Viernes, 9 de mayo de 2008 | Hoy
NOTA DE TAPA
Cinco mil mujeres al año son diagnosticadas con cáncer de cuello de útero en el país. Es la primera causa de muerte de las que rondan los 35. Sin embargo, es relativamente fácil de prevenir y de tratar si se lo detecta a tiempo. Hasta existe una vacuna que previene la infección por HPV –la causa principal del cáncer de cuello– en un 70 por ciento. Pero la vacuna no figura en el Plan Médico Obligatorio y la prevención falla por falta de información y acceso a consultorios ginecológicos. Como si no fuera suficiente con el silencio, todavía se escucha llamar a esta dolencia tan común como "el cáncer de las prostitutas".
Por María Mansilla
Entonces el cupo femenino recupera su sentido: sucede cuando la perspectiva de género se cuela en las políticas públicas. Al menos en sus proyectos. Esto reafirmó Patricia Walsh, diputada porteña por Nueva Izquierda, al encontrar banca entre sus pares de otros partidos. Dieciocho de las veintiuna mujeres legisladoras la acompañaron a presentar su nuevo proyecto de ley, relacionado con la prevención del cáncer femenino.
“Una de las que me apoyaron fue Silvia Majdalani, de PRO: ella enfermó de cáncer de útero –nos cuenta Walsh–. Me dijo una cosa muy fuerte, algo que será importante para el debate: que salvó su vida porque tuvo recursos económicos. Siente que nosotras, sobre todo las legisladoras, tenemos que hacer todos los esfuerzos posibles para garantizar la salud de las mujeres. Mi hija mayor murió de cáncer, hace poco tiempo, y hay cosas en las cuales una se pone a pensar a partir de que te ocurre un hecho que no esperabas. Lo que pasó ya pasó, la resignación es el planteo que hago hacia adentro de mi grupo familiar, pero no hacia la posibilidad de hacer algo mejor para que otras chicas jóvenes, como era María Eva, que tenía 34 años, no lleguen a tener esa enfermedad tan espantosa. Con todo mi corazón espero que le ocurra a la menor cantidad de mujeres posible.”
Patricia Walsh, que fue candidata a presidenta de la Nación, es psicóloga social y periodista. La vez anterior que un proyecto suyo contó con tanto apoyo, recuerda, fue cuando impulsó como diputada nacional la anulación de las leyes de punto final y obediencia debida. Que esta mujer es periodista se nota en el rigor que incluye su propuesta legislativa. ¿Qué propone? Aplicar en todos los centros de atención primaria, barriales y comunitarios, el llamado Progedem: Programa de Detección Precoz del Cáncer Génito Mamario y Enfermedades de Transmisión Sexual. ¿Cómo se aplica? Brindando mejor calidad de atención ginecológica e incorporando al Calendario de Vacunación las dosis de la nueva vacuna que previene la infección del virus del papiloma humano (HPV, por sus siglas en inglés), el principal causante del cáncer de cuello de útero.
Además exige que, en paralelo, las áreas de salud, desarrollo social y educación porteñas se junten para hacer una campaña informativa para que todas y todos se enteren de que valieron la pena los esfuerzos de estas legisladoras por garantizar el maltratado derecho a la salud. ¿Por qué? Porque mueren en la ciudad tantas mujeres por este cáncer como por accidentes de tránsito. Porque a nivel país afecta a 5000 mujeres por año. Porque es la segunda causa de muerte femenina, después del cáncer de mama, y la primera en jóvenes que promedian los 35. Porque, detectado a tiempo, es curable. Porque es increíble que no se haya hecho nada todavía. En el Roffo las contaron: por 120 mujeres que hicieron tratamientos en ese instituto oncológico, se vio afectada la vida de 654 personas.
Ya lo dijo la Organización Mundial de la Salud: “La reducción del impacto en la incidencia de esta patología depende de los programas de detección precoz que posibilitan la prevención y el éxito de la curación, particularmente en el caso de los cánceres de mama y del cuello uterino”. Y agregamos: es también parte del compromiso que instala la ley de salud sexual, procreación responsable y prevención de enfermedades de transmisión sexual.
Las12 llamó al Ministerio de Salud para escuchar su reflexión sobre este tema y, por supuesto, conocer las acciones que se desarrollan para atender la salud de las personas vulnerables a esta enfermedad. Lo único que obtuvimos a cambio fue un documento que dice que desde el 2002 se lleva adelante un programa de prevención, en 10 provincias argentinas, que consiste en “extender la cobertura del test de PAP”, esperando, con esta “estrategia”, “disminuir entre el 80 y el 90% la mortalidad” por esta causa. Mucho enunciado, pero ningún balance que muestre los resultados de ese programa realizado con el apoyo (económico, seguramente) de la Organización Panamericana de la Salud.
