Viernes, 2 de abril de 2010 | Hoy
SARA TORRES
Desde el deslumbramiento ante la potencia del feminismo en los años ’70, pasando por su amistad con Néstor Perlongher y su trabajo como sexóloga, Sara Torres ha dedicado gran parte de su vida a destrabar las silenciosas redes que atrapan a las mujeres. Hoy, como presidenta de la Coalición Internacional contra la Trata de Personas, devela y reflexiona sobre algunas trampas de esas redes.
Por Irupé Tentorio
Ella cuenta su intensa vida zambullida en un mar de risas, convirtiendo lo dramático en algo real y posible de resolver. Sara Torres, feminista y sexóloga desde los años 70, emprendió la batalla por los derechos de las mujeres y la liberación sexual de todos/as.
Desde 1996 hasta la actualidad, es una luchadora infatigable de la Red No a la Trata y también ocupa el cargo de presidenta en la Argentina de la Coalición Internacional contra la Trata de Personas, “todo devino de mi trabajo como sexóloga”, cuenta Sara.
Un gesto en particular se repite en ella cada vez que recuerda y se transporta al pasado: es su mirar dirigido hacia la cima con la frente alta, orgullosa de sus pasos firmes.
“A los 19 años descubrí El segundo sexo de Simone de Beauvoir lo que significó un primer paso en mi cuestionable búsqueda. A partir de ese momento empecé a estar atenta, quería ser parte de esa revolución que se estaba gestando, en principio en los Estados Unidos y en Francia y que luego recayó aquí.” Sara cuenta sin titubear su descubrimiento y agrega, “un buen día UFA (Unión Feminista Argentina) publicó en el diario La Opinión en 1971, la primera volanteada que habían llevado a cabo el Día de la Madre en contra de ese día y, al mismo tiempo, mostraba por primera vez su primer signo feminista. Al pie de este anuncio se agregó una dirección postal, entusiasmada escribí y esa carta fue la que me llevó a conocer un mundo en el cual me encontré como mujer. La unión con otras mujeres en la misma búsqueda hizo que encontrara mi propio eje”.
“Recuerdo lo maravillosas que eran nuestras discusiones, debatiendo los diferentes puntos de vista. UFA fue un espacio en donde cada mujer tenía su posición e ideología consolidada y era respetada porque existía un punto en común y ese punto fue sostener y difundir los derechos de las mujeres”, concluye Sara.
Un año más tarde la revista 2001, a través de Osvaldo Baigorria, abre una convocatoria para formar parte de los debates que se armaban sobre la liberación sexual, la cual la lleva a ser parte del grupo Políticas Sociales, que tenía como fin principal discutir las entidades sexuales. En ese grupo se encuentra con el poeta y sociólogo Néstor Perlongher, de formación marxista y con una lucidez incuestionable. Su amistad con él y la unión a este nuevo grupo fue el segundo paso que marcó su vida. “Yo estudiaba la prostitución femenina y él la masculina.” Con su compañero no sólo compartía el mismo interés por el no encasillamiento sexual, sino que también –a pesar de la distancia que existía entre San Pablo y Buenos Aires– esa amistad creció al punto de que días antes de su muerte, Néstor la llamó y le pidió que viajara para acompañarlo. “Mataría que vinieras”, cuenta Sara respirando profundo detrás de una biblioteca con fotos, libros y pequeños símbolos que heredó de este militante. Es que el sólo leer una de las tantas cartas que se mandaban resignifica ese vínculo y esa lucha que los hizo crecer juntos. “Llamame que estoy con saudade extrema. Un beso dunesco. Néstor Rosa.” (Fragmento de carta inédita a Sarita Torres fechada el 31/8/92.).
–Luego de leer El segundo sexo, en mi vida se abrió una bisagra, un cosquilleo que no sabía bien qué era, y tampoco sabía dónde volcar esta movilización interna. Este movimiento me abrió la cabeza completamente. Sin embargo, me sentía completamente extraña con el mundo que me rodeaba. No olvidemos que allá por los setenta existían otros valores, difíciles de romper. También esta nueva movilización acompañó el despertar sexual. Esto me aportó mucha curiosidad, sobre todo la contradicción que existía entre la sociedad y lo que difundían los medios de comunicación, que en esos momentos eran los únicos que hablaban de sexualidad.
–En el año 1996, la Secretaría Nacional de Niños, Adolescentes y Familia (Sennaf) me convoca a un congreso sobre explotación infantil, en donde me interesé y me empapé sobre este tema. Luego de esto trabajé durante un tiempo con las Hermanas Oblatas la problemática de la prostitución. Ellas acompañan a las mujeres en situación de prostitución asistiendo en la calle. En 1999 la Coalición Internacional organiza un congreso en Bangladesh, sobre la explotación sexual en donde tuve la oportunidad de representar a la Argentina y compartir con otros/as colegas de diferentes partes del mundo cómo se vivía esta problemática en nuestro país. Desde esos años hasta hora no dejo de trabajar en este gran negocio difícil de combatir.
