Viernes, 31 de julio de 2009 | Hoy
En Argentina se realizan alrededor de 500.000 abortos clandestinos y, al menos, fallecen 100 mujeres por año y tienen lesiones o enfermedades 68.000 adolescentes, jóvenes o adultas. Por eso, el grupo Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto decidió pasar a la acción y crear la línea telefónica “Más información, menos riesgos”, donde se va a brindar información completa y en forma comprensible sobre abortos medicamentosos para intentar evitar que la mortalidad materna en Argentina siga en crecimiento.
Por Luciana Peker
“Lo que me acuerdo como terrible fue que la médica que me atendió no dejó que me acompañara nadie. Fui sola y mi mamá y mi amiga estaban esperando en la esquina en un café. Mi pareja no fue porque no estuvo de acuerdo con mi decisión. El asunto es que una vez abortada, la anestesia me dejó muy descompuesta y no podía recuperarme, estaba demasiado boleada, como el peor borracho sin casi poder sostenerme en pie y la insensible de la médica me apuró y me dijo que me fuera como sea. Así llegué al encuentro de mi mamá: sosteniéndome de las paredes y vomitando cada tres pasos”, recuerda Gimena, de un aborto que ya pasó hace más de 15 años, antes de que nacieran su hijo de 14 y su hija de 12, antes que la adolescencia traspasara sus fronteras y que sigue generando en ella un silencio continuo que cuando estalla le da náuseas y la regresa al maltrato de la clandestinidad.
Gimena no integró la lista de mujeres que fallecen cada año por un aborto clandestino. Tampoco quedó infértil o con una infección. Pero, como si el tiempo no pasara, en una sociedad que le ha puesto dinamismo al sexo, salvo a la posibilidad de no morir por tener sexo, el drama de Gimena no deja de repetirse. Ella se salvó y ni siquiera integró las estadísticas del Ministerio de Salud que indican que, actualmente, una de cada 530 mujeres tienen riesgo de morir por causas relacionadas con el embarazo, el parto o la maternidad, que 4,4 mujeres –cada diez mil nacidos vivos– fallecen a causa de la mortalidad materna (y en el 24,2 por ciento de los casos por embarazos terminados en abortos) y que, por cada embarazada que pierde la vida, 20 mujeres sufren enfermedades o lesiones a causa de la clandestinidad del aborto.
Gimena ni siquiera estuvo ni está en la lista de efectos colaterales del silencio, la opresión, la vergüenza, la ilegalidad y el maltrato que rodean al aborto. Pero, igualmente, quedó dañada, no por su propia decisión de postergar una maternidad que no podía sostener como no podía sostenerse a ella misma después del aborto, sino por el abuso de poder y la inseguridad de la ilegalidad del aborto en la Argentina. En estos años, de todos modos, algo sí cambió: irrumpió la opción de abortar a través de medicamentos. Sin embargo, la falta de conserjerías pre y post aborto –como ya existen en los hospitales de Uruguay– hace que, según el testimonio de muchas jóvenes, las pastillas se vendan en la clandestinidad o en las farmacias pero sin un asesoramiento claro y contenedor. Por eso, el miedo, los tabúes, los prejuicios y la falta de accesibilidad a servicios amigables no logran bajar ni las muertes ni las consecuencias de los abortos.
La Argentina tendría que reducir 3/4 la mortalidad materna en el 2015, según se comprometió con las Naciones Unidas. Pero, por los indicadores actuales, no va a lograrlo. Y, llamativamente, las consecuencias del aborto tienen el doble de incidencia (en las cifras de mortalidad materna) en la Argentina que en el resto de Latinoamérica, según cifras oficiales. Y no sólo las estadísticas empujan al abismo del drama. También las que –simple y desbordadamente– angustian.
“¿Qué hago?”, pregunta una psicóloga de 35 años que ya tiene un hijo de 5 y un marido con otros tres hijos y no tiene espacio para un nuevo bebé. Aun con dinero, información y formación el misterio es un fantasma que duele. Y las preguntan aúllan en el cuerpo desamparado en el baño. “¿Cómo se hace?” ¿Cuánto tengo que sangrar para ir al médico? ¿Me van a mirar con cara de que soy una bruja? ¿Cómo sé si tengo una infección?”, pregunta ella –ni siquiera parte de un sector vulnerable que está todavía más lejos de poder comprar un medicamento, de ser respetada en un hospital, de ser escuchada por amigas o compañeros y de ser acompañada en un proceso que puede aliviar pero que, casi nunca, es sencillo–.
