Viernes, 17 de julio de 2009 | Hoy
ENTREVISTA
Entre el grupo de costumbres consideradas “naturales”, las tareas de cuidado probablemente sean las menos visibles en relación con su importancia y las más marcadas por la división sexual del trabajo. “La economía política y social del cuidado” es un proyecto de investigación en curso a cargo de las sociólogas Eleonor Faur y Elizabeth Jelin y la economista Valeria Esquivel, que busca desentrañar las diversas aristas del cuidado desde las condiciones del mercado laboral, la familia, la distribución del tiempo de varones y mujeres, y el desarrollo de políticas públicas que lo regulan por acción u omisión.
Por Natali Schejtman
El ambicioso proyecto está siendo realizado por un acuerdo institucional entre Unicef, el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa). La socióloga Eleonor Faur –responsable de la oficina del Unfpa en la Argentina– y la economista Valeria Esquivel –investigadora docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento– están a cargo de investigar el caso argentino en un trabajo del Instituto de Investigación para el Desarrollo Social de Naciones Unidas (Unrisd) sobre el cuidado como tema central del bienestar. Esquivel, además, es autora del libro Uso del Tiempo en Buenos Aires, basado en la Encuesta de la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires. En tanto, Elizabeth Jelin, investigadora del Conicet que ha escrito sobre sociología de familia, género y feminismo, entre otras cosas, forma parte del comité académico asesor del proyecto de Unrisd a nivel mundial.
Las tres, vinculadas por experiencia e intereses desde hace años, están ahora involucradas en un trabajo exhaustivo que arroja los primeros resultados parciales y distintas líneas para pensar las desigualdades de género vinculadas a los cuidados.
Elizabeth Jelin: –Hay una base biológica que tiene que ver con que las mujeres amamantan. En algunas de las viejas explicaciones de los orígenes de la humanidad se interpretó que en las sociedades de recolectores, los hombres solían salir de caza más lejos y las mujeres tenían que quedarse cerca porque tenían que amamantar a los chicos. Entonces, las mujeres hacían la recolección de los frutos de los árboles. Cuando empezó a practicarse la agricultura, de nuevo las mujeres se ocuparon de las tareas más cercanas y los hombres de las más lejanas. Esa es una de las interpretaciones sobre los orígenes de la división sexual del trabajo que aparece en la literatura sobre el tema. Pero hay aquí siglos y siglos de cristalización de una división que ubica a las mujeres en lo doméstico o en el mundo más cercano y cotidiano, y a los hombres haciendo las tareas que implican más movilización.
Valeria Esquivel: –Además, esta división sexual del trabajo se pone en cuestión justamente cuando un número creciente las mujeres se incorpora al mercado de trabajo. Desde la economía feminista, se cuestiona también la división entre el “afuera” productivo y remunerado, y el ámbito doméstico, reproductivo y asociado a la provisión de cuidados, no remunerado.
E. J.: –El otro desarrollo relativo al cuidado es el de las modalidades del estado benefactor. Uno puede tomar Suecia quizás como un paradigma. Suecia incorporó una legislación igualitaria de género en la década del ’70. No era necesariamente para abolir las fronteras de género en las tareas de cuidado, sino para lo que se podría llamar “desfamiliarizar” parte del cuidado ¿con qué? Con dos medidas básicas: guarderías disponibles para toda la población de niños, y licencias de materpaternidad en los nacimientos. Se juntan los efectos de lo que está pasando en el mercado de trabajo, lo que está pasando en la teoría, en el desarrollo de las ideas feministas, y lo que está pasando en las políticas sociales.
Eleonor Faur: –Claro. Incluso cuando el cuidado queda relegado al espacio doméstico, se puede encontrar un tipo de regulación estatal. Por ejemplo, cuando sin colocar al cuidado en el centro de la provisión de bienestar, se asigna esa función a la familia, sobre todo a las mujeres de la familia. Ahora, que ése sea el espacio único donde se cuida también es una construcción.
