Viernes, 6 de agosto de 2010 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
Bajo el título Prácticamente todo –Pretty much everything– la pareja de fotógrafos compuesta por Inez van Lamsweerde y Vinoh Matadin, ambos holandeses y pioneros de un movimiento estético con anclaje en nuevos estilos en la moda europea de comienzos de 1990 y que luego extendieron a surrealistas retratos de personajes de la música y el cine, celebran los 25 años de su trabajo con una exposición propia y muy elogiada en el Museo de Fotografía de Amsterdam.
Allí, fragmentadas en un recorrido intrincado por los interiores de esa institución y, según sus dichos, “como si se tratara de un sendero que conduce a nuestro cerebro” se pueden ver retratos del actor Bill Murray con flores en la barba o de Sandra Bullock bailando con un tocado con rulos. O a la diva del cine italiano, Sophia Loren, desnuda y posando para el calendario Pirelli fechado en 2008.
Se destacan campañas y editoriales de moda para las firmas y las revistas más chic. Y los enmarañados displays hacen lugar a extraños retratos de estrellas del rock: la ya célebre foto de portada de Björk tuneada para el álbum “Hidden Place”, o de Antony Hegarty, cantante de Antony and the Johnssons.
Ese tour por el compilado fotográfico que se exhibe hasta el 15 de septiembre en la capital holandesa admite tanto las primeras realizaciones publicadas en The FACE y revistas del underground hasta las campañas publicitarias de marcas célebres. De Balenciaga e Yves Saint-Laurent a Givenchy, Stella McCartney, Chanel, Yohji Yamamoto o la cadena Gap. Si bien el dossier de la muestra destaca que Inez y Vinoh son pioneros en el uso de nuevas tecnologías aplicadas a los shootings de y para firmas de moda, ellos intentaron refutar tal teoría, al argumentar: “La búsqueda de la perfección llegó a un punto tan extremo que optamos por transgredirla, cometiendo errores y exhibiéndolos”.
Aunque la pareja laboral y sentimental vive en Nueva York desde 1985, fue la punta de lanza de un movimiento que conjuga moda y arte con epicentro en documentar diseños del indie europeos. La modalidad “love and factory”, a la que la que desde hace una década adhirieron otras parejas unidas por la estética, el amor y la construcción de imágenes provocadoras para la moda, cuenta con ejemplares locales como los ahora radicados en París Luciana Val y Franco Musso y a Sofía Sánchez y Mauro Mongiello, quienes sin duda los tuvieron como referentes estéticos en sus comienzos cuando pasaron de editoriales del Para Ti y de su contracara, la revista Superlab, a descollar en el Festival de Hyeres y de allí a las principales revistas de moda europeas.
La vasta cartera de clientes del matrimonio holandés creció y sus editoriales de moda cotizan alto en encargos de las publicaciones W Magazine, todas las ediciones de Vogue y el periódico The New York Times. La retrospectiva de Van Lamsweerde y Matadin no tiene un riguroso tono documentalista, sino elecciones arbitrarias. Están las tomas que fueron a una decena de páginas de la publicación inglesa The FACE, y donde el gesto avant garde –año 1994– entonces pasaba porque los modelos y los fondos fueron fotografiados por separado, un truco que luego devino habitual en la creación de imágenes. Sí es rigurosa en la balanza de cruces entre moda y arte. Las imágenes son irónicas y casi paródicas –sin el facilismo que irradiaron los mensajes de la generación Moschino y Oliviero Toscani para Benetton–. Aquí hay perversiones más difíciles de descifrar, guiños cómplices y paródicos entre el horror y la belleza.
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