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Pueden pasar tres cosas al hojear la (nueva) revista Chikismiqui. Una: que quieras recortar más de una hojita (como la de la poesía de las mujeres rana que van a desovar) y pegarla atrás de tu cama y/o corras a bajar la música con la que recomiendan leerla (como la versión de Laetitia Sadier de Luna, un tema de Serge Gainsbourg). Dos: que te confirmes voyeur del universo de las ilustraciones y el diseño. Tres: que sientas que Chikismiqui Mag habla en un idioma que no es el tuyo y, como efecto rebote, la cierres de un portazo o bien decidas que es hora de cambiar ese corte de pelo que te acompaña desde hace más de una década, y te hace ver más parecida a Camila Parker Bowles que a Björk.

Porque todo lo que pasa mientras se recorre Chikismiqui tiene que ver con los sentidos. Consta de pocas palabras (algún reportaje, comentario de película, mensajito) y de mucha imagen envasada en fotografías, ilustraciones y piruetas del diseño. Exactamente lo que se propuso Marina Haller, hacedora de esta publicación independiente –independiente de cualquier apoyo económico formal–, alternativa –por su agenda temática– y autogestionada –”es recasera”, dice a Las 12–.

Una cita del curador Rafael Cippolini, ex editor de la revista Ramona, viene al caso: “Cada obra es un reformateo de tu visión del mundo. Cada artista materializa su forma de estar en este planeta. Esa forma se pone a disponibilidad del espectador en cada exhibición. Existen espectadores que realizan cosas maravillosas con estos materiales, ya que cada obra es un modelo para rearmar la sensibilidad y la astucia del espectador. Otros prefieren aburrirse, quedarse impávidos, escandalizarse o asustarse: ese es su goce”.

Bloggera de raza, Marina Haller (27) quiso volcar en sus manos y en las nuestras lo que encontraba en Internet. ¿Una forma de jerarquizar el contenido virtual o melancolía ante el fetichismo del papel? Chikismiqui no manda a las rotativas cualquier cosa sino bellos productos artísticos generados por otras chicas de cualquier lugar del mundo. Otras chicas que, como ella, no suelen tener espacio en los llamados grandes medios pero alborotan el semillero.

Pariente cercana de la revista Gataflora por su discurso, pariente lejana de la guía Wipe por su tamaño y por la forma de distribución, que también es gratuita, allí está ella. Con un diseño palermitano que las entendidas describen como “retromoderno” (lo de retro es por las reminiscencias a objetos y estilos gráficos de los años ¡80!) con una influencia, además, de la estética Hello Kitty por tanto corazón, pajarito, personaje de fantasía.

Hecha por mujeres de 20 y pico –y menos– que aunque hablen de princesas y de sapos y de recetas (de cocina) tienen una llamita adentro que pronto convertirá en cenizas esos patrones. El próximo número estará en la calle en marzo, y en su índice figura obra de la ilustradora inglesa Fifi Lapin, imágenes de la fotógrafa norteamericana de 14 años Olivia Bee y un perfil de una grafitera porteña PumPum. Se la consigue en Palermo Viejo, Centro, San Telmo, Belgrano, Colegiales. Lo que no entra en la edición, disponible en www.chikismiqui.com.ar

“Todo comienzo es duro”, se titula la carta editorial. Primer párrafo: “Aquel dicho fue lo primero que nos enseñaron en las clases de alemán en mi colegio. La frase me quedó grabada mientras toda la gramática que aprendí paulatinamente se iba disolviendo en la nada. Los comienzos no deberían ser nada duros. No deberían ser otra cosa que momentos más preciosos cuando intentas poner el primer ladrillo para consolidar alguno de los castillos en el aire que llevas años construyendo en la imaginación”.