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Viernes, 15 de mayo de 2009

He-man esta de vuelta

Marcelo Tinelli volvió con una banda de muchachos que recrean una despedida de soltero permanente, la revista Hombre propone devorarse a las amantes. Alejandro Fantino, Roberto Pettinato y Mario Pergolini son parte de una mirada masculina tan sexista como homogénea. Mientras que la publicidad de un desodorante juega con cavernícolas que pegan garrotes a las mujeres y una marca de jeans pregona “Volvamos al hombre, de a uno por vez”. ¿Un regreso al neomachismo, el machismo que nunca se fue o manotazos de ahogado de una masculinidad en extinción?

 Por Luciana Peker

El papá pingüino va a buscar el alimento cuando nacen los pingüinitos y la mamá se queda cuidando a la cría. Después, la mamá pingüina va a buscar el alimento y el papá se queda con los pingüinitos. “La pareja de pingüinos se hace cargo en forma alternativa de buscar el alimento y cuidar a sus pichones”, relata el libro de fauna autóctona El pingüino y su familia, de Editorial Colihue. Más allá de las fronteras nacionales –y de las metáforas político-pingüinísticas– también el auge del protagonismo pingüino (como en la película Happy Feet en donde se hace una alegoría a la posibilidad de tener deseos diferentes a los del resto de la tropa) despunta en la naturalidad de la democracia sexual para algunas especies. En el nuevo ciclo de Showmatch una parodia de Happy Feet fue el puntapié para presentar la casa del “Gran Cuñado” en alusión a un país gobernado por un pingüino y una pingüina. Sin embargo, lejos –lejísimo– del espíritu equitativo entre los sexos, el pingüinismo televisivo se ancla en la burla a las mujeres.

Pero ésa es una que sabemos todos (sí, y todas) y no es sólo eso. El tinellismo –con los muchachos que se hacían los gomas hace 20 años y que ahora se juntan como en una remake de un viaje a Bariloche– revaloriza la idea de barra que se junta para abrazarse, cargarse por el fútbol, presentarse minas y ver quién tiene el ala más larga. Ahora, todas las bailarinas están mucho más desvestidas que las ex T-nellys y no están ni una de las humoristas que pasaron por el equipo –como Mariana Brisky y Sandra Monteagudo– en el rejunte del viejo staff. Tinelli juega a ser un separado nerd al que Guillermo Francella le quiere presentar chicas. Y carga a Larry de Clay por una rivalidad futbolera –San Lorenzo vs Boca– con la pregunta “¿Dónde vas a estar el jueves?” y su respuesta (sin compartir el micrófono, en el ABC del glosario de la viveza criolla) “Yo con tu mujer”.

Y sí, hay que decirlo: como si la mujer –de Larry o de cualquiera– fuera un trofeo de caza para cargarse o burlarse entre amigos. ¿Amigos? “Vos no me querés”, le saca el brazo un Larry ofendido. El sketch vivencial es un prendedor del neomachismo televisivo que no sólo desnuda una imagen femenina siempre ninguneada, sino que también reflota una competencia masculina que no le hace bien a nadie. Nadie, son, también, ellos.

“Tinelli es una síntesis de lo más rancio y tóxico del machismo. Es el que la tiene más larga (más poder, más rating, más dinero) y los machos obedientes lo siguen, obedecen y celebran (en el estudio y en los livings de sus casas). Como en las manadas, se arrodillan y le ofrecen la cola al jefe en señal de obediencia. Y lo festejan y se ríen con él. Y comen de sus sobras. Y le temen. Y así será hasta que pierda el poder y hagan lo mismo con otro. Es la patota. Burlarse juntos de los más débiles, de las mujeres y, ahora, también de los chicos”, critica Sergio Sinay, autor del libro Conectados al vacío: soledad colectiva en la sociedad virtual.

El neomachismo ataca de nuevo

La vuelta de la muchachada tinellista no es el único signo para atrás en los pasos que dieron los varones por aflojarse el nudo de la corbata, arremangarse a cambiar algunos pañales y dejar caer viejos mandatos del deber ser masculino. La revista Hombre pone a Victoria Vanucci en tapa y titula “Lo que te devoraste Ogro” (en alusión a un supuesto romance de la símil vedette con el futbolista Cristian “Ogro” Fabbiani), ah, es “lo que te devoraste” porque en la foto se muestra la cola (el culo) de Vanina, “lo que se devoró” ni siquiera es ella, es su parte trasera.

No es que la expresión “comerse”, “devorarse” o “darle” a una mujer sonroje a alguien, sino que muestra una idea de la sexualidad que –cuando la liberación sexual permite que las mujeres disfruten– necesita seguir poniendo énfasis en un hombre depredador que es capaz de fagocitar a una señorita (y no, por ejemplo, encontrar cómo hacerla gozar).

