Viernes, 17 de julio de 2009 | Hoy
INTERNACIONALES
El derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y el derecho a la libertad y la diversidad sexual también están en peligro desde que el golpe militar derrocó al presidente hondureño Manuel Zelaya, quien, entre otras cosas, había vetado una ley que prohibía la anticoncepción de emergencia. Reunidas en un mismo frente de resistencia, las mujeres feministas denuncian lo que vendrá si el gobierno de facto se perpetúa.
Por Milagros Belgrano Rawson
Este martes, los colectivos y asociaciones de mujeres que desde el golpe contra el presidente Manuel Zelaya se han unido bajo el nombre de “Feministas en Resistencia” tomaron la sede del Instituto Nacional de la Mujer (INAM), en Tegucigalpa, para repudiar el nombramiento de María Martha Díaz Velázquez como ministra del Gobierno de Roberto Micheletti. Cercana a los sectores golpistas, se la considera sin sensibilidad para con los derechos de las mujeres. Paradójicamente, durante el gobierno del presidente Carlos Flores Facussé, vinculado a los sectores que luego derrocarían a Zelaya, Díaz fue directora de la Oficina Gubernamental de la Mujer, hoy INAM. Dirigente de las marchas de “los de blanco”, como se visten los que apoyan a Micheletti, Díaz es además considerada una traidora a la causa de las mujeres, las mismas que la defendieron hace 15 años. Involucrada en una causa de venta de pasaportes hondureños a ciudadanos chinos, Díaz Vázquez fue arrestada a mediados de los ’90 en Estados Unidos por violar los acuerdos de tenencia de sus tres hijos. Se trataba de una maniobra de su ex esposo, que buscaba con su detención que la madre de sus hijos no testificara en su contra en el escándalo de corrupción que lo alcanzaba a él y altos funcionarios. Fue en esos momentos, cuando Díaz recibió el apoyo del Movimiento de Mujeres por la Paz Visitación Padilla, llamado así en honor a la primera periodista hondureña, quien tuvo un activo rol en contra de las compañías fruteras estadounidenses que convirtieron al país en una república bananera a principios del siglo XX. En una campaña organizada por este movimiento, más de 500 personalidades firmaron cartas de solidaridad hacia Díaz, quien 15 años más tarde es repudiada por el feminismo local por sus vínculos con el golpismo.
En el caótico contexto político hondureño, las mujeres se han manifestado, aunque por supuesto no como un colectivo homogéneo, ya que para eso hace falta más que la identificación sexual o de género. Mientras aquellas vinculadas con la izquierda y el feminismo han hecho pública su oposición al golpe, otras han optado por permanecer al margen. El movimiento Visitación Padilla, considerado amablemente como “pragmático” por algunos –se lo acusa de haber recibido dinero y puestos de sectores de la derecha e incluso de haber participado en la corriente de opinión que alimentó el golpe– se pronunció tibiamente en contra del derrocamiento de Zelaya a fines de junio, pero desde entonces ha estado ausente en las manifestaciones por el reestablecimiento del orden democrático. Entretanto, varias mujeres de la clase alta y la dirigencia hondureña han manifestado su adhesión a Micheletti. Como presidente del Congreso Nacional, cargo que detentó hasta el 28 de junio, el actual presidente de facto contaba con un importante número de seguidores en las dos cámaras. Entre ellos figuran varias diputadas como Marcia Villeda, vicepresidenta del Parlamento, y la legisladora y flamante vicecanciller Marta Lorena Casco. Esta última tuvo un activo rol en la aprobación de la ley que prohíbe las pastillas anticonceptivas de emergencia (PAE), sancionada en abril pasado y vetada casi inmediatamente por Zelaya, quien tuvo en cuenta los reclamos de los grupos de mujeres del país y los acuerdos internacionales en materia de libertades individuales mencionados en la Constitución. “No creo que Zelaya sea un hombre cercano al feminismo, pero ese veto representó su posicionamiento más importante en cuanto a los derechos de las mujeres. Por supuesto, ésa no fue la razón principal del golpe, pero sí influyó en los acontecimientos posteriores”, afirmaba a Las 12 la poeta y feminista Melissa Cardoza minutos antes de partir al “plantón” que varias mujeres hicieron frente al INAM en rechazo a Díaz. Según Cardoza, los sectores golpistas tienen “una actitud inquisitorial contra la libertad y diversidad sexual y la autonomía del cuerpo. Para que veas en qué términos plantean la discusión, el lema del golpe es ‘porque los buenos somos más’. Se trata de una cuestión de moral cristiana”, indica Cardoza. En esa cruzada, la religión ha tomado un rol preponderante. De hecho, el golpe al gobierno de Zelaya contó con la bendición del cardenal Oscar Andrés Rodríguez, la Confraternidad de Iglesias Evangélicas, el Opus Dei y algunos sectores de la comunidad judía. “El discurso teológico ha sido similar al discurso golpista. Ambos invitan al diálogo y a la paz sin restituir el orden constitucional. A la Constitución rogando y con la culata dando”, explicaba hace unos días al diario mexicano La Jornada Juan Almendares, ex rector de la Universidad Autónoma de Honduras. De todos modos, observaba este diario, no todos los líderes religiosos han apoyado el golpe. Tanto el Movimiento Cristiano Popular como el Consejo Diocesano de Pastoral de la Diócesis de Santa Rosa de Copán –al menos durante los primeros días que siguieron al golpe– se manifestaron contra el nuevo Poder Ejecutivo.
En este contexto, las feministas aseguran ser perseguidas. “Están vigilando a las compañeras”, denuncia Cardoza, que no teme dar su nombre pero toma algunos recaudos de seguridad al desplazarse por Tegucigalpa durante las manifestaciones contra el golpe que se suceden desde el 28 de junio pasado. Mientras, dos programas de radio conducidos por feministas fueron censurados en la Radio Cadena Voces. Pero lo que más temen estas agrupaciones son los próximos pasos del gobierno de Micheletti en torno de los derechos de las mujeres. Casi todas dan por descontado que anulará el veto a la prohibición de la PAE, el único método que puede prevenir un embarazo producto de una violación. A esta prohibición y a la derogación, en 1997, de los artículos del Código Penal que despenalizaban el aborto, se suma una ola de violencia hacia los transexuales. Desde 2004, al menos una veintena de trabajadoras sexuales transgénero fueron asesinadas en Tegucigalpa, otras han sido golpeadas y violadas en episodios que involucran a la policía. “Los sectores que llamamos fundamentalistas no consideran que somos personas, y digo ‘somos’ porque yo también formo parte de esta disidencia, aunque hablo por mí y no en nombre de ninguna agrupación en particular”, denuncia Cardoza, cercana a agrupaciones lésbicas de su país. Sin embargo, se muestra convencida de que pronto el orden constitucional será reestablecido. “Viví nueve años en México, pero volví a Honduras porque a pesar de estos cabrones, éste es un país muy bonito y vale la pena luchar por él.”
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