Viernes, 25 de enero de 2013 | Hoy
Por * Nushi Muntaabski
Los cuerpos en todas la épocas han sido manipulados, clasificados y se han (y se siguen) marcado tendencias en relación con un mercado absurdo que tiene que ver con ser eternamente joven. Si bien los códigos se han ido modificando a través de la historia, hace muchos años comenzó la absurda idea de que tener un cuerpo voluptuoso es sinónimo de abandono o de una mujer no deseada. Creo en las curvas, amo las panzas y en mi vida encontré como resultante que la gente rellena es más sana y más feliz que las que son demasiado flacas. Ellas me dan la impresión de que hay algo en sus vidas que las está consumiendo, un secreto, una amargura o algo así. Que un buen plato de comida o una copa de vino no se les metaboliza, porque se les va a un agujero, el agujero de no poder “retener”, y el que no retiene (recuerdos, aprendizajes, humor y comida) está en problemas. La sensualidad ósea me da desconfianza. Me falta algo, me falta sex appeal y buen vivir. Sé que hay gente con contextura delgada por naturaleza, pero me quedo con una pancita o una cara redonda toda la vida. Incluso la piel es más bella y tersa.
Si bien no soy hombre, también sé que a los hombres-hombres les gusta más la mujer con tetas y culo y a las mujeres-mujeres poco les importa pasarse de peso, porque son tan mujeres que su seducción no pasa por un talle sino por un intelecto, y alguien inteligente es alguien que goza de la vida.
¿Si tuviera que pintar hoy un desnudo de la época? Pintaría lo que para mí es ideal. Un cuerpo con vida, cualquiera sea la edad, el color, el peso y la pose. Me gustaría que las mujeres entendamos que lo único importante es pasarla bien y estar cerca de alguien que aunque tengas arrugas y el culo caído te diga: sos hermosa.
* artista plástica
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