En la cobertura –aburridísima por cierto– del partido de San Lorenzo el guiño del ex futbolista Alberto Acosta al notero el “Turco” Naim Sibara es “se te ve bien comido”, también en referencia al noviazgo de él con la actriz Emilia Attías. Basta de metáforas. “Triki por atriki”, informa el mensuario masculino que ya no sólo muestra desnudos sino que les explica a los hombres “cómo obtener entrega inmediata”. No placer: entrega. Que no es lo mismo.

Tampoco es igual que una revista para hombres sea una guía de erotismo resentido a que la idea de “darles” a las mujeres se haga un juego. Y violento. La marca de desodorantes Axe tenía un juego en donde un cavernícola les daba garrotazos a las mujeres para sumar puntos. Hay dinosaurios que no se extinguieron. La marca de autos Renault tiene en el aire una publicidad en la que una mujer se define por su posibilidad de parir y un varón busca su rito iniciático como hombre: ir a un prostíbulo y comprarse un auto serían, según la marca, las marcaciones por las que un muchacho se convierte en hombre. Esa palabra.

En el balance de las tandas del 2008 el periodista de Páginal12 Julián Gorodischer anunció “El final del reinado del varón metrosexual”. Y, este año, los modelos publicitarios se sacaron la crema humectante para volver a raspar, bien pinchudos. La marca de jeans Wrangler buscó en el oro perdido de la vieja masculinidad su filón marketinero. “Volvamos al hombre, de a uno por vez” dice el eslogan de la marcha atrás. El médico psicoterapeuta Carlos Alhadeff, autor del libro Confesiones de un machista arrepentido, tilda: “No creo que exista un neomachismo”, pero no porque piensa que el revaival es sólo una fantochada, sino porque nunca terminó de retroceder el macho de pelo en pecho. “El machismo es tan poderoso y ha tenido tanta permanencia que ni siquiera ha tenido que renovarse. ‘Volver al hombre’ significa retomar un poder que jamás se perdió. En una sola frase se dice que se ha sido magnánimo con las mujeres y que ya fue suficiente.”

Y por si todo esto se quedara corto (guay con ese temita), el actor Coco Silly (ver recuadro) encarna el grotesco de la ostentación del macho argentino explícito. “La persistencia de expresiones machistas no pueden dejar de plantearse la mayoría de las veces como irónicas. Y, a veces, esos planteos que quieren parecer irónicos terminan siendo idiotas”, subraya el investigador del Instituto Gino Germani Mario Pecheny. El define: “La masculinidad misógina no es tradicional, sino antediluviana” y cree que del embate tinellístico ’09 lo más grave es la falta de protección a los menores. “Me dio pena el trato con los chicos que bailan por un sueño. Nominarlos, calificarlos y –a esa edad– interpelarlos con sus novias, novios y sensualidad es una forma de violencia no sólo simbólica. En su ambigüedad, los chicos persiguen su sueño y, al tiempo que les da felicidad, eso los hace sufrir y los denigra”, califica.

Los enemigos invisibles del machismo: los (otros) hombres

“A las mujeres las perjudica el machismo porque las afecta con violencia de todo tipo. Pero al varón también porque tiene que competir con las reglas de juego de esa violencia con sus semejantes y eso no sólo reproduce cual círculo vicioso nuestras formas de ser, pensar, sentir y actuar, sino que los condiciona contra todo cambio posible. Y si lo cuestionas no sos un ‘hombre’ con todas las letras”, señala el politólogo Daniel Blinder, que el 30 de mayo convoca a un encuentro de la organización Varones por la Equidad en la Facultad de Ciencias Sociales para mostrar (y pensar) que los hombres no son todos iguales.

“Mamá ¿por qué siempre se les ve la cola a las mujeres? si los hombres están vestidos”, pregunta Matías, un chico de 7 años, mientras la tele prendida muestra el lugar de cola que tienen las mujeres en la idea de darle pum para arriba al viejo viejazo masculino. “El lugar que ocupa la mujer en su programa, en el fondo y como objeto, frente al varón rápido inteligente y vivo que quiere mostrar nos señala qué tipo de hombre propone: el de la cultura machista dominante”, delinea Blinder.

“El machismo perjudica en primer lugar a los varones porque hace de sus vidas existencias sin sentido y los convierte en depredadores que, además de dañar, se dañan. Los varones mueren entre cinco y diez años antes que las mujeres. Mueren intoxicados de machismo en accidentes, guerras, homicidios, peleas violentas, mueren de enfermedades orgánicas conectadas con la experiencia emocional del machismo (cáncer de colon, de próstata, de pulmón, úlceras). Se suicidan más que las mujeres y terminan sus existencias más solos que ellas porque no supieron construir vínculos reales”, plantea Sinay.

Alejandro Fantino hace gala de su experiencia en el arte del sexo grupal en la televisión nocturna y les recomienda a sus entrevistadas que escuchen las andanzas sexuales de sus novios porque “no hay nada peor que un hombre sin pasado”. Roberto Petinatto es más culto o cool –pero tuvo que ser citado por el Inadi por el humor sexista del Gato de Verdaguer– y Mario Pergolini se retiró de la televisión con un humor tan seudo inteligente como despectivo con las mujeres. Todos forman parte de una marea televisiva distinta entre sí pero uniforme a la hora de mostrarse como varones.

