Viernes, 3 de julio de 2009 | Hoy
“Controlarte las llamadas o los mensajes del celular o el correo electrónico, decirte cosas que sabe que te duelen cuando discuten, dejarte plantada con frecuencia, hacerte creer que no servís para nada, son algunas de las formas de violencia psicológica. Si alguna de estas formas aparecen en tu relación no significa necesariamente maltrato, pero es mejor que estés atenta por si se repiten”, advierte el folleto “Violencia machista contra las chicas”. Pamela Palenciano Jódar también relata su encadenamiento a través de las tecnologías nacidas para hacernos –supuestamente– más libres: “Antonio me había dicho que ningún hombre me iba a amar así y eso no fue cierto. Pero sí que ningún hombre me volvió a controlar el celular, el cuerpo y mi vida”, define. Maia, tiene 16 años, e igual que casi todas las chicas que escucharon la charla en el colegio Alejandro Carbó sienten que su celular es el talón de Aquiles que la tiene de narices frente al control masculino. “Si tenés confianza en tu novia no tenés necesidad de mirarle el celular”, proclama. Pero a veces no prima la confianza sino la necesidad de dominio. “Mi novio es bombero y si estoy en el colegio me llama 15 veces por día para ver qué hago y si él está de guardia me prohíbe que salga”, describe Florencia de 17 años que si se queda sin crédito tiene que contestar a la interpelación “¿Con quién lo habrás gastado?”. La charla entre Pamela y las chicas sigue en la puerta del colegio. Allí aparece un mensaje de texto de un novio que se sintió increpado y ataca por mensaje de texto: “ia me iras a secar la cabeza (sic) a mi me kgo en las culiadas esas bolo”.
Celeste, también de 17, relata como la espiral de la violencia ahora no tiene cable ni corte: “Desde que tengo memoria que viví la violencia familiar de mi papá a mi mamá. Y ahora mi novio me revisa el celular para ver que no me encuentre con mi mejor amiga y estoy tan acostumbrada que lo tomo como normal después de tres años de noviazgo. Yo la veía a mi mamá que no hacía nada y me daba bronca y ahora me doy cuenta que mi novio me obliga a hacer cosas que no me gustan y yo hago lo mismo”, se puede ver frente a ella misma. “Esta charla te ayuda a parar la mano”, le ofrece, escuchándola, su amigo Favio. Y agarradita del brazo, su amiga Celeste, la abraza hacía delante: “Ahora que abriste los ojos te vas a dar cuenta que podés ser feliz”.
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