SOCIEDAD
La peor ceguera
Que los secuestros hayan estado en el primer plano de la agenda pública en el momento en que Fernanda Aguirre desapareció –y que su caso haya sido tomado como tal– permitió visibilizar los circuitos de explotación sexual de menores (y de mujeres) que crecen al amparo de supuestas fugas o asesinos seriales, figuras usadas para desviar las investigaciones o sencillamente, paralizarlas. Así no se ve lo que todos saben.
Por Alejandra Dandan
Eran unos pocos alrededor de la mesa del domingo. Una de las sucesoras de la difunta María Marta García Belsunce en la fundación Missing Children se sumaba a la ronda de invitados del doctor Mariano Grondona. Sobre la mesa flotaba el fantasma de Fernanda Aguirre, en una de sus advocaciones más afortunadas: la de la niña secuestrada. “Pero dígame –lanzó el doc, palabras más, palabras menos–, ¿realmente existen antecedentes de este tipo de secuestros?”
No era la primera vez que alguien planteaba en voz alta la misma pregunta. Desde hace cuarenta días existe una necesidad casi compulsiva de presentar a la nena entrerriana como parte de la clase secuestrable, o en todo caso no presentarla. A lo largo de ese tiempo, el caso Fernanda cambió de nombre como probablemente ella o sus réplicas cambiaron de cautiverios. Hija de una pareja de floristas del cementerio de San Benito, sus padres afortunadamente recibieron el llamado de uno de los supuestos captores. Les pidieron 200 pesos de rescate, una cifra inverosímil para los secuestrables pero simbólicamente efectiva para arrastrar a Fernanda hasta la primera plana de los diarios.
“Todo lo que le hicieron a la mamá de Fernanda, ya nos lo hicieron a nosotros, ¿vio? También estuvimos en los montes, en un hotel de Río Hondo y hasta me habían dicho que a mi hija la habían tirado en el dique.” La hija de Susana Trimarco está desaparecida desde las nueve de la mañana del 3 de abril de 2002, sin embargo ahora pocos parecen acordarse de este caso que trepó a las tapas de los diarios tucumanos y generó un escándalo cuando las cámaras de Telenoche Investiga tomaron la historia de Marita Verón como caso testigo de una red de tratantes de blanca manejada por un grupo de empresarios tucumanos aún asociados al poder político local y al menemismo.
Durante estos años su madre es una de las pocas personas que tocó las pruebas tangibles de la realidad que intenta imponerse con pocos resultados sobre la agenda del secuestro. Aquella mujer criada en la campiña tucumana consiguió a fuerza del dolor patear las puertas de una veintena de prostíbulos del interior del país desde donde la Justicia recuperó a otras chicas supuestamente perdidas. Estuvo en La Rioja. En wiskerías “que, mire, ¡tienen unos nombres!”, dice antes de pronunciarlos: Candi, Five Star, Caricias, Candilejas, Gato Azul y Desafío donde encontraron a Andrea La Rosa, secuestrada desde hacía ocho años. La obligaban a hacer un porcentaje diario con el sexo y a dormir algunos clientes estelares y poco habituales, para robarles. “Les tenía que poner unas gotitas en los vasos, cuando se despertaban –explica Susana– los clientes se encontraban con que les faltaba el dinero y las tarjetas de crédito. Eran especialmente políticos. Y no podían denunciarlo porque en esos lugares son conocidos y quedan expuestos con una cosa así.” Desde La Rioja siguió camino hasta Catamarca, se metió en la casa de un policía y en los cabaret de “los mismos dueños de los prostíbulos de La Rioja”. Y continuó. Anduvo en las ciudades cordobesas de Río Cuarto y en Jesús María. Se fue a Santa Fe, consiguió ordenes de allanamientos para localesde Rafaela, Ceres y Rosario. Pasó por Santiago del Estero, estuvo en Recreo, Frías, La Banda y Río Cuarto donde hace unos días alguien encontró una esquela con aquel extraño pedido de auxilio adjudicado por los peritos entrerrianos a Fernanda.
A Marita la iban rotando, mientras Susana se acostumbraba a saberlo de antemano: “Las otras chicas me decían: ‘Señora usted no la encuentra a su hija porque cuando iban a hacer los allanamientos desde la fiscalía les avisaba a los abogados de los mafiosos y a Marita la sacaban y la llevaban a otros lugares’”. Como si aún necesitara demostrar que su hija estuvo o está en las tramperas del negocio organizado de la prostitución, Susana se anticipa a las preguntas: “Con los testimonios de chicas que estaban encerradas con mi hija y que sabían, pudimos demostrar que había sido capturada. ¿Cómo esas chicas van a saber de las cosas más intimas de mi hija si no la conocían? Unas eran de una punta del país, y Marita de la otra. ¿Cómo le puedo decir? Sabían cosas personales, el nombre de su hija, el nombre de nosotros, el nombre del colegio donde estudió”.
