Viernes, 5 de diciembre de 2014 | Hoy
MÚSICA
Todo en ellas es una pose, a sabiendas de que la naturalidad es la pose más difícil de sostener. Se pintan las boquitas corazón rojo sangre, se visten como marineras de una porno vintage, se dicen taradas pero de eso no tienen un pelo. Son una banda de chicas que cuando tocan esa música inclasificable –que las deja un poco al margen de la difusión por eso de no saber si hay que programarlas con el rock o con el bolero– el cuerpo se mueve solo, solo por el placer de dejar que la música sea el vaso conductor de los fluidos del cuerpo. Todas van al frente, las siete que aprendieron a quererse más en la adversidad de perder a una de las suyas por un cáncer de mama como si la estadística se hubiera hecho carne en el grupo. A punto de hacer su último gran show del año, Las taradas cuentan todo sobre ellas y tiran unos besos para quien quiera recogerlos.
Por Flor Monfort
Cierto status del arte actual las obliga a decir que del glamour de una estrella de rock no tienen nada. Eso juran a coro y acompañan con carcajadas cuando se les pregunta por las bondades de que hombres y mujeres (más ellas que ellos) corran a pedirles firmas y fotos después de cada show. De hecho, el final de esta entrevista va y viene por mail mientras una gira las agita en el sur de Brasil y eso las empuja a la prueba: “Venimos durmiendo tres horas por día, y no en una dieta de sexo, drogas y rock’n’roll, sino, por ejemplo, cinco aviones en dos días, nada más lejos que una rock star”. Pero esta cronista las vio, dos o tres semanas antes, sentadas en la vereda de un bar de Villa Crespo, agitando las melenas brillantes por el sol, gritando combinaciones exóticas de licuados para refrescar esas gargantas poderosas y puliendo sus tatuajes que como un guante les perfuman la piel. No son chicas comunes. No pasan desapercibidas. Y esto podría ser poco mérito si además no se cumpliera que cada vez que pisan un escenario hacen girar el mundo a más revoluciones que las recomendadas. Las taradas, siete front woman de altura, o ese chiste de origen que terminó dejando huella.
Hay un comienzo que a medida que el tiempo pasa y la memoria deshilvana cobra nuevas formas y aristas, pero que como un mantra se repite ante la pregunta. Y porque nada más cierto que el público se renueva, acá va la razón del nombre de la banda. Paula Maffia y Lucy Patané pasaban la tarde en casa de una chonga del momento, según acusan hoy, varios años después. Ambas compartían La cosa mostra y tocaban juntas el suficiente tiempo como para que los timbres y cuerdas estuvieran afinados y los ensayos tuvieran esa pátina de déjà vu que muchas veces las distraía con referencias. Maffia estaba obsesionada con un trío vocal de los años ’30 que se llama The Andrew Sisters. “Estábamos viendo a estas minas cantar, en blanco y negro, con las boquitas de corazón: una en el piano, otra que se le sienta al lado y una tercera que se acerca y forma un triángulo facial y yo suspiraba: ‘Miralas, ella tiene polio y tiene que tocar sentada pero nadie lo va a saber porque es una rrrreina. Mirá cómo tocan, mirá cómo ponen las cabecitas’, le digo a Lucy, y agrego: ‘Algún día quiero conocer dos taradas y armar una banda así’”. Y Lucy, que es muy buena capitalizando las ideas (yo tiro ideas idiotas todo el tiempo y ella de vez en cuando agarra alguna y dice “ésta la guardamos”) dice: “Si alguna vez decidís formar esa banda ponele Las taradas”. La sentencia quedó rebotando en el aire y de ahí a chiste interno de la dupla, pero nada más. Hasta que en 2010 las invitaron a tocar en el Matienzo por el 14 de febrero y como varias integrantes de LCM estaban de vacaciones decidieron armar la fecha taradil. Guitarra, ukelele y mucha improvisación. Desde entonces empezaron a ratonearse con las chicas con las que querían