Viernes, 25 de septiembre de 2009 | Hoy
El debate sobre la despenalización del aborto logró colarse en la agenda pública a través de dos actividades realizadas a las puertas mismas de ámbitos legislativos, allí donde esta discusión podría tener un correlato efectivo sobre la vida de las mujeres. La primera, organizada dentro del Congreso de la Nación por Católicas por el Derecho a Decidir, hizo oír fuerte y clara la voz de la ministra de la Corte Suprema Carmen Argibay a favor del derecho a decidir de cada mujer. La segunda fue un balance: la línea de información sobre aborto medicamentoso contó sólo en un mes una llamada cada media hora pidiendo asesoramiento sobre la forma más segura de interrumpir un embarazo. Mientras en Argentina los índices de mortalidad de gestantes hablan con vergüenza de casi 350 muertes por año, aquí, Jefferson Drezett, director de un centro de salud dedicado a la atención de abortos legales en Brasil muestra sus cifras: en 15 años de trabajo no hubo una sola complicación por aborto. Con ese solo dato debería ser suficiente: el debate sobre el acceso al aborto es urgente.
“No defiendo el aborto, no soy abortista ni ando persiguiendo a las mujeres embarazadas para que aborten –enfatizó Argibay–, pero las complicaciones por abortos clandestinos en los sectores más humildes de la sociedad son una causa de muerte materna muy alta en nuestro país. Es una tragedia.” Y recordó, como si aún fuera necesario refrescar cuáles son los ejes perentorios del debate, “que esto tiene que ver con la igualdad, la dignidad y la libertad de elegir de las mujeres”.
La ministra de la Corte Suprema ya se había pronunciado en contra de toda forma de violencia contra las mujeres y a favor “de una profunda discusión” el 16 de septiembre último, en el marco del seminario internacional “Avances y asignaturas pendientes en derechos sexuales y derechos reproductivos. El aborto: sus diferentes realidades”, realizado, justamente, en uno de los salones del Congreso Nacional. Porque sobre aborto y sobre la salud de las mujeres se habla y la discusión se filtra aun cuando no tenga tratamiento parlamentario.
“El aborto no es tabú, es parte de nuestra naturaleza humana y sobre esto hay que discutir. Tengo la impresión de que esta sociedad, que está muy crispada, tiene grupos que intentan imponer la falta de debate”, advirtió en la inauguración de ese encuentro convocado por la agrupación Católicas por el Derecho a Decidir. “Si alguien quiere tener un hijo, bienvenido sea, pero si no quiere, también. Empecemos por esta dignidad de la igualdad, que todavía no se ha tratado.”
Precisamente, la línea telefónica Aborto: más información, menos riesgos, es una estrategia activa que intenta sacar del closet el libre goce de la sexualidad para instalarlo en una zona donde el reclamo de derechos es salud. Según explicó Gabriela Díaz Villa, integrante de Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto e impulsora del proyecto, “las mujeres que llamaron a la línea ya tenían referencias sobre el uso de misoprostol para provocar abortos, pero estaban cargadas de mitos, errores y prejuicios. Era información falsa, desactualizada e incompleta”.
Del registro de consultas surgió que las mujeres procuran información sobre aborto tempranamente. Muchas llamaron con un tiempo de gestación promedio de 7,4 semanas. La interrupción del embarazo con misoprostol registra su mayor eficacia y seguridad entre las semanas 7 y 9 de gestación.
Entre el 31 de julio y el 31 de agosto último, el 23 por ciento de las llamadas se realizó desde esta ciudad, el 30 por ciento de la provincia de Buenos Aires y el resto se distribuyó en otras 15 provincias. En la mayoría de los casos mujeres de entre 13 y 47 años refirieron que la búsqueda de información estaba consensuada con otras personas. Un 92 por ciento llamó acompañada, en el 23 por ciento de los casos por sus parejas. Sólo el 8 por ciento manifestó no tener con quién compartir la iniciativa o que prefería enfrentar la situación en soledad. De las menores de 21 años que llamaron, el 11 por ciento lo hizo acompañado por sus madres.
“Las mujeres que llamaron conocen las fechas de sus ciclos menstruales, estuvieron embarazadas, saben cómo confirmar un embarazo y cómo acceder a una ecografía –detalló Díaz Villa–. Pero no tienen información sobre su propia vagina ni sobre los procesos de emba-razo, aborto o parto.” Sólo en el 37 por ciento de las llamadas las mujeres manifestaron haber usado algún tipo de anticoncepción.
De las conversaciones a través de la línea surgió que el 82 por ciento de los varones no usó preservativos y que resulta difícil “negociar con ellos” la anticoncepción y la prevención de enfermedades de transmisión sexual (ETS). Mientras que un 11 por ciento de las mujeres comentó que tomaba pastillas anticonceptivas, otras mencionaron frases como “me dijo que era estéril”, “prometió acabar afuera”, “no lo pude evitar” o “me dijo que se hizo una vasectomía”. Son los varones quienes controlan las condiciones del encuentro sexual.
“Hemos recibido llamadas de personas de 13 a 47 años, en diversas etapas de sus vidas, de sus períodos de capacidad reproductiva –detalló Díaz Villa–. Todas con dudas, temores, unidas por la invisible cadena de tabúes que rodean el cuerpo, la sexualidad, la maternidad y la capacidad de decisión de las mujeres.”
Los últimos registros oficiales advierten que durante 2007 murieron 74 mujeres por abortos inseguros. Se las considera ciudadanas de segunda en un Estado emisor de legislación en abundancia pero que se desdibuja en agencias, programas y sistemas públicos sanitarios que no alcanzan a proteger lo más desprotegido. “Una democracia que para las mujeres llega hasta el ombligo y continúa en las rodillas –concluyó Díaz Villa–. El resto es del Estado.”
Impulsado por la propia voluntad y compromiso de las organizaciones de mujeres, de manera tangencial o en los umbrales mismos de donde debería habilitarse una discusión que podría proteger de manera efectiva la vida y la libertad de las mujeres, el debate sobre la despenalización del aborto se impone. Y es urgente.
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