En base a lo que vienen investigando: ¿es claro que cuando una mujer sale a trabajar, otra entra a reemplazarla en sus actividades de cuidado?
E. F.: –Hay algunas preguntas que nos hacemos y que todavía son parte de la investigación en curso. Una de las preguntas es: ¿siempre son las mujeres quienes cuidan? Y si siempre son las mujeres las que cuidan, ¿siempre cuidan dentro de la casa? Y ahí se puede ubicar tu pregunta: ¿cuando una mujer sale, entra otra? Sea la madre de esa mujer, la hermana o –en un porcentaje mucho menor y acotado a determinados sectores socioeconómicos– una empleada de servicio doméstico.
V. E.: –En la Encuesta de Uso del Tiempo en la ciudad de Buenos Aires, cuando mirás el trabajo doméstico en lo que no es cuidado directo, si no las tareas domésticas, varones y mujeres que viven solos hacen más o menos lo mismo. En el caso de las mujeres, ése es el tipo de hogar en el que menos tiempo dedican a tareas domésticas, mientras que en el caso de los varones, ese es el tipo de hogar en el que más tiempo dedican. Cuando mujeres y varones viven en pareja, con o sin hijos, o en hogares extensos, en las mujeres aumenta el tiempo dedicado a las tareas domésticas y en los varones disminuye.
E. J.: –Por otro lado, cuando pensamos en cuidado, con el envejecimiento de la población, está el tema del cuidado de los viejos y de las viejas. Más que nada de las viejas, porque la expectativa de vida de las mujeres es mucho más alta que la de los varones. Entonces allí entra otra dinámica, que habría que ponerse a estudiar, pero que tiene que ver con esta otra lógica de cuidado. Es probable que en parejas la nuera se ocupe más de la suegra que el hijo.
E. F.: –Hay distintas líneas. Por un lado, hay cuestiones que se ponen en práctica en el terreno privado, familiar. Por otro, algunas investigaciones previas muestran cómo las políticas inciden también en cierta construcción de a quiénes se asigna la función del cuidado dentro de las familias. A partir de allí podríamos preguntarnos: ¿cuál es el tipo de sociedad y de relaciones de género que se promueven con cierto tipo de regulación? Por poner un ejemplo importante, la legislación sobre guarderías en empresas del sector privado todavía está vinculada al trabajo de mujeres. Si un hombre trabaja en una empresa en la cual existe este servicio, por ley no podría acceder. Eso expresa un formato normativo muy fuerte.
V. E.: –En la encuesta se ve que los padres de niños y adolescentes cuidan en proporciones relativamente elevadas, pero durante menos tiempo que las madres y más tarde en el día, porque terminan más tarde sus jornadas laborales. Con lo cual aparece una suerte de patrón de responsabilidad primaria de las madres, y de responsabilidad secundaria de los padres.
E. J.: –En las reuniones del proyecto Unrisd se aprende mucho de cómo otros países están llevando adelante sus políticas públicas que regulan directamente, o que por omisión también regulan. Yo hice un pequeño trabajo sobre Suecia. Allí, en realidad, las políticas públicas vinieron por el lado de buscar la igualdad de género; el cuidado es consecuencia de la política de igualdad de género. En Suecia, las licencias por materpaternidad las pueden elegir madres y padres, pero el ochenta y cinco por ciento de los días de licencia lo toman las mujeres. Hubo después un cambio de política: en función de considerar el bienestar de los chicos, se pensó que necesitan vínculos con los padres varones. Entonces ahora los padres varones tienen un mes de licencia por año para tener un vínculo directo con sus hijos como incentivo a un rol más activo de la paternidad, porque lo que se ha demostrado es que a pesar de treinta y cinco años de políticas de igualdad de género, no hay igualdad de género en las tareas de cuidado. En Suiza, por ejemplo, los viejos han tenido bastante poder político, es una sociedad bastante envejecida. Entonces hay mucha provisión de políticas públicas y de residencias para viejos. En cambio, los chicos no tuvieron el mismo peso político. Las políticas de cuidado o las políticas educativas en Suiza son tales que los chicos tienen intervalo al mediodía para ir a comer, por ejemplo. Eso limita la jornada laboral de las mujeres y entonces las mujeres que quieren tener una vida laboral satisfactoria no tienen hijos.
