Viernes, 6 de junio de 2008 | Hoy
SALUD
Michel Odent, pionero en los años ’70 de lo que hoy se conoce como parto humanizado –con menos intervención médica y pleno protagonismo de la parturienta–, discute ahora ese concepto: mejor sería “animalizar” ese momento para que las hormonas hagan su proceso. De paso por Buenos Aires para presentar su último libro, relaciona la supervivencia de la especie humana con el modo en que llegamos al mundo.
Por Roxana Sandá
En una entrevista exclusiva con Las12, Michel Odent adelantó algunas primicias de su último libro, Ecología prenatal, que presentará mañana en Buenos Aires, y dialogó sobre dos de sus pasiones académicas, como lo son “discutir si nacimiento y amor se tratan de un solo tema” y “la mamiferización del parto como vía de humanización”.
–La prioridad es, justamente, que todos los mamíferos tienen necesidades comunes. Todos necesitan sentirse seguros para parir, y la adrenalina asociada al miedo impide la liberación de oxitocina, la hormona clave del parto. A partir de esto, se advierte que los mamíferos tienen una estrategia para no sentirse observados pariendo: es como si “supieran” que la oxitocina es la llamada “hormona tímida”, que no se muestra si hay gente alrededor. Podría decirse que la prioridad es “mamiferizar” el parto en lugar de humanizarlo.
–Antes debe aclararse que existen particularidades propias del nacimiento humano ligadas al extraordinario desarrollo de nuestra especie, del cerebro que piensa: el neocortex. Durante todas las experiencias sexuales, comprendiendo el parto, las inhibiciones provienen del potente neocortex. Pero la naturaleza encontró una solución para sobrellevar ese handicap humano: durante el parto, el neocortex debe ponerse en reposo y parar de controlar al cerebro instintivo. Es necesario entonces evitar todas sus estimulaciones durante ese proceso, en particular la del lenguaje. Cuando el neocortex reposa, tenemos mayores similitudes con los otros mamíferos, que paren más fácilmente que los humanos.
–Es bastante habitual afirmar que la solución a nuestras crisis ecológicas exigirá cambios en la investigación científica, la tecnología, las actividades económicas, las estructuras sociales y políticas, y en nuestros valores y sistemas filosóficos. Aún se debe reconocer que la solución al conflicto entre la humanidad y el planeta Tierra depende, en primer lugar y sobre todo, de la manera en la que el homo evolucione. En último término, los problemas más urgentes con los que debe enfrentarse la humanidad están vinculados a diferentes aspectos relacionados con la capacidad de amar, incluyendo un interés compasivo por las generaciones venideras. Por este motivo, la “cientificación del amor” se debe reconocer como un aspecto esencial de la revolución científica.
Durante las jornadas que culminarán este lunes, Odent hará honor a su fama de representante incansable de la causa internacional por una comprensión diferente del inicio de la vida, y descubrirá algunos conceptos esenciales de su publicación más reciente, Ecología prenatal, de Editorial Creavida. “Podríamos estar acercándonos al día anticipado por Teilhard de Chardin en 1934. El afirmó que una vez dominados el espacio, los vientos, las mareas y la gravedad, los seres humanos aprenderían a controlar las energías del amor. Entonces, por segunda vez en la historia del mundo, el hombre habrá redescubierto el fuego.”
–La capacidad de amar se desarrolla muy temprano en la historia del individuo, y el período del nacimiento parece ser más importante de lo que creíamos hasta ahora. Esa es la razón por la cual en la actualidad es necesario redescubrir las necesidades básicas de la mujer que pare y las del recién nacido. Será difícil después de milenios de partos controlados por medios culturales, pero es posible desde la perspectiva de los fisiólogos.
–Sentirse segura sin sentirse observada, en un lugar suficientemente cálido y protegida del lenguaje. La mejor situación que conozco para un parto rápido y fácil es que no haya nadie alrededor, salvo una partera experimentada y silenciosa, susceptible de jugar el rol de figura maternal.
–Para las mujeres que se sienten más seguras en sus casas con una partera silenciosa, sí.
–Es normal que un hombre que ame a su mujer libere hormonas del estrés mientras ella está pariendo. Esto es contagioso y puede hacer que el parto sea más largo, difícil y peligroso.
–Es que para hacer el amor también hay que liberar oxitocina, la “hormona tímida”.
–En la actualidad está bien demostrado que parir es liberar un cóctel de hormonas del amor. Los efectos de la oxitocina sobre el comportamiento de la madre son estudiados en profundidad desde finales de los setenta.
–Reformulemos la pregunta: ¿cuáles son las consecuencias posibles, en términos de civilización, de partos sin liberación de la hormona del amor?
–Me pregunto cuál es el futuro de una civilización sin hormonas del amor. En los humanos siempre hay que pensar en términos de civilización.
–Los efectos positivos son demasiado evidentes para mencionarlos en detalle. La cesárea, por ejemplo, fue originalmente una magnífica intervención de salvataje, pero ¿cuál es el futuro de una civilización nacida por cesárea?
–En caso de que la primera fase del parto haya sido larga y difícil, la inmersión en el agua a la temperatura del cuerpo puede bajar la tasa de adrenalina. Es decir, facilitar la liberación de oxitocina y, por lo tanto, hacer que las contracciones sean más llevaderas. En conclusión: evitar medicamentos.
–Cualquiera que visite nuestro banco de datos (www.birth works.org/primalheath) se convencerá de que la manera de nacer tiene efectos a largo plazo (n. de la r.: en el sitio se refiere a una correlación entre la manera en que transcurrió el parto y la delincuencia juvenil. El autismo, el suicidio en la adolescencia y la anorexia nerviosa son otros ejemplos). Pero digamos una vez más que en los seres humanos es necesario pensar primero en términos de civilización.
–Combinando el lenguaje del corazón con el lenguaje científico. Hay que entrenarse para ser bilingüe.
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