“Yo misma participé, durante años, en el Ministerio de Salud de la Nación, de la realización de un programa de detección de cáncer de cuello. Se aprobó, pero nunca hubo plata para implementarlo”, dice Silvina Witis, jefa del área de ginecología de Lalcec (Liga Argentina de Lucha Contra el Cáncer). Y lamenta la poca visibilidad que tiene esta enfermedad a pesar, curiosamente, de su exposición. “Evita se murió de un cáncer de cuello. Rosana Falasca también, se hacía siempre un pap y nada más; el día que se hizo una colposcopía ya tenía un cáncer avanzado. La que nos ayudó un montón fue Tita Merello, ella siempre, públicamente, decía: `Chicas, háganse un Papanicolaou`.”
El HPV se transmite por vía sexual, principalmente. Es lo que se llama “una familia de virus”, de unos 100 virus, de los cuales 13 son potencialmente cancerígenos. Este dato conduce a la regla de oro: no todos los HPV pueden desarrollar cáncer, pero si tuviste cáncer ginecológico seguro te lo pescaste por el HPV.
En la mitad de los casos, la infección se realiza entre los 15 y los 24 años. Claro: según una investigación del Hospital de Clínicas realizada sobre 2110 adolescentes que van a la escuela, el 64% de las mujeres desconoce para qué sirve el PAP y el 94% no sabe qué quiere decir HPV..., ni mucho menos que si ese virus ingresa al organismo, en 10 años puede convertirse en células malignas. Enferma no sólo el cuello del útero sino también vulva, vagina, ano, esófago y pene. Es asintomático y suele manifestarse a través de verrugas genitales.
La incidencia más alta se da en el noroeste y nordeste argentino. Vivir con las necesidades básicas insatisfechas es un factor de riesgo para que el HPV mute: la falta de buena alimentación, la falta de buena atención médica, entre otras razones, dejan al cuerpo con la guardia baja. Otros factores que ayudan a que se convierta en cáncer son fumar, muchos años de tomar anticonceptivos orales, muchos años de tomar medicación con corticoides y tener distintos compañeros sexuales (ver recuadro Lección de Anatomía).
Tampoco es que el HPV reconoce demasiado las fronteras sociales. Es en la posibilidad de acceder a medicina preventiva y a tratamientos donde los límites son indelebles. Una “lesión” se detecta combinando los resultados del Papanicolaou y la colposcopía; en nuestro país el 30% de las mujeres no tiene acceso a esta práctica. Mucho menos a intentar ser curadas con tratamientos con ácidos, láser o criocirugías. Por eso, principalmente, una buena noticia es el hallazgo y la llegada a nuestro país de las vacunas que previenen la infección.
En la Argentina ya se aplican las dos vacunas contra el HPV. Una se llama “cuadrivalente” (porque mata a cuatro tipos de virus) y otra “bivalente” (porque mata a dos). Requieren de tres aplicaciones que cuestan entre $500 y $3000, según la marca. Protegen por cuatro años. “Mucha gente se angustia pensando voy a tener un cáncer de cuello si no puedo pagar la vacuna, y no es así”, avisa Analía Tablado, ginecóloga, presidenta de Sagij (Sociedad Argentina de Ginecología Infanto Juvenil). A esa gente le explican que no tiene que angustiarse tanto, que hay otras cosas que se pueden hacer. Es que la vacuna no cura, sino que es un método de prevención primaria: evita nada menos que que el organismo reciba el 70% de esos virus oncogénicos. En eso es imbatible. Pero necesita ser el primer eslabón de la cadena que incluye controles ginecológicos, acceso a tratamientos y acceso a la información.
Apenas ingresaron a nuestro país, la Sagij se reunió con otras sociedades científicas para plantear recomendaciones sobre su uso. Lo hicieron de forma independiente de los laboratorios que las comercializan. Concluyeron en que no sólo son confiables y seguras. Son necesarias. Todavía se discute cuándo es aconsejable dar las primeras dosis. “Si la edad de inicio de las relaciones sexuales, en promedio, es de los 15 años, la edad ideal para vacunar sería alrededor de los 12, 13. Porque no es una vacuna terapéutica sino preventiva: hay que darla en mujeres que no hayan tenido contacto con el HPV”, detalla Tablado.