Por eso, las Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto irrumpieron con un cuestionamiento: “¿Quién puede monopolizar el conocimiento?” Y decidieron pasar a la acción de la palabra y responderle a otras mujeres sus dudas. “Mantener a las mujeres alejadas del conocimiento sobre modos de abortar en forma segura es discriminatorio y es condenarlas a morir por falta de información. El uso de medicamentos para realizar abortos seguros, principalmente con misoprostol y mifepristone, lleva más de veinte años como práctica establecida y es recomendado por la Organización Mundial de la Salud y otros organismos por su eficacia y bajo riesgo de muerte y complicaciones cuando se realiza con el método correcto. En nuestro país, el misoprostol es usado cotidianamente por profesionales de la salud para realizar abortos seguros y otros procedimientos”, informan.
“A pesar de que el aborto con medicamentos en sus diferentes variantes es ampliamente recomendado por médic@s en todo el mundo, y de que millones de mujeres han usado este método satisfactoriamente, muchas mujeres, en especial las más pobres y las más jóvenes, no saben que este método existe. Las que saben, suelen obtener información confusa e incompleta. Y, por eso, ejercemos nuestro derecho al conocimiento sobre cómo abortar en forma más segura sin distinción de clase, raza, sexo, orientación sexual, etnia, edad, capacidades físicas o mentales o nacionalidad”, sostiene el comunicado de las mujeres que van a sostener la línea (011-156-664-7070) “Más información, menos riesgos un proyecto financiado por las organizaciones Women on Waves y XminusY que ya funciona, por ejemplo, en Ecuador. Dos de las activistas que van a poner la voluntad y la voz en el teléfono son la trabajadora social Verónica Marzano y la bióloga María Luisa Peralta, que conversaron con Las/12 sobre esta iniciativa que busca no dejar que la sangre corra sola.
Verónica Marzano: –La línea va a brindar información sobre cómo se utiliza el misoprostol, que es un procedimiento barato y no invasivo, en forma segura, según lo recomienda la Organización Mundial de la Salud que tiene un manual que se llama Aborto sin riesgo que es de acceso público y que se utiliza también en lugares donde el aborto es ilegal.
María Luisa Peralta: –También lo recomienda la Federación Latinoamericana de Obstetricia y Ginecología y otras organizaciones. Ya está muy aceptado que el estándar básico de atención debería incluir el aborto con medicamentos.
María Luisa: –Todo el aborto en condiciones legales y buenas condiciones médicas e higiénicas es una práctica segura y tiene muy poco riesgo. El problema con el aborto quirúrgico es que donde está clandestinizado son muy pocas las mujeres que tienen la plata suficiente para pagar un aborto seguro. Cuando es legal, los dos métodos son seguros, pero, en la ilegalidad, es mucho más seguro utilizar medicamentos al método quirúrgico. Además, muchas mujeres lo prefieren porque es más natural, se compara a un aborto espontáneo, no es invasivo y lo manejan ellas.
Verónica: –Además es un método muy seguro hasta las 12 semanas.
María Luisa: –El misoprostol tiene una gran cantidad de aplicaciones obstétricas que se hacen de rutina, en el uso cotidiano, como inducir o facilitar partos en donde se busca que nazca un bebé.
Verónica: –El misoprostol está recomendado por la guía de atención post aborto. Y, además, es de uso común en la obstetricia, por ejemplo, como para facilitar los partos a término, desde hace veinte años. También regula las hemorragias después del nacimiento del bebé. Los profesionales de la salud lo usan para muchas cosas.
María Luisa: –Además, nosotras tenemos una premisa. Las mujeres van a abortar igual. Sin el misoprostol hay más riesgos para las mujeres, pero no menos abortos.
Verónica: –Es imposible sacar de la venta el misoprostol salvo con argumentos muy conservadores –que rocen lo antidemocrático–, porque para la OMS es un medicamento esencial como el ibuprofeno o la penicilina.
María Luisa: –Seguro que si no existiera el misoprostol habría más muertes. El problema es que hoy se usa mal porque la información es incompleta y confusa. Sin dudas, que con buena información bajarían las tasas de mortalidad materna.
Verónica: –El misoprostol es absolutamente eficaz. El 1 por ciento de las mujeres que tienen un aborto inducido por misoprostol tienen problemas que no son de riesgo de muerte. En Argentina las mujeres se mueren por ignorancia. Porque no debería haber muertes por aborto.
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