CINEFILIA
Bolas de fuego
Directos al infierno de Miguel Peirotti revela los
calenturientos fanatismos mediterráneos de un espectador más preocupado en compartir su aprendizaje que por hacer un prolijo libro de consulta para estudiantes de cine.
Por Mariana Enriquez
Directos al infierno: actores malditos, yonquis varios, casos perdidos es el libro de un cinéfilo orgulloso, militante, entusiasta hasta el desborde. Como debe ser. Porque, además, Miguel Peirotti (periodista y escritor que ejerce lo suyo en Córdoba) no tiene pretensiones abarcativas ni teóricas: sólo escribe sobre los actores que reverencia con una devoción tan contagiosa que, de verdad, dan ganas de correr hacia el videoclub y atorarse de las actuaciones de los iracundos listados sin orden aparente. “Éste no es un libro de consulta”, aclara en el prólogo. “Es un inconsulto repaso por algunas de las estrellas de la actuación que marcaron mi itinerario de espectador de cine. Hay que aclararlo: de cine de Hollywood. Soy omnívoro, pero prefiero un plato: el cine hecho en Hollywood. Fast food para algunos, nouvelle cuisine para mí.”
Y Peirotti se da una panzada, y todos los gustos. Desde una entrevista ficticia con River Phoenix (donde le pregunta todo lo que nadie se atrevió a preguntarle en vida: su crianza dentro de la secta Niños de Dios, su supuesto amorío con Keanu Reeves) hasta una elegía dolorosa para Mickey Rourke (¡merecidísima!), donde confiesa que el alguna vez Chico de La Motocicleta fue el primer nombre que se le ocurrió para el libro, y además pontifica: “Rourke fue un grande, chicos, sépanlo, aunque hoy esté hecho bolsa y ustedes no puedan saber quién es ese señor que aparece octavo después del título en la última de Antonio Banderas”. A continuación dice una gran verdad: que Bruce Willis imita a Rourke (¡por fin alguien denuncia este escándalo!). Desde aquí sólo nos queda agregar que, clara e injustamente, Willis le birló el personaje del boxeador en Pulp Fiction, que era tan a la medida de Mickey. Y por eso merece la desconfianza eterna.
Los nombres se suceden, y Peirotti renuncia a cualquier categoría que no sea la de fan para mezclar sin prejuicio alguno a Marlon Brando con Steve Buscemi, a Johnny Depp con Jack Nicholson, a Vincent Price con Robert Downey Jr., y a Rutger Hauer (Blade Runner) con Malcolm McDowell (La naranja mecánica). Claro está, el libro se disfruta mucho más si el lector sabe de quién y de qué películas se habla, pero aquí no hay nada impenetrable, porque Peirotti ejerce con gracia notable el difícil arte de contar películas –el resumen de La plata viene del cielo de Herbert Ross, donde el enorme Christopher Walken baila como nunca, es el mejor ejemplo-. Y es desarmante la desvergüenza con que se consume en los fuegos del fanatismo. “He hecho cada cosa por Christopher Walken que algunas veces me siento una fan de Luis Miguel, con el nombre de su ídolo pintado con rouge en la frente y envuelta en una bandera con su estampa.”
Cada actor elegido cuenta con una breve nota biográfica que ayuda a la orientación; Rodrigo Fresán ofrece un prólogo sentido, de fan a fan; uno de los grandes méritos del libro es que la colección de rebeldes es sumamente discutible (¿Gary Oldman? ¡Pero si es una caricatura de sí mismo!), pero no porque Peirotti quiera provocar. Éste no es un libro canchero, a pesar de la superpoblación de chistes y retruécanos –que son más bien cándidos. Así se pone Peirotti cuando recuerda a Malcolm McDowell: “Emociona ver los últimos chispazos de ese Malcolm maldito, cuya mirada de afrenta, azul y penetrante como el ácido, sigue siendo lo más violento que ha parido el cine en sus últimos treinta años”. El diseño de tapa con ilustración de Augusto Consthanzo es notable y los próximos títulos de esta colección de Comunicarte amenazan con nuevos libros para atesorar, entre ellos una nueva entrega de Peirotti, Te veré en el infierno, querida, la respuesta femenina a los malditos.