pionera, fue la institución que hace 53 años puso a funcionar el primer reactor de investigación, hace 43 años arrancó el primer reactor de potencia del país y hace 20 ha puesto en funcionamiento su industria de agua pesada. La CNEA intervino además como constructora o colaboradora en la construcción de 12 reactores de investigación, siete de ellos en el país y cinco en el exterior (dos en Perú uno en Argelia, Egipto y Australia) y junto a empresas como Invap y Dioxitek exporta alta tecnología.
El Plan Nuclear vigente desde 2006 parece haber dejado definitivamente atrás los años del apagón nuclear, y tiene como principales prioridades culminar con el prototipo del primer reactor argentino: el Carem 25, y el desarrollo del enriquecimiento y la minería del uranio.
A cargo de Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), 5200 personas trabajan en Lima, provincia de Buenos Aires, para terminar y encender la demorada Central Atucha II, que para la primera mitad del año 2011 aportará 700 MW de potencia al sistema energético. Paradójicamente Atucha I, la primera central de potencia latinoamericana que data de 1974, se construyó en tiempo record, y su hermana la vecina Atucha II fue en décadas pasadas un ejemplo de lo que no hay que hacer. Las obras se iniciaron en 1980, y la suya ha sido una historia de interrupciones, demoras, abandono y desde 2006, reconstrucción.
Por otra parte, la rendidora Central de Embalse, en Córdoba, va por su reencarnación. O como dicen los técnicos: su extensión de vida por 30 años más. Embalse es una central de tecnología Candu que ha batido records mundiales en eficiencia en la producción de energía eléctrica, con un factor de utilización que supera el 85 por ciento. Es decir que durante más del 85 por ciento de las horas anuales esta central ha estado entregando energía al sistema con un relativamente bajo costo variable de producción. Además produce un radioisótopo, el Cobalto 60 que coloca al país como cuarto proveedor mundial de este insumo para usos medicinales e industriales. Están previstos los trabajos de reemplazo del núcleo y demás, durante 18 meses –que podrían ser más–, entre 2011 y 2012. Según las autoridades de Energía para el segundo bicentenario en 2016 la Argentina debería contar con Atucha III.
Si bien la cuarta central nuclear argentina es todavía una central de papel y tinta, más que de hormigón armado, tubos y recipientes de presión, en noviembre la actividad nuclear ascendió a política de Estado a partir de una Ley Nuclear aprobada en el Congreso prácticamente por unanimidad. Según expresaron las autoridades de Energía en el Congreso, se trataría de una central de 1500 MW de potencia, seguramente con tecnología Candu, en base a agua pesada y uranio natural. Para el país, una vez más el desafío será pasar de un reactor de papel a uno en serio.
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