–La Red comenzó a trabajar a principios de 2004 y nuclea a entidades y a todas aquellas personas que luchan contra el flagelo que sufren niños, niñas y mujeres al ser esclavizadas en las redes de prostíbulos ilegales que existen en todo el país. Pero nuestro objetivo principal es visibilizar la problemática.
–Existen varios factores: la industria del sexo, el cliente consumidor; las políticas económicas de ajuste, un negocio sin fronteras en el que cada vez más se ejerce la creatividad en sus distintas formas de reclutamiento; la oferta de mujeres basada en la desigualdad de los sexos y las políticas de inmigración restringidas, que hacen que muchas mujeres sean consideradas inmigrantes ilegales y, por lo tanto, esclavizadas.
–La víctima se encuentra frente a una situación de trata cuando existe traslado internamente o externamente del país, por ejemplo por un ofrecimiento laboral. Otro signo es quedarse indocumentado, al no tener identidad, no tiene manera de reclamar absolutamente nada y la más importante es cuando se concreta el lugar de destino a través de la explotación.
–En principio quiero aclarar que la Red no a la Trata no está de acuerdo con esta ley vigente, que coincide con la ley dictaminada en el Protocolo de Palermo (el convenio de la ONU para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños/as). Justamente esta ley exige que en el caso de las personas mayores de 18 años deban aportar pruebas de que han sido engañadas, violentadas o abusadas, es decir que no consintieron su propia explotación. Esto establece la idea de una trata legítima: dado que es factible que estas circunstancias no puedan ser probadas, lo que convertirá a los tratantes en inocentes empresarios de la trata de personas, en esclavistas legales, aunque se demuestre que el fin que persiguen es la explotación de la prostitución ajena, del trabajo esclavo o los demás previstos por la ley. Digamos que el delito quedaría impune en la inmensa mayoría de los casos, lo que se ve agravado por lo limitado de las penas, ya que al tener un mínimo de 3 años, permite la excarcelación de los tratantes.
–Este último mes hemos podido presentar al Congreso de la Nación un nuevo proyecto de ley, con algunas modificaciones. Esta ley vigente da lugar a que exista una pregunta de base: ¿cómo hace una víctima para comprobar su propia explotación si no tiene libertad sobre su persona? Cualquier definición de trata debe decir claramente que el delito se configura aunque la víctima haya prestado su consentimiento, cualquiera sea su edad. Proxenetas y explotadores son delincuentes por sus acciones y no por hechos o condiciones de la persona. Si además el tratante actuó mediante engaño, abuso, violencia, o si las mujeres víctimas son menores de 18 años, estas condiciones deben ser agravantes del delito y no constitutivos de la figura penal.
–El 80 por ciento de las víctimas de trata es utilizado para prostitución. Es muy caro asistir a toda esa masa, por lo tanto resulta más sencillo argumentar que esas mujeres aceptan ser violadas, apropiadas, sometidas, aun cuando los organismos especializados en el tema conocen perfectamente el estado de indefensión en que se encuentra la persona. Finalmente, la trampa está en el negocio que significan cada una de estas mujeres. El mismo sigue creciendo porque a diferencia de la droga, que se vende una sola vez, las mujeres pueden ser comercializadas en muchas oportunidades y producen todo el tiempo que permanezcan vivas y más o menos sanas.
–Es complejo, ya que es una situación que daña mucho. Una de las mejores estrategias de los traficantes es hacerlas adictas, y una vez que son adictas ya no se escapan. También existen otras estrategias, le hacen de novio, le dicen que van a ganar mucha plata, que van a viajar a Europa, lo que quieras... según donde sea.
En el año 2004, en la ciudad de Córdoba, presencié el juicio promovido por una chica de 22 años maratonista, que había podido escapar de un prostíbulo. Ella permaneció durante dos meses en estado de sometimiento. Sufrió agresiones físicas espantosas y a esto se sumaba la violencia psicológica, que generaba un constante terror en ella.
Muchas veces el fiolo no se toma el trabajo de torturarlas, sino que manda a otras víctimas a atormentar a sus nuevas compañeras, con lo cual cuando la Justicia condena al fiolo, también caen las otras víctimas mandadas por él.
–Estoy convencida de que si a una mujer le dan a elegir entre cualquier ocupación o ser prostituta, lo más seguro es que no elija ser prostituta. Trabajadora sexual, vendría a ser legalizar la prostitución, engañar a la mujer y hacerles pensar que es un trabajo, por ende la diferencia no existe.
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