Sábado, 10 de abril de 2010 | Hoy
Por Martín Cagliani
Más de cien años le llevó al mundo científico aceptar la existencia de otra especie humana cuando se dieron a conocer los neandertales en el siglo XIX. Algo parecido ocurrió cuando en 2004 se mostraba al mundo otra especie humana totalmente diferente a la nuestra, diminuta como uno de los hobbit de El Señor de los Anillos. Se trata del Homo floresiensis, al que los científicos le negaban su estatus de especie un año atrás.
Por eso Johannes Krause, y su equipo del Max Planck Institute de antropología evolutiva en Leipzig, tuvieron mucha cautela de no decir que lo que descubrieron en Siberia era una nueva especie humana. El asunto es que cuando se estudia la historia evolutiva de nuestro género humano, los paleoantropólogos tienen que comportarse cual detectives que desentrañan un misterio.
En el verano de 2008 arqueólogos rusos descubrieron fragmentos de huesos en la cueva Denisova, ubicada al sur de Siberia en la falda de las montañas Altai. Los restos tienen entre 48 y 30 mil años de antigüedad, si bien la cueva fue habitada de forma intermitente durante 125 mil años. Este yacimiento era conocido desde antes por haber aportado herramientas de piedra catalogadas como pertenecientes al tipo cultural Musteriense. Esta modalidad de tallar las piedras ha sido asociada por lo general con los neanderthales, primeros sospechosos. Pero menuda sorpresa se llevaron cuando uno de esos trozos de hueso, una falange de dedo meñique, fue analizado genéticamente.
Bajo la tutela del famoso genetista Svante Pääbo se viene llevando a cabo desde hace varios años lo que se ha llamado el Proyecto Genoma Neandertal. Como su nombre lo dice, la idea es llegar a secuenciar el genoma completo de esta especie humana que vivió hasta hace unos 35 mil años y está tan emparentada con nosotros.
Parte de este proyecto era el intento, de Krause y algunos colegas, de extraer una muestra de ADN de ese dedo meñique siberiano para determinar si esos supuestos neanderthales eran muy diferentes a los descubiertos en Europa y Medio Oriente. Pero lo que descubrieron fue algo totalmente distinto.
Lograron extraer ADN mitocondrial y, luego de analizarlo, lo compararon con 54 muestras de humanos actuales, con una de Homo sapiens de tiempos paleolíticos, con seis muestras neandertales y dos de otros primates: una de bonobo y otra de chimpancé.
Los resultados arrojaron un linaje genético totalmente desconocido hasta la fecha. No es neandertal, no es Homo sapiens y sin duda no es un mono. Es un miembro de nuestro género humano, un pariente del que no teníamos noticias hasta la fecha.
Este linaje genético fue identificado analizando una muestra de ADN mitocondrial extraído del fósil. Es algo muy difícil de lograr, ya que se requiere de circunstancias excepcionales para que el ADN sobreviva en el fósil durante mucho tiempo.
El ADN se mantiene en los huesos de los seres vivos cuando mueren, pero con el paso del tiempo se va degradando, proceso que se acelera si los huesos están en zonas cálidas o de suelos ácidos.
Para analizar el genoma de un fósil se pueden extraer dos tipos de ADN, el mitocondrial y el nuclear. Para que se entienda la diferencia entre uno y otro baste decir que el ADNm tiene sólo 13 genes que se ocupan del transporte y el manejo de la energía que alimenta a nuestro cuerpo. El ADN nuclear es cientos de veces más grande que el mitocondrial y es el que tiene el código completo, que no se ocupa de una sola cosa, sino de todo el funcionamiento del cuerpo humano. Pero claro, el mitocondrial es más fácil de conseguir que el nuclear.
Ese trocito de dedo meñique tiene un ADNm que difiere mucho de los que se conocían hasta ahora. Para que se den una idea, si comparamos el ADNm de los neanderthales con el nuestro, encontraremos 202 diferencias. El fósil de Denisova, apodado Mujer X, tiene 385 diferencias con respecto a cualquiera de nosotros.