tocar y armar una orquesta de señoritas. En ese momento fueron cuatro: Lu Martínez, en el contrabajo, que se había hecho amiga del dúo hacía muy poco tiempo, y Carlita Branchini en el clarinete, completando a Maffia y Patané. “Ensayamos un toque –retoma Maffia–, yo estaba escuchando una banda que se llamaba Los machucambos (un trío vocal muy interesante de fines de los años cincuenta, conformado por una cantante puertoriqueña, con mucha onda, un italiano que vivió muchos años en Argentina y un francés) y sacamos gran parte del repertorio originario de ahí”, sigue. “Por qué no tomas todo de míííí –canta Maffia al viento y sigue–. Esa noche fue muy especial. Un éxito inusitado para lo que podía ser una fecha donde habría cien personas. Un montón de gente nos pidió repetir y por lo menos con Lucy, fue un lugar de descanso y de generación de estilos nuevos lejos de lo que veníamos haciendo con La cosa, que eran mis canciones en un formato de rock con todo lo obligado de enchufar. De pronto una banda DESENCHUFADA. En ese momento no había bandas así, no estaba tan de moda como ahora la recopilación musical, la banda acústica, ése fue un gran mérito. Había mucha gente que quería hacer algo pero siempre terminaba adentro del estilo: swing, boleros, jazz, etc., pero una que mezclara todo no había.”
El mito de origen, que empezó como un chiste (pero que nada tenía de azar) terminó siendo marca de agua de las primeras cuatro integrantes, con todo el soporte ideológico que hay en la reapropiación del insulto fácil “tarada, andá a lavar los platos”. Sólo que en ellas, a diferencia de las Andrew Sisters, y a pesar de usar boquita corazón como aquéllas, la taradez no se desprende de sus figurines imponentes en escena.
En 2010 repitieron fechas, pero con más chicas en mente decidieron agrandar la banda: Nati Gabazzo, con la que Paula había tenido un dúo muy breve que se llamaba Ffzz, y Mel Muñiz, la otra cantante, que tocaba en Nimbo, una banda muy oscura de rock pesado que compartía con Carla, que tocaba el saxo. Mel dijo que no, que estaba muy ocupada, pero las fue a ver, terminó el show y dijo: “Me arrepiento, quiero ser parte”. Y ésa fue la formación durante mucho tiempo. Luego Carla se fue de viaje con su otra banda Pollera pantalón y necesitaban a alguien que reemplazara el clarinete. La llamaron a Rosario, que tocaba el violín, y les partió la cabeza y decidieron que, en vez de clarinete, salía violín. Al año ya estaban metiendo 300 personas y era difícil tocar porque los lugares se complican en 100 o los hay a partir de 500 personas. Y todavía no era para tanto.
En 2011 y 2012 Las taradas se terminaron de consolidar con un repertorio que coquetea con el indie folk, el blues, el bolero, la canzoneta napolitana y hasta un cover de María Elena Walsh (hicieron una hermosa versión de “El show del perro salchicha”) pero parece no haber límites en el cielo de esta fusión que admite ukelele y trompeta, acordeón y clarinete, todo en manos de mujeres que venían de tocar en bandas de mujeres o, como le gusta decir al vulgo, “banda de chicas”. Pero de eso hablarán más adelante. Ahora, situadas en ese tiempo histórico que convivía con miles de proyectos individuales, citan de memoria la formación como si fuera un club de fútbol: Mel Muñiz (alias “Maricarmen Montenegro”) en voz, kazoo, trompeta y ukelele, Rosario Baeza (alias “ Exaltación de la Cruz”) en violín y voz, Nati Gavazzo (alias “La tía Nidia Lopez do Pandeiro”) en percusión, y en aquel momento la hoy fallecida Carla Branchini como “Cheetarah Rodríguez”, en clarinete, voz y percusión. La personalidad que corporiza a Maffia en escena es Doña Luisa Malatesta, ella que hace voz, acordeón y ukele. La de Patané es Lucía de Paco y le da a la guitarra y Lu Martínez es Encarnación de los Males, al frente del contrabajo.
