Sábado, 24 de enero de 2004 | Hoy
ASTRONOMIA: LBV 1806-20, UN ASTRO FUERA DE SERIE
Por Mariano Ribas
Del otro lado de la galaxia, escondida detrás de espesos velos de polvo, existe una descomunal criatura estelar. Es tan grande, pesada y luminosa, que los astrónomos todavía no salen de su asombro. De hecho, se trataría de la estrella más brillante y masiva jamás observada. A su lado, el Sol haría el ridículo. El monstruo se llama LBV 1806-20, y fue observado por primera vez hace varios años. Sin embargo, recién ahora, los científicos han podido delinear con más precisión su extraordinario identikit. Ocurre que, de confirmarse, la superestrella no sólo marcaría un nuevo récord, sino que también, desafiaría algunos principios básicos de la astrofísica moderna.
Escondida en Sagitario
La estrella LBV 1806-20, ubicada en dirección a la constelación
de Sagitario, no es del todo nueva para la astronomía: en realidad, fue
descubierta a fines de los años ‘90. Literalmente descubierta, porque
está a 45 mil años luz de distancia, del otro lado del centro
de la Vía Láctea, y “tapada” por las espesas nubes de
polvo interestelar que se nos interponen en la visual. Tanto es así,
que no fue detectada por su luz visible –que prácticamente no nos
llega– sino por su luz infrarroja, capaz de atravesar esas murallas polvorientas.
Y fue clasificada como una “azul, luminosa y variable” (de ahí
la sigla LBV, del inglés Luminous Blue Variable), un tipo de estrellas
muy masivas, muy calientes y sumamente brillantes. Soles que pagan caro su esplendor:
como consumen su combustible nuclear a un ritmo arrollador, sólo viven
unos pocos millones de años. Y luego, terminan explotando como supernovas.
Por aquel entonces, se calculó que LBV 1806-20 era muchísimo más
grande, masiva y luminosa que el Sol. Pero no tanto como para llamar especialmente
la atención. Ahora, y luego de refinar al máximo las técnicas
observacionales, un grupo de astrónomos estadounidenses dice que, en
realidad, se trata de una estrella completamente fuera de serie.
Las nuevas observaciones
La verdadera identidad de LBV 1806-20 fue revelada por un entusiasta grupo de
17 astrónomos, encabezado por el doctor Steven Eikenberry, de la Universidad
de Florida (Estados Unidos). Pero no sólo de entusiasmo vive la astronomía:
Eikenberry y los suyos contaron con la ayuda de dispositivos ultramodernos –capaces
de compensar las distorsiones en las imágenes provocadas por la turbulencia
atmosférica– acoplados a dos de los mejores telescopios del mundo.
Por un lado, el célebre Hale, de 5 metros de diámetro, instalado
en el Observatorio de Monte Palomar, en California. Y por el otro, el telescopio
Blanco –de 4 metros– del Observatorio Interamericano, en Cerro Tololo,
Chile. Y bien, durante meses, estos científicos analizaron cuidadosamente
el espectro de laestrella, y tomaron varias fotos de altísima resolución
(siempre en el rango infrarrojo). Finalmente, y después de considerar
algunas variables cruciales (como la distancia y la absorción de la luz
por el polvo interestelar), Eikenberry y su equipo pudieron delinear, con mucha
mayor precisión, el increíble perfil LBV 1806-20. Y presentaron
sus resultados hace unos días, durante el último encuentro de
la Sociedad Astronómica Norteamericana, celebrado en Atlanta, Estados
Unidos. Veamos de qué se trata...
Identikit asombroso
Por empezar, la superestrella emite entre 5 y 40 millones de veces más
energía que el Sol (o lo que es lo mismo, brilla de 5 a 40 millones de
veces más). Pero hay mucho más: su temperatura superficial rondaría
los 25.000C (contra 6.000C del Sol), y su diámetro sería de, por
lo menos, 300 millones de kilómetros (200 veces más que nuestra
estrella). Eso significa que si LBV 1806-20 ocupara el centro del Sistema Solar,
sus bordes rozarían –o superarían– la órbita
terrestre (claro, en ese caso, la Tierra estaría hecha cenizas). Otro
dato para el asombro: según las estimaciones de Eikenberry y sus colegas,
este prodigioso objeto tendría unas 150 masas solares. Y eso, como veremos,
es una verdadera insolencia astrofísica. “Nunca antes habíamos
visto algo semejante –dice el astrónomo–; al parecer, ésta
sería la estrella más masiva y luminosa jamás observada”.
Un desafio a la teoria
Con sus impactantes números, LBV 1806-20 superaría a otros dos
pesos pesados de la Vía Láctea: las gigantescas Eta Carina (conocida
desde mediados del siglo XIX) y la “Estrella Pistola” (descubierta
en 1997). Ambas rondan las 100 masas solares y son de 3 a 6 millones de veces
más brillantes que el Sol. Hasta ahora, ellas tenían el récord
galáctico, pero todo indica que la superestrella las supera, al menos,
por poco. Sin embargo, hay un pequeño problema: LBV 1806-20 no debería
existir. Al menos, según las modernas teorías de formación
estelar. La cosa es así: cuanto más masiva es una estrella, mayor
es su emisión de energía, que proviene fundamentalmente de su
núcleo. Y mayor es la presión que esa radiación ejerce
hacia afuera. La cuestión es que los modelos actuales predicen que si
una estrella tuviese más de 100 o 120 masas solares, la presión
de su radiación sería tan enorme, que “soplaría”
sus capas exteriores, destruyéndola. Y parece que LBV 1806-20 tendría
150 masas solares. ¿Cómo puede ser? Eikenberry le tira un salvavidas
a su criatura: según él, la estrella es extremadamente joven –de
no más de 2 millones de años– y se habría formado
a partir del rápido y violento colapso gravitatorio de una colosal masa
de gas, provocado por la onda de choque de una supernova cercana. Y ahora, LBV
1806-20 estaría haciendo precisamente eso: destruyéndose a sí
misma, por culpa de su desmedida furia interior.
Mientras los astrónomos siguen observando a la superestrella y a su entorno
(donde también se han encontrado algunas otras enormes, aunque no tanto),
su asombro continúa. Y no es para menos. “Es fascinante que después
de varias décadas de observar la Vía Láctea, aún
estemos encontrando estos grandes monstruos”, dice Eikenberry. Muchas otras
superestrellas podrían estar escondidas, esperando, con paciencia, el
mágico momento de su descubrimiento.
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