“El machismo perjudica a los varones al poner una vara imposible de alcanzar respecto de siempre poder y estar a la altura: sexualmente, laboralmente, económicamente y en lo que sea. La frustración produce sufrimiento e impotencia y puede llevar a comportamientos agresivos o autoagresivos”, observa Pecheny. El investigador, sin embargo, plantea un polémico machismo positivo: “Pero el machismo como una ‘sensación de felicidad de ser varón’ no es condenable ni indeseable. A muchos chicos, adolescentes, jóvenes, adultos y viejos el ‘ser varón’ y ‘hacer cosas de varones’ y entre varones –lo cual implica posicionarse respecto de las mujeres, cual benditas enemigas– los hace felices y enhorabuena”.

“No creo que se trate de neomachismo, sino del machismo de siempre, que sigue siendo el modelo hegemónico en la conformación de la identidad masculina”, subraya Sinay, también autor del libro La masculinidad tóxica. “Si hay un auge de mensajes publicitarios y mediáticos que apuntan hacia ese lugar es porque ahí está el núcleo más fuerte del mercado. Esta publicidad sexista y tóxicamente machista es la de siempre. Como el escorpión, a veces se disfraza y habla de hombres suaves, tiernos o sensibles, pero lo hace sólo cuando se trata de abrir algún nicho nuevo en el mercado (cosméticos, ropa, alimentos light, etc.) y luego vuelve a su naturaleza. Si esta publicidad perversa tiene éxito es porque el machismo prevalece como modelo que le asegura al varón ser reconocido socialmente. Es el modelo que prevalece en la política, en los negocios, en los deportes, en la forma criminal y suicida de conducir autos, en la manera de practicar deportes, en la conducta sexual, en la distancia emocional con los hijos y en las relaciones con las mujeres.”

“Creo que lo que se está haciendo no es volver al hombre, sino volver al macho o más que volver aferrarse a ese modelo. Ser hombre es otra cosa –diferencia Sinay–. Requiere testosterona espiritual, coraje emocional para decir que no a los mandatos tóxicos, autenticidad para manifestarse emocional y afectivamente a través de un modelo propio (no femenino y no antagónico al femenino), inspiración para explorar el mundo interno y ser lo que se es y no ser lo que hace (hasta hoy la gran mayoría de los varones se sigue definiendo por su productividad, por su hacer, por eso cuando hay crisis pierden trabajos o quiebran sus emprendimientos económicos, quedan reducidos a nada, dejan de ser, no existen ni siquiera sexualmente). Para ser macho sólo hay que ser obediente, seguir la manada. Para ser hombre se requiere un coraje profundo, que no nace de los genitales, como el ‘coraje’ machista. La naturaleza real del varón está escondida, a la espera de ser explorada y reivindicada.”

El neosexual

Uno de los pilares del feminismo fue interpelar la existencia del instinto maternal en las mujeres. Sin embargo, la marca Axe asegura –en base a una encuesta realizada a mujeres de 14 países– que “el instinto masculino está de vuelta” y anuncian la llegada del neosexual, que, porsu, no quiere usar un jaboncito de mujer (rechaza casarse, tener una bombacha colgada en la canilla y todas esas supuestas pestes rosas) para comprarse sus propios productos en el supermercado como el –oh, estudios de mercado– Axe Instinct. Según esta encuesta, los varones tienen que recuperar aspectos más rústicos, ser fuertes, decididos y responder a su instinto a la hora de tener sexo y ser más viriles. ¿Liberación masculina o bajos instintos?

Ni los dinosaurios eran tan machistas

“El cuidado paternal de las aves tiene origen en los dinosaurios” es el artículo publicado en la revista Science, de diciembre del 2008, en donde se cuenta cómo sólo los machos de Tiranosaurios Rex o Carnotaurus cuidaban los huevos de sus crías. A través de diferentes reconstrucciones los investigadores llegan a la conclusión de que “los progenitores responsables del cuidado de los huevos, que ponían las hembras, eran machos”. No hay una asociación directa entre la naturaleza –menos prehistórica– y la realidad. Pero ni en la era jurásica la idea del macho era tan machista como en la televisión y la publicidad actual. Al menos, para los dinosaurios lo importante no era poner huevos, sino cuidarlos.

La pingüino

La semana estuvo marcada por las imitaciones de políticos/as en la casa de “Gran Cuñado” de Showmatch. El facilismo machista hizo que (de todas las humoradas y críticas posibles al Gobierno) la saña de los humoristas de Tinelli estuvo puesta –casi exclusivamente– en la supuesta debilidad del poder de Cristina o, explícitamente, en la idea que el poder no lo tiene ella, sino su marido, Néstor Kirchner. En el primer programa, por ejemplo, no se aludió al cuestionamiento por las listas testimoniales, pero sí se hizo decir al imitador de Néstor que Cristina era él mismo y se acusó a la Presidenta de ejercer una función testimonial “porque no gobierna ella, sino su marido”, en boca de la doble de Lilita Carrió.

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