Fue entonces que grabaron su primer disco, Son y se hacen, juego de palabras que completa el sentido del nombre de la banda y potencia la fisura entre la imagen y la realidad. Ellas son y también se hacen, vaya ambigüedad para tirarle al público en la cara cada vez que lo torean. Sin ir más lejos, la fiesta por los 16 años de Las12 las tuvo al frente, y no hubo esqueleto en el cielo de casita Brandon que resistiera. Pero para eso todavía faltaba mucho. “Para el disco, buscamos el mejor estudio, no sólo por la calidad sino por la historia que tiene, que es el estudio ION, donde grabaron las orquestas de tango más importantes. La construcción del lugar iba a sumar un montón. Lo grabamos de manera independiente, con la guita que íbamos juntando. Y subsistimos a pesar de esa caza de brujas de centros culturales que ahora volvió pero que en ese momento también estaba, que dejaba poquísimos espacios para tocar, y siempre al borde del abismo. Ya habíamos grabado un EP que se nos había ido de las manos y el disco sí lo editó un sello: lo produjimos ejecutiva y artísticamente nosotras”, cuenta Maffia. Las asistió Pablo Hadida, conocedor total de la música de los cincuenta y sesenta (ellas se sitúan en el ’58, haciendo una pirueta matemática que les da ese promedio como referencia). Lucy estuvo al mando de la nave a la hora de grabar y lo hicieron tal y como se hacía en los ’50: tocando todas a la vez. Bastaría con que una se equivocara para tener que empezar de vuelta. Y es un discazo de quince canciones. Allí empezó a rolar la taradez que hoy completa su formación con Marcela Galván Alberti como “Kelly G” en clarinete y saxo soprano.
Rosario: Yo siempre toqué en “bandas de chicas”, salvo una de música balcánica. Y la gente siempre pregunta “¿por qué todas chicas?”. Yo creo que siendo varón podés ser un gordo croto tocando la guitarra pero, si sos bueno, tu música va a llegar. Pero las mujeres, la gran mayoría, tenemos que estar flacas, arregladas, o provocar al menos que los chabones se calienten. Eso es un filtro muy grande que se da. Es muy difícil ver a una mujer que esté cerca de lo que es la realidad de una mina en la calle que al estereotipo.
Paula: A los varones no les preguntan “¿por qué todos chicos?”.
Mel: Cuando son todos hombres es como que está implícito que está bien, pero con las mujeres está la pregunta “¿y no se matan?”.
Rosario: Y lo que viene después es una mezcla de elogio e insulto al mismo tiempo, que es “tocan bastante bien para ser mujeres” y vos decís la puta madre, desde los once años que toco el violín para que venga un chabón a decirme que para ser mujer toco bastante bien. Pero lo que tenemos a favor es que, al ser tan llamativas, producimos otro efecto en la gente, que quizás a una banda de varones le costaría un poco más. Una cosa de la imagen de las mujeres en el escenario que es muy fuerte. Somos todas front girls, todas cantamos, componemos y bancamos ese rol. Nadie quiere hacerse cargo porque el liderazgo es mejor cuando es compartido pero todas vamos muy al frente, y eso en nuestra estética es una impronta.
Paula: “Ayyy qué lindas, son chicas y tocan”, te dicen. Como si fuéramos una banda de discapacitadas. Pero la gente no te escucha más o menos por ser mujeres. Yo a veces me imagino cómo serían Los Tarados, y automáticamente la energía que me refleja esa imagen es otra, hay algo en lo femenino que despierta un costado menos pautado y más artístico. Hay poca evidencia de la mujer en la música, en la clásica menos.
Lucy: Sin embargo, hay miles de grossas haciendo música: Ignacia, Marina Fages, Sara Hebe, Loli Molina, MissBolivia, Srta. Carolina, Kumbia Queers, Vecina, Cumbia Club Maribel.
