Sábado, 7 de agosto de 2010 | Hoy
LIBROS Y PUBLICACIONES: ADELANTO EDITORIAL
Antes de su aparición en librerías, en esta entrega de Futuro les traemos un adelanto de Viaje a las estrellas. De cómo (y con qué) los hombres midieron el universo (Siglo XXI), del físico Guillermo Abramson. Aquí, un fragmento del primer capítulo, llamado “En el cielo las estrellas”.
En una noche despejada, sin Luna, lejos de las luces de una gran ciudad, podemos ver varios miles de estrellas en el cielo. Es uno de los espectáculos naturales más hermosos y está al alcance de todo el mundo, sin necesidad de viajar a lugares exóticos, peligrosos ni lejanos. Miles de estrellas esparcidas en el cielo: una visión que desde la noche de los tiempos ha sido fuente de asombro e inspiración para la humanidad. La ciencia de la astronomía, claro está, tiene su origen en esta fascinación por el cielo estrellado. Pero en realidad la astronomía es algo más que una ciencia. Es una manera de comprender nuestro lugar en el universo.
Por tener un origen tan antiguo, tan elemental, la astronomía se formula preguntas fundamentales sobre el mundo. De manera que no es de extrañar el encanto que despierta y ha despertado a lo largo de la historia, aun entre quienes no han recibido una educación formal en ciencias. ¿Qué son esas cosas que vemos brillar en el cielo? ¿Qué es el Sol, y a dónde va durante la noche? ¿Cuántas estrellas hay? ¿Por qué la Luna cambia de aspecto? ¿Qué son los planetas y los cometas? ¿Hasta dónde llega el universo? ¿Cómo se originó, y cómo terminará? ¿Cuál es nuestro rol en ese escenario del universo? ¿Existen otros seres conscientes observando el universo tal como lo hacemos nosotros? Algunas de estas preguntas tienen respuestas sencillas. Otras, complicadas. Como en todas las ciencias, muchas quedan aún por responder. Y, naturalmente, surgen nuevos enigmas todo el tiempo.
En la historia que recorreremos en estas páginas, “nuestro lugar en el universo” es casi literalmente el tema que nos convoca: la medición de la distancia a las estrellas ha permitido establecer la posición de nuestro rinconcito de la galaxia en medio de nuestros vecinos estelares. Es una historia interesante desde un punto de vista científico y tecnológico, pero más aún desde el punto de vista humano por los personajes interesantes que la habitan. Además, a lo largo de los siglos, el esfuerzo por lograrlo dio lugar a una cantidad de descubrimientos colaterales que tienen su propio interés.
En definitiva, como veremos, la carrera para medir la distancia a las estrellas, que fue acelerándose hasta las primeras décadas del siglo XIX, se convirtió en un problema tecnológico. La razón de esta dificultad técnica fue simplemente la ya mencionada distancia pasmosa a la que se encuentran, que resultó exceder en mucho las expectativas de los astrónomos de generaciones anteriores. Y a pesar de haber pasado casi dos siglos desde las primeras mediciones exitosas, su relevamiento está muy lejos de haber finalizado. Es lógico sentir cierta sorpresa al enterarse de este hecho. Podemos sorprendernos al conocer que recientemente la misión del satélite Hipparcos relevó por primera vez las posiciones en el espacio de un centenar de miles de estrellas. De apenas un centenar de miles. Es evidente que la ilusión de que los astrónomos saben dónde están las estrellas –el objeto de su estudio, después de todo– está por ahora lejos de la realidad.
¿Y más allá? Todas las estrellas que vemos forman parte de un inmenso sistema que llamamos Vía Láctea, o simplemente Galaxia (así, con g mayúscula). Esa banda difusa que surca el cielo nocturno, invisible desde las ciudades pero prominente desde un sitio oscuro, es la luz de sus centenares de miles de millones de estrellas, lejanas y tenues, confundidas en una visión espectral. Más allá el universo sigue, por supuesto. Miles de millones de galaxias como la nuestra, hasta donde alcanza la vista de los más poderosos telescopios. Cada una es un sistema comparable a nuestra Vía Láctea. Cada una con sus centenares de miles de millones de estrellas. Digámoslo de nuevo, porque no es fácil de asimilar: miles de millones de galaxias, cada una con centenares de miles de millones de estrellas.
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