La mayoría de las obras sociales y de las prepagas realizan descuentos para su aplicación. ¿Qué pasa con quienes no tienen ninguna cobertura médica y no pueden pagarla? Dando por hecho que el Estado debe proveer la vacuna de forma gratuita, se cuela el otro debate: si se debe aplicar de manera obligatoria o no. El proyecto de Walsh deja esa decisión en manos del Ministerio de Salud, la autoridad competente. Por dos razones: una, si la pidiera de forma obligatoria en una ciudad donde “en los hospitales falta de todo” correría el riesgo que se descalifique su proyecto por lo que implica para el presupuesto sanitario. Segundo, la sociedad científica, en general, no está de acuerdo con la vacunación compulsiva porque descarta la posibilidad de hacer un trabajo más fino de prevención: que las mujeres se enteren, que la elijan, que se empoderen.
“Yo misma tuve cáncer, hace 12 años, y lo que más me enfurecía –y me distraía de mi propio terror y desesperación ante el sombrío pronóstico de mis médicos– era ver hasta qué punto la propia reputación de la enfermedad aumentaba el sufrimiento de quienes la padecían”, escribió Susan Sontag en su ensayo La enfermedad y sus metáforas. “Muchos de mis compañeros de enfermedad, con quienes tuve ocasión de hablar durante mis primeras hospitalizaciones, y otros que conocí como paciente externa durante los dos años y medio siguientes de quimioterapia en varios hospitales de Estados Unidos y Francia, mostraban su disgusto por la enfermedad, sentían una suerte de vergüenza.”
Sontag contaba que escribió ese ensayo para ser práctica, para calmar la imaginación, para vaciar de significado las interpretaciones de lo que le pasa al cuerpo cuando la enfermedad nos lleva “al lado nocturno de la vida”. “Esperaba convencer a los aterrados de que consultaran a un médico o cambiaran un médico incompetente por otro, competente, que fuera capaz de cuidar adecuadamente de ellos. Que debían considerar al cáncer como una mera enfermedad –muy grave, pero no más que una enfermedad–.”
Lo explicó diez años después, en las páginas de El sida y sus metáforas, cuando retomó el tema porque sentía que socialmente ya se podía hablar de cáncer sin rodearlo de tanto morbo. El cambio había sido posible, ensayaba Sontag, porque una infección más temible, más estigmatizante, se había hecho carne: el VIH sida.
El cáncer provocado por el HPV es, decíamos, la primera causa de muerte entre mujeres jóvenes. Sin embargo de ella no se habla, no se la previene a pesar de que afecta y se aloja en el útero: un órgano que se mira, se toca, se ve, se llega. Cuando se habla, como todavía se refieren en muchos lugares al diagnóstico del HPV, la llaman “la enfermedad de las prostitutas”.
En este contexto, encontrar información sobre cómo prevenir la transmisión entre mujeres lesbianas es una aventura. Que la principal vía de contagio sea el contacto sexual es, parece, su resaca, su sentencia.
“Para la ciudadanía la idea es que el cáncer es una cosa fea, un cuco, la palabra paraliza. Pero hay que hablar de cáncer, y sobre todo de este cáncer: porque es cáncer y viene asociado con la vida sexual”, relaciona el abogado Elián Pregno, investigador del Conicet, docente de la UBA y miembro del servicio legal de Fundación Huésped. “No se trata sólo de células que se enloquecieron en algún lugar del organismo, como habitualmente se dice de cualquier tumor, sino que tiene una raíz concreta y es perfectamente evitable. Por eso existe una conexión con la infección del VIH sida porque toca dos núcleos simbólicos para la cultura occidental: la muerte y la sexualidad, temas profundamente tabú. Occidente tiene un problema con su cuerpo, sobre todo cuando aparece entremezclado con la idea de pecado y promiscuidad.”
“Sería bueno si pudiera tomar el beneficio ahora mismo. Dios no lo permita, pero es para tener la tranquilidad nosotros (sic), como mujeres, de contar con este dinero porque nunca se sabe qué puede pasar: 1 de cada 8 mujeres en algún momento de nuestras vidas puede llegar a pasar por un cáncer. Son 61 centavos diarios que necesita para tener este respaldo económico disponible”, repite todo el día Gabriela del otro lado del 0800 de Falabella. Porque la tienda de moda entre mujeres de clase media, además de alfombras, cucharitas y toallones vende seguros oncológicos. Se pagan casi $20 por mes y se obtienen $12 mil en efectivo ante un diagnóstico médico desfavorable.