El misterio real comienza cuando los paleoantropólogos se hacen a la idea de que hace 40 mil años existía en Siberia un homínido de un linaje genético desconocido. Apenas a 100 kilómetros de la cueva de la Mujer X se descubrieron huesos que, claramente, pertenecían a neanderthales, así que se sabe que estaban por allí para la misma época.
Los Homo sapiens se originaron en Africa hace unos 200 mil años. Salieron de ella por primera vez 100 mil años atrás, pero sólo colonizaron la zona de Medio Oriente. Hace unos 60 mil años ya fueron saliendo en una migración que los llevaría a todo el mundo, como ya vimos en una nota anterior de Futuro. Fue un período corto en el que convivieron varios linajes genéticos diferentes e Siberia.
Pero hablar de linaje genético no es lo mismo que hablar de especie. Hacen falta más datos para poder asegurar que se trata de una especie nueva, como por ejemplo conseguir extraer ADN nuclear de esos mismos fósiles, algo que ya están intentando los mismos científicos.
Otra forma sería conseguir fósiles más completos, que permitan comparar la forma de los huesos. Pero por ahora sólo se puede especular con los datos que se tienen a la mano, así es que los paleoantropólogos se convierten en detectives.
Hace 40 mil años en Africa estaban los Homo sapiens, en Europa los neandertales, en Medio Oriente estas dos especies. Ambas pertenecen al género Homo, humanos. Se sabe que en Indonesia, en el Sudeste Asiático, vivía para esa época el Homo floresiensis, el hobbit de la isla de Flores. Pero todavía no se sabe a ciencia cierta a quién podríamos encontrar si recorriéramos Asia con una máquina del tiempo.
El Homo erectus, una especie humana más antigua partió de Africa, su cuna, por primera vez hace 1,8 millón de años. Hay evidencias de que al menos vivió en Asia hasta hace unos 100 mil años y hay algunos científicos chinos que dicen que se los puede encontrar allí incluso hasta la llegada de los Homo sapiens a la región.
Así que el primer sospechoso para ser identificado como la Mujer X es el Homo erectus. Podría ser que este linaje genético desconocido pertenezca a los descendientes de esta especie, si bien no hay fósiles completos que puedan probarlo. El problema es que analizando las diferencias genéticas entre el ADNm de la Mujer X, los neandertales, y nosotros, se puede deducir que el linaje X se separó del árbol familiar humano hace 1 millón de años. Esto lo aleja de los Homo erectus asiáticos, que se habrían separado del árbol humano hace 1,9 millón de años.
Igualmente esta deducción se basa en una serie de supuestos que son bastante inciertos en genética. Para calcular esas fechas se cuentan las mutaciones en el ADN mitocondrial, que es pasado de madre a hijo únicamente.
Con este nuevo descubrimiento, por ejemplo, se ha modificado el tiempo en el que neandertales y Homo sapiens se separaron de su ancestro común. Por esta razón no es fiable, no es una datación absoluta.
Según nos contó Carles Lalueza Fox, experto en paleogenética del Instituto de Biología Evolutiva de España, “el hecho de que un linaje mitocondrial sea muy diferente de los linajes neandertales, no excluye que este individuo no pueda ser un neandertal. Podría ser que lo que llamamos normalmente H. heidelbergensis, y que normalmente está referido a restos europeos, tuviera también poblaciones coetáneas en Asia. Creo que dado el rango geográfico, estas poblaciones podrían estar estructuradas geográficamente, quizás en el oeste de Eurasia habrían dado lugar a los neandertales a través de sucesivos cuellos de botella demográficos (propiamente un evento de especiación) y en el este habrían quedado algunas de estas poblaciones hasta el límite del paleolítico superior”. El misterio del Homínido X sólo se resolverá con más datos que provengan tanto desde la genética como de la antropología.
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