Viernes, 17 de julio de 2009 | Hoy
EL MEGáFONO)))
Por Marta Antunez *
El deporte siempre fue una actividad de varones. Pero todavía es casi imposible unificar los temas de género y los de deporte, ya que las dificultades son explícitas: los estudios referidos al deporte soslayan la participación de las mujeres y, de la misma manera, los estudios de género no trabajan sobre el deporte. Aún hoy, mujeres inteligentes, estudiosas, políticas, científicas brillantes, repiten la frase “yo, de deporte no sé nada”, una afirmación que cumple a rajatabla el mandato patriarcal que desde hace 100 años se nos hace carne en el cuerpo y palabra en el intelecto. Y peor aún, lo creen y defienden con una postura que sostiene que lo suyo es el intelecto y que nunca fueron “buenas” en los deportes. Quedan así, fuera de nuestra mirada, las actividades llevadas adelante por mujeres fuera de las pautas patriarcales que reservan algunos deportes para los varones de manera casi exclusiva, sobre todo en cuanto al fomento y la profesionalización.
Llamativamente, las actividades que las mujeres fueron haciendo propias por fuera de estos patrones son aquellas catalogadas como “masculinas”: en nuestras latitudes, el fútbol; pero el fútbol como juego, como deporte y no como espectáculo. Las mujeres en el fútbol son casi rehenes de un poder deportivo que cuando no las ignora, las combate, privándolas del derecho al juego, a la organización, al ingreso en el mercado, a direcciones técnicas, a elaboración de políticas adecuadas, a visibilidad de acciones positivas. La discriminación y la omisión de las jugadoras surge de esta problemática. El desarrollo del fútbol es absolutamente “clandestino”. Existe por fuera de organismos, tanto deportivos como estatales. No sólo es objeto de abandono, sino también se carga de mitos, estereotipos y acciones que impiden tanto su desenvolvimiento como la incorporación de las niñas y adolescentes a la actividad. De esta manera, queda limitada la apropiación del deporte, el juego y el disfrute por parte de ellas. Estos mitos y mandatos son defendidos tanto por varones como por mujeres. Aquellas que sostienen que no saben de deporte son parte de esta falta de solidaridad de género que tanto se necesita para lograr un verdadero derecho.
Es verdad que a los varones “viriles” del deporte les salió redondo eso de que para ingresar a su mundo debían conocer la formación del equipo campeón de la B Nacional, en qué minuto se hizo el primer gol y cuántos penales “se comió” tal arquero. Así fueron disfrazando y protegiendo su coto masculino. Así escondieron tras la palabra deporte lo más maravilloso del juego, del disfrute, del cuerpo en movimiento, del compartir con amigos; entre los que están los pataduras, los gordos, los que juegan porque sí o los que se matan por ganar.
¿Y las mujeres? Defendamos el derecho a que nuestras niñas jueguen, vivan su cuerpo y se formen en libertades de movimiento, de disfrute y de sus propias decisiones: no con las impuestas por el poder patriarcal que selecciona a quienes son “buenas”. En tanto las mujeres no lo tomemos como un derecho, el deporte seguirá siendo el último bastión del patriarcado.
* Ex atleta y profesora del Consejo Nacional del Deporte y las Mujeres.
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