Lu Martínez: Ayelen Zuker, Mamasutra, Yamile Burich...
Paula: Nosotras tenemos un patrimonio que cuidar, que son nuestras fans, niñas entre 7 y 12 años que nos siguen, a ésas las vamos a criar, las vamos a sacar buenas y cuando tengan 16, 18 años, las vamos a haber educado (risas).
“Nosotras, ante todo, hacemos las cosas un poco en broma”, dicen a coro. Y sobre la solidez del sonido que supieron crear afirman que es la ventaja de tener buenas músicas en un proyecto. Pero además ninguna es purista, a todo lo que hacen le inyectan esa dosis de punk que habla más de dónde vienen que de hacia dónde van y, sobre todo, de una actitud de la que nunca se irán. Quizá no están cubiertas de tachas pero se criaron en los antros hard core, punk y grundge y eso, en el resultado final, se nota. “Eso es lo que tiene la música popular: sin ese componente sucio se pone académica, prolija. “Voy a tocar swing comme il faut”: No. Oscar Alemán no tocaba como se debe sino como le salía, era el Jimmy Hendrix de la guitarra gitana. Una eminencia de la música argentina que no está valorizado: todo el mundo piensa que el mejor guitarrista de swing del mundo es Django Reinhardt, que obviamente es el padre de la estética manouche, pero no es el mejor”, dice Rosario.
Y además algo de Las taradas peca de inclasificable, como para sembrar distorsión en la suma de individualidades en femenino. “Cuando empezamos a difundir nuestro videoclip en canales de música, el género musical era el principal filtro. “¿Qué música hacen?” “Bueno, esto es una mezcla de castellano, inglés, portugués, francés”, les decíamos y se espantaban. “El hecho de no estar encasilladas hace que el mercado no sepa dónde meternos. ¿Con Axel o con La Renga? ¿Indie folk o bolero?”, dice Lucy. “Pero todo tiene sus ventajas: fuimos permeando en un montón de públicos muy raros, un sector muy loco que son las psicólogas de más de 50, grandes fanáticas nuestras. Hace poco empecé a hacer terapia por primera vez en mi vida y la terapeuta me dice: “¿Vos sos la de Las taradas?”. Ayy, Las taradas, qué inteligentes... Cuando nombraron Ciudadana Ilustre a Carmen Argibay, Diana Maffia (tía de Paula) le dijo: “Habíamos pensado en un cuarteto de cuerdas, Carmen, pero también está la banda de mi sobrina, Las taradas”. “Y Carmen dijo: QUIERO ESA”, cuenta Paula. Y así llegaron Las taradas a la Legislatura porteña.
Paula: Es muy raro porque esto de “la fama” no me pasa con otras bandas, pero por ejemplo, en Belo Horizonte, la gente nos pide fotos, viene y se pone al lado y te dice “me saco una foto ¿eh?”. Y yo pienso: “Perdónnnnn, me estoy chamuyando una mina”.
Rosario: A mí me produce dos sensaciones: después de tocar estás cansada, tenés ganas de tomar algo, charlar con las chicas y ya. Pero a la vez la retribución es tan sentida que despertar eso es re lindo. A veces te tenés que bancar que estás toda chivada y harta pero le ponés onda y ya.
El martes 21 de enero de este año falleció Carla Branchini. “El año empezó de la peor manera que una puede imaginar, no hay un pronóstico peor, pero la verdad es que dejó una estela de amor tan grande que nos sacó de un lugar medio fofo en el que veníamos y nos dejó envigorizadas. Hay un enamoramiento muy grande que surgió recién ahora, en el quinto año de la banda. Estaba cada una en la suya y de golpe quedamos unidas. Fue muy fuerte, y siento que es ella. Lo de Carla fue muy veloz, un cáncer de mama, eso es bueno decirlo, que se curó y después se terminó haciendo una metástasis en el cerebro y ahí fue muy breve. Fue un odioso catalizador pero nos pusimos más las pilas: ésta era “la” oportunidad para mandar todo a la mierda, ¿queremos mandar todo a la mierda o queremos seguir?, nos preguntamos. Y cuando decidís seguir no podés seguir como venís, tenés que seguir de corazón. Y eso fue lo que cambió: no era seguir por seguir, fue un pacto de amor. Compromiso con el proyecto y entre nosotras, hacernos cargo de la elección y trabajar por ella, no dejarla en manos de la vida sino hacernos cargo y tomar las riendas”, dice Paula.
