Domingo, 23 de julio de 2006 | Hoy
GRACIELA MOCHKOFSKY: TíO BORIS
El retrato de un militante de ley, los vaivenes del Partido Comunista argentino y los avatares de la Guerra Civil Española confluyen en una investigación que no desdeña el tono de la novela negra.
Por Sergio Kisielewsky
Tío Boris
Graciela Mochkofsky
Sudamericana
269 páginas.
Cuentan los viejos militantes de la Federación Juvenil Comunista que en la década del 60, al ingresar a la política, oían hablar de los actos heroicos de Boris, como se llamaba al militante Benigno Mochkofsky, quien había sido torturado en la cárcel de Ushuauaia y pasado por un campo de reclusión en la isla Martín García. Por cierto no es el mismo relato que escuchó Graciela, su sobrina nieta, autora de una comprometida biografía sobre Timerman, durante una sobremesa en la casa familiar donde salió el disparador: “Por qué no escribís sobre tío Boris?”.
Es allí donde la periodista pone manos a la obra y reconstruye una época histórica donde se cruzan los años de la lucha contra el fascismo, el ascenso de Hitler y la inminencia de la Segunda Guerra Mundial. El libro, en consecuencia, atraviesa un campo de batalla: el de la Guerra Civil Española.
Boris nació en 1911 y murió en 1975. Era pelirrojo, fumaba habanos gruesos y trabajó en el puerto y en la industria metalúrgica. Participó en huelgas y creó organizaciones sindicales. Estuvo preso en condiciones humillantes en el penal de Ushuauaia durante la dictadura de Uriburu.
Con el tono, por momentos, de la mejor novela negra y con un sostenido suspenso, Graciela Mochkofsky va atando cabos sobre la historia del Partido Comunista argentino. Para ello entrevista a dirigentes y militantes, tarea nada sencilla según se va revelando en la trama, y se acerca a los testimonios teniendo muy presente el subtítulo del libro: un héroe olvidado de la Guerra Civil Española.
Prácticamente de la nada se va construyendo un itinerario que toma lo mínimo y lo máximo, desde el lechero escuchando las reuniones políticas hasta la llegada del peronismo al gobierno, todo suma al retrato de época.
La obra se interroga sobre el sentido del heroísmo y aún más, da luz sobre uno de los personajes más enigmáticos del comunismo argentino: Victorio Codovilla. Su descripción es todo un punto de referencia. “Codovilla ya tenía la cara rechoncha, una cintura de tonel y un apetito que ninguna comida saciaría. Hizo un hábito de fumar en pipa y llevar consigo un bastón, con el que propinaba golpizas a sus rivales anarquistas.”
Codovilla fue testigo de los primeros años de la Revolución Rusa, lo que marcó a fuego su visión del mundo. Estaba en Moscú en 1925 cuando se desplazó a Trotsky del Comisariado de Guerra y “reducido a ejecutar tareas menores”. Vio de cerca la lógica del poder stalinista, el mismo poder que lo envió a crear el Partido Comunista en España. Es allí donde su historia confluye con la de Tío Boris.
Graciela Mochkofsky viajó a España y hurgó en viejos archivos secretos, aplicando una lupa desprejuiciada sobre los orígenes de la Guerra Civil Española. En especial sobre la correlación de fuerzas políticas antes de la llegada de Franco y el nacimiento de las Brigadas Internacionales que dirigía el belga André Marty. A los veintidós años, Boris llega a España. Se acercó a los comunistas y en poco tiempo pasó de ser integrante de los grupos de autodefensa a comandante del Quinto Regimiento del Ejército Popular. A partir de este punto, Tío Boris da un salto más, contando cómo un intento de golpe de Estado fascista conduce al país a una guerra civil que duró tres años y causó más de un millón de muertos.
En cada relato de guerra se potencia la información sobre los hechos.
Allí se encuentra la “ayuda” alemana a Franco y las responsabilidades de los gobiernos de Occidente ante la devastación y el martirio en la tierra de Antonio Machado. También circulan los relatos de la batalla del Ebrocon los brigadistas de Lister cantando en seis lenguas “La Internacional” y el coraje derramado en la defensa de Madrid. El “No Pasarán” está presente en el libro, documentado y con las venas abiertas en cada batalla que se libra.
En cada párrafo se advierte el rigor de una investigadora junto al vuelo de una escritura en clave de ficción. Entre la saga familiar, las alegorías y las banderas antes y después de los combates, Tío Boris indaga en las causas por las que miles de hombres y mujeres dejaron de ser ellos para ir al encuentro de las epopeyas colectivas.
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