V. E.: –Un aspecto importante sobre la legislación laboral es, además, su grado de cumplimiento. En nuestra legislación existe la licencia por maternidad remunerada. Pero cuando una ocupada está en negro, difícilmente pueda sostener su puesto y acceder a esta licencia. Por otro lado, hay ciertas ocupaciones que, ya sea por sus horarios o por lo extenso de la jornada laboral, parecieran requerir una disponibilidad constante incompatible con las responsabilidades de cuidado. Entonces, lo que habría que cuestionar es el supuesto de un trabajador o trabajadora ideal, sin responsabilidades de cuidado.
E. J.: –En realidad, casi todos los temas que estamos hablando se dan de manera muy diferente por clases sociales. Me parece que ahí hay uno de los ejes importantes en la investigación. Y lo estamos trabajando de manera muy explícita.
E. F.: –De hecho, una de las partes del proyecto es el complemento de la Encuesta de Uso del Tiempo en algunos barrios con población con más bajos ingresos para ver cuáles son las estrategias de cuidado, cómo diferentes conformaciones de hogares generan también distintas estrategias. Hay una diversidad de formas y de situaciones y ésa es una de las riquezas de esta investigación: ir produciendo más información que en definitiva buscamos que sea útil para fortalecer las políticas públicas.
V. E.: –Hay algunas diferencias interesantes. En los debates de los países centrales, la idea del cuidado de niños aparece como una suerte de lujo, que se da más en los sectores acomodados. En cambio, en nuestra investigación, vemos que entre las madres, las que más tiempo dedican al cuidado de niños son las mujeres de hogares pobres. ¿Por qué? No porque los padres en estos hogares cuiden menos (en realidad, no hay diferencias en el grupo de los padres con respecto al nivel de ingresos de los hogares), sino porque en los hogares pobres hay menos posibilidades de encontrar sustitutos para estos cuidados.
E. F.: –Lo que nosotras estamos proponiendo como parte del proyecto es la idea de la intersectorialidad necesaria para abordar el tema del cuidado, que el cuidado no está solo en las familias, tampoco está solo en las guarderías, ni tampoco está solo en los centros de desarrollo infantil, ni solo en las escuelas.
E. J.: –Esta es una sociedad muy maternalista. Hay otras sociedades que no lo son tanto. Entonces hay mucha expectativa y parecería que todas las otras formas de cuidado tienen que medirse en relación con lo que hace una madre. Y en realidad, hay madres buenas y hay madres malas, no hay una sola madre. Entonces, surgen preguntas: ¿es peor cuando cuida un padre que cuando cuida una madre?, ¿y la abuela es mejor que la empleada doméstica? Yo recuerdo haber leído un artículo en un diario inglés en el que hacían un análisis de los casos de chicos chiquitos en donde la mamá tiene que salir a trabajar, este era el lenguaje, y entonces son cuidados por las abuelas o en guarderías. La pregunta de esa investigación tenía que ver con qué es mejor, si las abuelas o las guarderías. Y mostraban que en habilidades sociales era mejor la guardería, en habilidades lingüísticas mejor la abuela porque les hablan más. Era para reírse.
E. F.: –Probablemente sea importante que estos temas de investigación suelen preocuparnos o interesarnos más a las mujeres. Entonces, encontrar entre nuestros colegas en Unicef y en el Unfpa varones que están pensando en este tema, o están interesados por conocer los resultados de la investigación, es importante, porque son pequeños cambios, pero significativos.
E. J.: –Yo diría que una de las pruebas del interés por parte de los hombres la vamos a tener cuando demos el seminario en el mes de agosto sobre estos temas en el doctorado. Vamos a ver en agosto cuánto interés despierta en los hombres un seminario de doctorado sobre cuidado.
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