Viernes, 12 de junio de 2015 | Hoy
#NIUNAMENOS > QUE NO PASE EL TEMBLOR
Por Nadia Taddei*
Soy Nadia, hermana de Wanda Taddei, asesinada por Eduardo Vázquez (su marido) en febrero del 2010.
Desde que mi hermana se murió mi vida cambió. En ese momento mis hijos eran muy chicos (1 y 3 años), estaba recientemente separada (justo tres meses antes del femicidio de Wanda). Desde que me enteré de que estaba con el 80 por ciento del cuerpo quemado y que no tenía esperanza de vida mi estado fue de angustia, tristeza, miedo, incertidumbre, dolor, confusión. Hasta que murió, once días después. Todo lo que sentía se multiplicó.
Una vez comenzado el juicio se probó que Wanda sufría violencia física y verbal por parte de su marido. En esas instancias mi mamá, Beatriz, y mi papá, Jorge, se involucraron en la problemática de la violencia de género, contactándose con gente de toda la Argentina y ayudando fervientemente a las mujeres. A niñas y niños.
¿Qué me pasó a mí? Era tanto el dolor que sentía que no lo podía transformar en acción... El dolor me desgarraba el alma. Las lágrimas llegaban cuando mis hijos se dormían, cuando mis papás no me veían.
Yo sentía que ayudar a víctimas de violencia de género me hacía mal: no soportaba acompañarlos a dar una charla a una facultad, ni que me abracen por ser la hermana de Wanda. No soportaba ver mujeres sufriendo... Sufriendo lo que sufrió mi hermana.
Pasaron los años, desde el 2010 al 2015. Y mis papás tenían programado un viaje de cuarenta días al exterior. Dos semanas antes de que viajaran surge la marcha del 3 de junio. Pensaron en suspender el viaje pero lo tenían programado hacía bastante y se fueron. Y me quedé yo.
Unos días después, ya en Italia, mi papá me dice: “Te va a llamar una periodista para una nota. Sé que vos trabajás todo el día pero va a ser algo cortito”. Ok. Desde ese día no paré de dar notas. Tele, radio, diarios, notas para Uruguay, Chile, España. Y los días corrían, faltaba cada vez menos para el 3/06 y lo que viví fue un clima de revolución, de cambio, de esperanza, de paz. Por momentos con tristeza, por momentos con pura felicidad. Sentí que el dolor desgarrador que me acompañó por años se transformó.
Mis papás en Italia, yo acá, la marcha latente. A medida que daba una nota, me llegaban mensajes de agradecimiento, de afecto, consultas de mujeres víctimas de violencia diciéndome “Nadia, no quiero terminar muerta. Vos me ayudaste a tomar la decisión de separarme. ¡Gracias!”.
Ahí me di cuenta: la gratificación que sentían mis papás al poder ayudar a otras mujeres.
Pasaron los días. Y recibo un llamado de ellos, orgullosos creo yo por mi postura aguerrida en esos días que acontecían, para decirme que se volvían para estar en la marcha. Yo exploté de alegría, fue algo muy movilizante saber que regresaban, renunciando a más de veinte días de vacaciones.
Cuando estaba en Ezeiza esperándolos se me caían las lágrimas porque acá en Argentina los esperaba #Niunamenos, una marcha que no era sólo un marcha, era mucho más.
En la plaza había un recinto para familiares de víctimas. Fue fuerte, llegamos temprano.
Fue llegando la hora y veo un cartel entre la gente y le digo a mi mamá de sacarnos una foto. Nos acercamos a la gente y ahí fue el click. Nos encontramos con mujeres emocionadas. Con carteles, pancartas, banderas... Nos abrazaron. Nos contaron que eran víctimas de violencia de género. Conversamos. A las 17.30 hs ya la Plaza estaba repleta bajo el sol y de repente miré mas allá de lo que mis ojos pudieron ver. Me puse a llorar, la abracé mi mamá y lloré desconsoladamente por un rato largo. Ese llanto fue por muchas cosas. Entendí todo lo que me venia pasando semanas previas a la marcha.
La Plaza estaba repleta de mujeres y hombres y esa marcha estaba siendo replicada en toda la Argentina. Ahí sentí que se pudo hacer VISIBLE la problemática grave que sufre la mujer y que dijimos ¡BASTA! ¡¡¡NO QUEREMOS QUE NOS MATEN MAS!!!
Ese día sentí paz. Sentí la revolución como sociedad. Sé que falta mucho por hacer pero NO es poco lo que se hizo. La marcha fue el resultado de una conciencia construida durante muchos y largos años.
Cuando llegué a mi casa estaban mis dos hijos, de 6 y 8 años ya. Les conté que venía de la marcha y mi hijo más grande me dijo: “Sí, mamá, yo sé que la marcha es porque no queremos más que los varones maten a las mujeres. Ni que les peguen”. Lo miré con lágrimas en los ojos. Y él me siguió contando: “Lo de la marcha lo vimos en el colegio y de eso hablamos esta semana”. Santi asiste a tercer grado de la escuela 16 en Mataderos, su profe se llama Walter. Este es el camino.
* Hermana de Wanda, quien murió diez días después de ser quemada por el baterista de Callejeros Eduardo Vásquez, el 10 de febrero de 2010, en su casa de Mataderos. Vásquez hoy cumple una pena de reclusión perpetua por el femicidio de Wanda.
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