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Viernes, 26 de noviembre de 2010

TRABAJO

Lo que ellas hacen

Un informe del Centro de Estudios Mujeres y Trabajo devela que, a pesar de los muchos cambios en el acceso al trabajo, las mujeres siguen estando sobrerrepresentadas en las ocupaciones que se suponen típicamente femeninas: educación, cuidado y servicio doméstico. ¿Elección o destino impuesto?

 Por Elisabet Contrera

Cecilia sueña con títeres del Sapo Pepe y letras de canciones para guardar, desayunar y aprender los números. Laura se desvela corrigiendo cuadernos, siempre con olor a tiza en las manos. Cecilia pasa el día entero entre risas, llantos y juguetes para llegar a fin de mes. Laura hace malabares para cumplir con la doble jornada de trabajo, mantener la casa y cuidar a sus dos hijos. Algún día, Cecilia quiere ser licenciada en Minoridad y Familia, y Laura, directora de escuela, igual que su mamá. La docencia fue la primera y por ahora su única opción de trabajo. Según un informe del Centro de Estudios Mujeres y Trabajo de la Argentina (Cemyt), pese a que la población femenina ingresó a campos laborales no “tradicionales”, ser maestra sigue siendo para muchas mujeres la vía de preferencia para insertarse en el mundo del trabajo.

La investigación, dirigida por David Trajtemberg y Nora Goren, “Caracterización de la inserción laboral de las mujeres en el período 2003-2009” señala que uno de los puntos de análisis es “la segmentación horizontal” que relega a la mujer a “ocupaciones catalogadas como ‘típicamente femeninas’, que representan una continuación de las tareas que desarrollan habitualmente en los hogares”, define.

El resultado de la segmentación –sostienen los investigadores– se refleja “en una sobre-representación de las mujeres en las áreas de servicio doméstico, educación y salud”. Según las estadísticas relevadas para el informe, “en 2009, los sectores con mayor concentración de mano de obra femenina fueron: enseñanza (77 por ciento del empleo), servicios sociales y de salud (72 por ciento) y servicio doméstico (casi el 100 por ciento)”. “Estas ocupaciones concentran más del 40 por ciento de las mujeres con empleo”, advierten los especialistas.

Cecilia tiene 25 años y vive en Monte Grande. En 2001, recién egresada de la escuela secundaria, empezó a estudiar para ser profesora de Lengua y Literatura, y en 2007, arrancó en simultáneo el profesorado de Educación inicial. Luego de tres años de estudio intenso, hoy está al frente de una sala de niños/as de 2 años. “Pese a estar en un medio muy competitivo, ya que hay muchas maestras y pocos jardines, logré encontrar trabajo. El primer día no fue sencillo. Era verano, hacía mucho calor, todos los chicos lloraban”, recuerda la joven. “Después de diez horas de trabajo llegaba a casa desplomada, con fiebre, chillido en los oídos.”

Para Estela Díaz, coordinadora del Cemyt, “la educación continúa siendo una profesión altamente feminizada. Las mujeres como educadoras ‘naturales’ del hogar pasan a ser las educadoras de esa segunda socialización”. En este contexto –analiza–, “la educación es una opción profesional y laboral para las mujeres, que opera de manera tal que cuando vamos a pensar en nuestros futuro laboral/profesional empezamos, en primer lugar, casi de manera inconsciente, por aceptar o descartar a la docencia”. Se trata de la famosa “segunda madre”, según el lugar común. “Casi como si fuera parte de una identidad femenina. Ser mujer, madre, docente o educadora están inscriptas en el ADN histórico de las formas de ser mujer en este mundo”, concluye.

Luciana tiene 35 años y vive en Lomas de Zamora. Es docente a doble turno de 1º y 2º grado y además es mamá de mellizos de 12 años. Recién salida de la secundaria, había empezado el CBC en la UBA, pero abandonó por múltiples causas: el nivel excesivo de estudio, una materia filtro y la falta de vínculo con el entorno (“para el profesor, yo era un número”, dice).

En ese momento, optó por volver a un lugar familiar y amigable: la escuela. Hija de una docente luego devenida en directora de escuela, decidió primero iniciar el profesorado de Educación Física. Después se dedicó por un año a ser madre las 24 horas. Finalmente, estudió para maestra de grado. “Me encanta ser maestra. Al principio, fue complicado acostumbrarme al ritmo y a que los chicos vienen cada vez más despiertos. Además, tienen muchos problemas familiares y es agotador no sólo enseñar, sino contener.”

Para Mabel Sampaolo, secretaria de Género e Igualdad de Oportunidades de UTE-Ctera Capital, las condiciones en las cuales las mujeres tienen que ejercer la docencia en la ciudad de Buenos Aires son paupérrimas: bajos sueldos, demoras en el pago de los haberes, falta de capacitación en servicio, sobrecarga de tareas en las conducciones y poca diferencia monetaria con los cargos de base”, enumera. Y luego ejemplifica: “17 horas cátedra de escuela media equivalen a 25 (un cargo de jornada simple) de una maestra de grado. Aquí sigue persistiendo la diferencia histórica, seguimos siendo mano de obra barata”, denuncia la dirigente.

QUE QUIERO SER ADEMAS DE MAESTRA

Algún día, Cecilia sueña con ser licenciada en Minoridad y Familia, pero primero quiere terminar el profesorado de Lengua. Laura aspira a concursar el puesto de secretaria de escuela y por qué no llegar a ser directora, igual que su madre. “Es algo que podés hacer en el Estado, porque hay concursos. En los colegios privados depende de si les caes bien o no a los dueños”, reconoce.

“Muchas mujeres optan por la docencia como primer lugar de trabajo, pensándolo como un escalón en una carrera profesional más extensa”, explica Díaz. “Lo cierto es que por elección o dificultades para encontrar otros espacios, finalmente quedan en el sistema educativo. Por eso es tan importante mejorar las condiciones del desempeño de esta profesión, no sólo en lo salarial, sino en la formación profesional”, sostiene.

Para Sampaolo, es posible acceder a cargos jerárquicos, pero continúa las diferencias a favor de los varones. “Hay más mujeres en los cargos de conducción de las escuelas que hace algunos años, pero la proporción se resiente en las supervisiones. No es que haya más varones que mujeres, pero sí en relación a los cargos de base. De todas maneras, el manejo del poder institucional sigue teniendo un sesgo masculino, y las mujeres deben poner más el cuerpo para lograr resultados.”

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