“Es un dato que nos tiene que hacer pensar cómo estamos organizando la salud pública en la Argentina –plantea Pregno, que además es especialista en bioética–. Hemos corrido del escenario a los profesionales de la salud. Hoy prácticamente no quedan clínicas, sanatorios, planes de salud en manos de médicos, sino que son administrados por inversores, ruleteros profesionales a los que les da lo mismo invertir en salud que tener un pool sojero. Dar o no determinadas prestaciones y la calidad de estas prestaciones dejadas en manos de grupos económicos es un signo de alarma. Llama la atención que Falabella esté en esto. Claro: también se puede entender como responsabilidad social empresaria... Al menos su campaña publicitaria tuvo éxito, quiere decir que se pueden hacer campañas que sirvan.”
La telemarketer sigue explicando: “El dinero le puede servir para afrontar muchos gastos que se presentan en una enfermedad oncológica, ya sea cáncer femenino o no sé..., un cáncer de hígado, corazón, pulmón o lengua. Por ejemplo: hoy llamó una señora que me comentaba que tuvo un tumorcito en la lengua. Dios no lo permita, pero ante cualquier tipo de cáncer usted cuenta con estos 12.000 pesos. Usted goza de buena salud en este momento, ¿verdad?”.
Esta vez no es el género sino el sexo. La biología y sus caprichos. El virus del papiloma humano (HPV), que produce el cáncer femenino, se transmite en la gran mayoría de las veces por contacto genital. El hombre es portador sano, no se enferma, pero (nos) lo transmite. Encima, el preservativo no funciona como método de barrera.
“El problema de cómo vamos a cuidar a nuestras mujeres es un problema en una sociedad machista como la nuestra. El cáncer de útero no es patrimonio de las mujeres. Por lo tanto, estaríamos cordialmente invitados a formar parte de una política de Estado –ironiza el abogado Elián Pregno, docente de la UBA y especialista en bioética–. Necesitamos educación para entender que cuando tenés relaciones sexuales te estás metiendo en la vida del otro, en el sentido más literal de la expresión: estás entrando en otra persona.”
Un varón con verrugas genitales provocadas por el HPV debe, por supuesto, recibir tratamiento médico. Ese tratamiento atacará sólo el tipo, la cepa, de HPV que las provocó. Pero son más de 100 cepas las que forman el HPV. A su vez, cuando una mujer recibe tratamiento también se inmuniza sólo contra el tipo de virus que se contagió. Por eso, si una persona tiene distintas parejas sexuales, sería necesario que cada una de ellas acerque sus “excrecencias cutáneas, por lo general redondas” –como las define la RAE– al análisis microscópico.
Parece una ciudad oculta en el mapa de los centros de atención sanitaria de la Ciudad de Buenos Aires. Funciona en Ciudad Oculta, es el Centro de Salud número 5, lo dirige la doctora Mirta Buratti. La novedad es que atiende por demanda espontánea y a toda mujer que pase por los controles ginecológicos se le hacen todos los estudios y le dan los resultados en el momento. Lo que parece la regla es la excepción. Por eso es el referente que Patricia Walsh destacó en su proyecto de ley de prevención del cáncer ginecológico luego de, junto a su equipo, sentarse frente al teléfono para evaluar el acceso público a los Centros Médicos Barriales (CMB) y Centros de Salud y Acción Comunitaria (CeSAC). Resultado: “De 38 CMB, 1 no tiene teléfono, en 4 responden fax o contestadores, en 2 da siempre ocupado, en 11 directamente no contestan. De los 21 CMB que sí contestaron, 3 no dan información telefónica. De los 18 que la dieron, en uno la ginecóloga tenía licencia por maternidad, y en otro, por vacaciones; otro requirió pedir turno y 2 no atienden ginecología y derivan al hospital de referencia. Los 13 centros que informaron atender ginecología lo hacen así: de doble turno hay uno que atiende tres veces por semana, y otro, dos veces por semana; de turno simple, 9 atienden tres veces por semana y 2 dos veces por semana. Sobre 38 centros, sólo uno atiende ginecología de lunes a viernes”. Un laberinto parecido supone querer averiguar por teléfono cuándo ir a hacerse un control ginecológico en un CeSAC. “No es, claro está, un panorama alentador para el acceso de las mujeres a la prevención de su salud ginecológica. Estamos convencidos de que esta situación puede y debe cambiar. Máxime cuando la mayor proporción de las 750.000 personas registradas en el primer nivel de atención de salud son mujeres: 57% de la demanda en el PMC y 65% en los CeSAC.”
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