Domingo, 17 de mayo de 2009 | Hoy
Una interesante reconstrucción de cómo fue la evolución interna del psicoanálisis, de Freud a Lacan.
Por Alicia Plante
Aquí también hay dioses
El descubrimiento de Freud
Marcelo Alejandro Alonso
Biblos
191 páginas
La importancia de esta obra no reside en la propuesta de modificaciones del cuerpo teórico o de la praxis psicoanalítica, ni en el aporte de nuevas formas de entender lo dado. Tampoco en una explicitación inesperada de lo que no se pretende modificar. Quizás cabría decir que el psicoanalista Marcelo Alonso propone más bien una reconstrucción de los momentos de inflexión en la evolución interna del psicoanálisis como movimiento científico y filosófico, de los altibajos institucionales extremos que hasta la propia materia de estudio se prestó siempre a propiciar, sujetos a la densa y conflictiva dinámica de los grupos que lo compusieron –y des-compusieron– a lo largo de casi siglo y medio. Los primeros asombros, las coincidencias y lealtades de amigos y colegas, las rivalidades, los celos entre “hermanos” por el amor del “Maestro”, la traición de alguno: por las páginas de Alonso, en un historiar que intenta penetrar las tensiones y presiones que se conjugaron en torno del pensamiento, en permanente actividad de un hombre gigantesco, pasan Fliess, Jung, Ferenczi, Adler, Jones, Stekel, Rank, eventualmente Eitingon y otros que fueron acompañando o incidiendo en el desarrollo del corpus psicoanalítico. Y por detrás, siempre, aun cuando vacilara o debiese desandar algún tramo del camino, la preocupación de Freud por preservar intactos los lineamientos de su “invención”.
Esta inquietud respecto de las múltiples “maniobras” internas en pos del poder dentro de la institución oficialmente constituida, incluso hizo necesario un comité secreto –con Freud a la cabeza– que operó a espaldas de los demás integrantes. Los avatares institucionales se sucedieron y a la función cercana al espionaje del comité secreto siguió la ordenación corporativa del movimiento. Casi siempre las fricciones respondieron al cómo en la formación de nuevos psicoanalistas; por ejemplo, si los candidatos debían o no someterse previamente a un análisis didáctico y al consiguiente control, fortaleciendo así la cohesión al modo del ejército y la Iglesia.
Alonso reflexiona acerca de la forma en que este tipo de pulseadas por el poder (del Padre) continúa atentando hoy en día contra la operativa institucional, y produce importantes asociaciones con textos de Freud como Totem y Tabú.
Alonso pasa luego a reflexionar sobre la figura de su legítimo sucesor: Jacques Lacan. Desde el comienzo un personaje revulsivo, que fue rechazado por sus pares y transgredió la mayor parte de las reglas impuestas por los cancerberos de la ortodoxia freudiana, representa sin embargo una legítima fidelidad a la esencia de las enseñanzas del Maestro. Sus aportes no lo cuestionan sino que, se podría decir, lo actualizan. Su contacto con el Tao a través de la poesía de Lao Tse, poeta chino del siglo III a.C., lo conduce de vuelta a La Interpretación de los Sueños y a la descripción freudiana de la cómoda convivencia de términos opuestos dentro del lenguaje onírico, que no reconoce la negación. Los poemas de Lao Tse lo marcan: la afirmación de que el Tao es un vacío que nunca se llena completamente, y a la vez una nada de la que todo fluye, hinca el diente en su inteligencia. Sus elaboraciones proceden asimismo de su frecuentación del estructuralismo de Saussure, que lo llevarán a confirmar que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, el cual construye al sujeto. Hablará de tres registros: el real, que es lo indecible; el imaginario, donde se produce la constitución del Yo como algo distinto del Otro (estadio del espejo) y en relación con el objeto ideal perdido (la Madre); y lo simbólico, que constituye el primer conjunto de reglas que integran al sujeto en la cultura, en un proceso que dura toda la vida.
Todo este relato de las sucesivas fases de la evolución del psicoanálisis son relatadas con complejidad y precisión en Aquí también hay dioses, un libro sin dudas importante.
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