Sábado, 30 de abril de 2005 | Hoy
ESPAñA, UN SEGMENTO VIGOROSO DE LA OBRA DISPERSA DE ORWELL.
Orwell en España
Edición de Peter Davison
Tusquets
460 páginas
Por Sergio Di Nucci
Hay autores cuya obra dispersa supera, por su calidad y su cantidad, a la publicada en volúmenes unitarios. Es el caso de George Orwell, uno de los escritores más polémicos de la primera mitad del siglo XX cuya vida se extinguió un poco abruptamente. Fue un gran ensayista, un gran narrador y un gran periodista, pero por desgracia su fama reposa sobre Rebelión en la granja y 1984, dos alegorías dispépticas que compuso contra el stalinismo. En su excelente libro sobre Orwell, el periodista británico Christopher Hitchens agradece especialmente la labor de Peter Davison, el compilador de las obras completas de Orwell, que ocupan veinte tomos y que ahora prohíben cualquier juicio apresurado sobre este autor que fue considerado un reaccionario antimarxista, un anarquista desorbitado, un socialista solitario y un exagerado.
Orwell en España es una antología temática de textos extraídos de la edición de las obras completas. Hitchens escribió que el suyo es apenas el primero de los frutos que arroja el trabajo de compilación de Davison, cuyo propósito es revalorizar la vida y obra de Orwell. Revalorizar suena a transacción inmobiliaria, pero implica tanto en Hitchens como en Davison contestar a la pregunta insistente: ¿por qué a George Orwell, que fue resueltamente partidario de una izquierda democrática, se le concede en nuestros días casi las mismas negligencias que le adjudicaron sus propios colegas de izquierda en vida?
La figura de Orwell es única entre los intelectuales radicales de las décadas del ‘30 y del ‘40: a la vez temido y detestado por los que obedecían al Kremlin, un marxista a quien le disgustaba el socialismo a la moda de los años ‘30, ya con sandalias y morrales y jugos de fruta en vez de whisky, un producto de las mejores escuelas británicas que quiso identificarse con las clases bajas, y el portavoz, en literatura, de las clases liberales británicas que dependieron del sentido común y del lenguaje franco, que creyeron en los derechos del ciudadano para llevar una vida decente, pensar y decir lo que les plazca. Por esto mismo, porque no había lugar para él, murió joven, tuberculoso y con una herida que arrastró desde la Guerra Civil Española, donde casi muere.
Cuando España fue amenazada por el fascismo, este ex funcionario del Imperio británico estuvo entre los primeros en alistarse del lado republicano, en cargar un fusil y comprometerse con los ideales igualitaristas, en fascinarse con la revuelta popular, la que no reconoce jerarquías, y en decepcionarse ante las acciones filosoviéticas de los comunistas españoles. El casi medio millar de páginas de Orwell en España es una excelente contribución al conocimiento de Orwell entre los que hablan la lengua del país cuya democracia el autor eligió defender. Consiste en la reunión de cartas de familiares, de amigos y de enemigos, de reseñas acerca de libros y acontecimientos de la Guerra Civil, semblanzas periodísticas de los itinerarios españoles de Orwell y el excelente Homenaje a Cataluña, autobiografía y crónica de la traición de anarquistas y marxistas por los comunistas en Barcelona.
En la actualidad, sobre Orwell perduran los juicios de ayer: que le dio en sus obras munición a la derecha, que representó los ideales de la pequeña burguesía, que su aversión al totalitarismo es, en última instancia, mínima moralina. Fueron las opiniones que difundieron en especial los británicos marxistas E.P. Thompson y Raymond Williams, y que luego retomaron, entre otros, Edward Said y Salman Rushdie. La razón que da Hitchens –la misma que da Davison– a los ataques de Thompson y Williams es que Orwell, al no padecer ninguna fase stalinista, no debió purgarse de repentinas decepciones.
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