Una de las fundaciones dedicadas a la infancia en la provincia de Tucumán acaba de difundir un crítico informe: “En los últimos meses –indicó el diario La Gaceta en su edición del martes– creció de forma alarmante el número de sitios donde los proxenetas ofrecen a niñas y niños.” Según Julio César Ruiz, presidente de Adoptar, “hace un año había 12 prostíbulos infantiles, ahora tenemos detectados 31”. La Fundación recibe denuncias diarias a través del 102 local, llamada Teléfono del Niño. Durante el último fin de semana, la prensa porteña reflejó los indicadores del aumento de la prostitución infantil con alguna alución a las organizaciones de explotación sexual y proxenetas. Consultados por Las/12, el Consejo del Menor, el Niño y Adolescente de la Ciudad de Buenos Aires advierte que en los tres años de funcionamiento del organismo sólo se han detectado dos casos de menores explotadas. Dos casos en tres años en el Consejo del Menor y un promedio de siete sentencias en doce años de trabajo en cada uno de los diez tribunales orales en lo Criminal de la Ciudad de Buenos Aires. “Estas cifras demuestran que casi no se denuncia este delito. Hay obstáculos institucionales, presiones informales, complicidades de policías y funcionarios. Hay grandes fallas en las políticas públicas”, comentó hace unos días Martiniano Terragni, abogado del Consejo de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes del gobierno porteño consultado por uno de los matutinos de Buenos Aires.
En el interior del país las dificultades son semejantes. Las trabajadoras sexuales organizadas reconocen la mano del proxenetismo y de organizaciones de distinto talle detrás de la desaparición, las amenazas o muertes de mujeres. En ese contexto, la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) denunció los crímenes adjudicados al supuesto loco de la ruta en Mar del Plata, el de Sandra Cabrera de Rosario y el de otras dos mujeres de la provincia de Córdoba.
Marita como Fernanda no trabajaba en la calle cuando desapareció. “Nosotros no sabíamos que esto existía –dice Susana–, que había una mafia que opera en todo el país, señorita, en todo el país. Es tráfico de personas y de droga: o sea trata de blancas. Porque esta gente secuestra a las chicas, las elige porque son bonitas, las cambia por droga o por dinero. Usted me dirá ¿por qué? Ellos la explotan porque no están por su propia voluntad, las amenazan, le pegan, las encierra. Ellas están amenazadas y tienen que hacer lo que ellos le dicen. Es dinero que le entra a ellos, señorita, por esta razón son poderosos”.
Durante la búsqueda de Fernanda, se hicieron allanamientos en prostíbulos y wiskerías de Rosario y en Río Cuarto. Las dos ciudades con índices más altos de explotación infantil, le dijeron los investigadores a Las/12. Más tarde, la esquela empujó a la expedición judicial hacia el norte. Santiago del Estero, primero y Tucumán. En este momento, el caso Fernanda volvió a concentrarse en Entre Ríos.
Así como el pago del rescate sirvió para incluirla entre la clase secuestrable, sus miedos y sus mitos, la desaparición de las pistas en el interior y la ausencia de comunicación con los captores la acercan ahora al universo de los excluidos. Los investigadores sostienen la teoría de una muerte en manos de un asesino serial, popular en el pueblo de San Benito. Fernanda volvería a ser así la hija de los floristas del cementerio, y la quinta víctima de Miguel Angel Lencina, detenido pocos días después del secuestro con su esposa y un amigo. Lencina se mató en la cárcel, la Justicia procesó a su mujer y al amigo como autores materiales de la desaparición de la nena.
La causa no está cerrada. La madre de Fernanda sigue buscando a su hija con ayuda de Susana. Fernanda tal vez esté viva, tal vez no. Tal vez haya sido víctima de un secuestro extorsivo o tal vez no. El domingo pasado ninguna de las dos estaban en la mesa de invitados del doctor Grondona. Se discutió, se debatió. Nadie tenía a mano antecedentes de casos de secuestros de niñas o adultas entrampadas en los circuitos de prostitución infantil. Y esta vez, el doctor no reflexionó sobre la etimología de la palabra secuestro.