Rosario: Sí. Pero obviamente hay vínculos más fuertes que otros. Ahora está empezando a haber más amistad pero también es un lugar de trabajo. Gracias a que todas tenemos un grupo de amigos muy fuertes se alivianan las internas. Estamos todo el día juntas, ensayamos, hacemos notas, etc., es mucho. Ensayamos poco, hay que decirlo, y hablamos mucho de pijas y tetas. Ensayar mucho no está bueno, se pierde la frescura, pero posta, no es una frase armada. Sonamos muy bien porque tenemos oficio y todas tienen mucha banda, mucho ensamble.
Paula: Y nos unen los proyectos en común. Hay un par de deseos grandes, uno de ellos es poder darle más forma y difundir un sello que da marca e identifica nuestros proyectos paralelos y de bandas amigas, una especie de curaduría que entra bajo la égida de Discos Pepito. Desde allí y desde nuestro primer disco empezamos a editar todo lo paralelo. Pensamos en festivales grandes, gratis, en darle más bola a la gestión de mujeres, a las autoras. Me parece que hay toda una camada de músicas muy buenas que aparecieron ayudadas por un grupo de varones, que todas salieron del impulso de una energía masculina. No hay muchas que hayan salido por generación espontánea. Ese remo me parece interesante acompañarlo.
Las taradas se dicen feministas pero eso les trae muchos problemas con las feministas, dicen, a pocos días de que se pasara un tema suyo en la ficción televisiva Guapas. “Es muy loco cómo se genera la asociación: En una serie sobre mujeres ponemos esta canción de una banda de mujeres”, dice Rosario. “Yo nunca la vi pero tengo entendido que es una serie donde las minas están todo el tiempo histéricas por los chabones y nuestra canción es todo lo contrario.” “Que no, que no”, dice: Si tú me pides sinceridad / Debo con pena contestarte / Que no, no, no, no, no / Estoy feliz de mi libertad / Quiero placer para mañana. “Pero bueno, nos dio una difusión increíble, me acuerdo de que esa noche el celular no paraba de sonarme. Yo no sabía que tanta gente veía esa serie”, dice Paula, quien vuelta a contestar por el feminismo (Las taradas tocaron más de una vez para la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito), lanza su proclama: “Estamos en contra de la violencia hacia la mujer, hacia los niños y hacia los hombres. Estamos en contra de la violencia. Suscribo al feminismo pero no quiero olvidar que la violencia es parte de algo mucho más grande, estamos en una cruzada en contra de la dominación. Nos parece bien que haya una mirada específica pero sin olvidar que es parte de algo mayor. Los varones también sufren la violencia de género. El atractivo de la mujer también los condiciona a los pibes, aunque no se den cuenta. Muchas veces han venido feministas a decirnos ‘Por qué se visten así’. Yo me pongo vestidos cortos porque me gusto así y porque me gusta seducir, y me gusta seducir mujeres. Tener que darle explicaciones a una feminista me parece el fracaso más grande del feminismo. En ese sentido digo ¿soy feminista? Para mí ser feminista es hacer lo que una quiera sin tener que dar explicaciones y sin violencia. Decidir sobre mi cuerpo sin que nadie me ponga reglas sobre eso”.
Las taradas tocan el próximo jueves 11 de diciembre a las 21, en ND Teatro, Paraguay 918, CABA.
Entradas en venta en http://ndteatro.com.ar/lastaradas/
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.