Sábado, 19 de abril de 2014 | Hoy
COSAS VEREDES
Una cruzada británica intenta acabar con la etiqueta que especifica “literatura para niños” o “para niñas” en tanto explica que la buena lectura trasciende los géneros.
Por Guadalupe Treibel
De las creadoras de “Let toys be toys”, campaña que –de un tiempo a la fecha– pide a fabricantes de juguetes que dejen de etiquetar sus productos “para niños” o “para niñas”, llega la nueva épica británica: “Let books be books”, solícita cruzada nacional de madres inglesas para que tiendas y editoriales eliminen definitivamente las diferencias de género en materia literaria infantil (léase, el rótulo azul o rosa con el sello femenino o masculino para tal o cual libro). ¿Por qué? Pues, porque “títulos como El libro para colorear de las nenas hermosas o Clásicos ilustrados para mocitos envían el mensaje de que ciertos ejemplares están fuera del alcance de unos u otras, y promueven límites basados en estereotipos de género”, declama el igualitario grupo gestor. “Las publicaciones para chicos/as deberían apuntar a abrirles nuevos mundos. Decirles qué historias o actividades deberían leer según su sexo cierra universos. Dejen que los niños y niñas decidan por ellos mismos qué encuentran interesante”, implora la banda en cuestión.
Banda que, con una campaña de poco más de un mes de vida, ya ha superado las 4800 firmas de apoyo, sumando además el expreso sostén de la laureada poeta Carol Ann Duffy, de Malorie Blackam (reconocidísima autora de peques), de Philip Pullman (responsable de la trilogía La materia oscura), entre otros. Otros como Anne Fine, cuya novela Madame Doubtfire (1987) fue llevada al cine y vuelta a titular Mrs Doubtfire (Robin Williams vestido de señora, ¿suena conocido?). Otros como Laura Dockrill, uno de los diez mejores talentos literarios según The Times, joven valor de la nueva pluma brit y de la ilustración, amiga de la música feminista Kate Nash (para quien hizo el arte de tapa del disco Made of Bricks). En charla con The Guardian, fue ella quien se refirió a “la necesidad urgente de bancar esta iniciativa” con palabras del tipo: “Hay que ayudar a que los chicos cimenten su propia ruta en gustos. Es ignorante, anticuado y desagradable aislar a cualquiera del bello valor de la libertad y el escape que habilita el placer de la lectura”.
Quizás una de las reacciones más conmovedoras provenga, sin embargo, de un periódico inglés. Porque, si bien diarios como The Telegraph o el ya mencionado The Guardian dieron su visto bueno, The Independent fue un paso más lejos. O un kilómetro, según cómo se mida. “Los libros que especifican a qué género están dirigidos denigran a nuestros niños. De modo que no escribiremos nada que se comercialice excluyendo a uno u otro sexo”, tituló –extensamente– la promesa/artículo del 16 de marzo de la editora literaria Katy Guest. Y procedió elocuentemente con un párrafo digno de transcripción. Dice así: “Azúcar, especias y todas las cosas agradables, de eso están hechas las niñas. ¿Y los niños? De camiones y trenes y aviones, bloquecitos de construcción, experimentos de química, peleas con espada y pistolas, fútbol, cricket, correr y saltar, aventuras e ideas, juegos, pedos y mocos, y básicamente cualquier otra cosa que se les pueda ocurrir. Al menos, ésa es la impresión que –cada vez más– reciben de los libros que, en teoría, deberían ampliar sus horizontes”.
Acto seguido, los argumentos –inapelables– del caso: que los gustos se adquieren a través de la sociabilización; que no hay pruebas suficientemente creíbles que avalen la teoría de que nenas y nenes nacen con entusiasmos disímiles; que los clichés ponen un cepo a la igualdad de oportunidades; que la situación afecta a ambos géneros por igual –en tanto los pibitos no pueden acercarse a un cuento de sirenas, por citar un ejemplo, sin sentirse juzgados–; que lisa y llanamente las buenas historias trascienden el femenino/masculino... “El próximo Harry Potter o la siguiente Katniss Everdeen no llegarán con tapas rosas llenas de purpurina. Así que agradecemos que no nos envíen ese tipo de tomos”, liquidó la mujer –dispuesta a usar tacho y reciclaje para quienes no den con la nueva norma–.
Norma que ha conmovido a algunos y a otros, claro, no tanto. Mientras la editorial Parragon –que distribuye, entre otros, títulos de Disney– y Ediciones Usborne accedieron a no publicar más libros con la etiqueta “para niñas”, “para niños”, otras como Buster Books (responsables de –horror de segregación– Girl’s Book of Glamour y Boy’s Book of Survival) se niegan a dar el brazo a torcer y acceder a la propuesta. Y es que, para Michael O’Mara, su dueño, todo se reduce a las ventas: “Las copias clasificadas se venden tres veces más que aquellas de género neutro. Mucha gente busca por Amazon ‘regalo para chico’ o ‘qué obsequiar a una chica’, razón por la cual los editores usamos la etiqueta”. Ya veremos cómo le va cuando el tiempo termine por dar el volantazo, y tanto el celeste como el rosa muten en un violeta inclusivo o un verde hermanado, en naranja o multifruta, o, por qué no, arcoiris bien plantado.
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