Domingo, 4 de julio de 2010 | Hoy
El auge mundial del policial nórdico acaba de sacar del olvido la original experiencia de una pareja de escritores suecos. Marido y mujer escribieron más de diez títulos juntos, centrados en una fuerte crítica social al Estado de bienestar.
Por Martín Pérez
“Usar la novela policial como un escalpelo abriendo el vientre de un ideológicamente pauperizado y moralmente debatible Estado de bienestar de tipo burgués.” Así es como el escritor sueco Per Wahloo solía resumir las intenciones detrás de la saga de diez libros que, entre 1965 y 1975, escribió junto a su mujer Maj Sjowall. Uno por año, todos de treinta capítulos, pautados previamente entre los dos, luego redactados consecutivamente por uno y otro, y finalmente revisados, corregidos y editados en conjunto. No debe haber muchos antecedentes de libros escritos a cuatro manos, y mucho menos por parte de una pareja de escritores, que aseguraban dedicarse a escribir sus novelas centradas en crímenes por las noches, luego de acostar a sus hijos.
Periodistas antes de dedicarse a los policiales, Wahloo y Sjowall investigaban escrupulosamente cada una de las tramas de sus historias, que en su momento alcanzaron una cierta fama que atravesó las fronteras suecas, llegando incluso a merecer una adaptación cinematográfica norteamericana, titulada Asesinato en masa (1973) y protagonizada por Walter Matthau. Pero terminaron cayendo en un irremediable olvido, del que los ha sacado el sorpresivo éxito mundial del policial nórdico, cuyos principales y más interesantes referentes –desde su coterráneo Henning Mankell hasta el islandés Arnaldur Indridason– han venido asegurando a quien quiera escucharlos que la obra de esta pareja de escritores supo ser su principal inspiración. Algo que se hace evidente al leer Roseanna, que a casi medio siglo de su publicación original sigue siendo un libro fascinante.
Con la santa trilogía de la novela negra como inspiración confesa –Hammett, Chandler y Ross McDonald–, con este primer volumen de su saga protagonizada por el inspector Martin Beck, Wahloo y Sjowall se propusieron –casi al mismo tiempo que Ed McBain– retratar el procedimiento policial con un naturismo por entonces inédito, y que hoy se ha hecho una costumbre hasta en las series de televisión. Tan bien lo hicieron que, leyéndola incluso desde un presente que Internet y los celulares han cambiado de manera contundente, Roseanna sigue siendo novela de género atrapante tanto por su humanidad como por la meticulosidad del retrato del trabajo policial. No hay héroes en sus páginas. Sus protagonistas son eficientes y entregados servidores públicos, superados –y angustiados– por la realidad que los rodea. La trama, centrada en el asesinato y violación de una turista norteamericana, exhibe una actitud particularmente comprensiva de los detectives ante el deseo femenino, sorprendentemente cercana a la que exhiben los protagonistas de las novelas de Stieg Larsson, casi medio siglo después. Y cada vez que el inspector Beck se resfría o sufre por su mala alimentación, es imposible no verlo como la versión original de Wallander, el personaje que hizo famoso a Mankell.
Cuarenta y cinco años atrás, luego de terminar la última novela de la saga, Per Wahloo falleció. Maj Sjowall no ha vuelto a escribir desde entonces, dedicándose a la traducción y, últimamente, a promocionar las reediciones de aquellos libros, que se han ido publicando en todo el mundo, como consecuencia del éxito del policial nórdico. Originalmente, la saga de Beck supo ser traducida al español por editoriales como Barral y Bruguera, pero esos libros son hoy inconseguibles. Y esta reedición de Roseanna que acaba de asomar en las librerías locales es en realidad una edición de bolsillo fechada en el 2007. “Creo que cualquiera que haya escrito sobre crímenes como reflejo de una realidad social ha sido inspirado, de una manera u otra, por Sjowall y Wahloo”, confiesa el autor de Wallander desde el prólogo del primer volumen de una saga cuyos casos, según sus autores, formaban parte en realidad de un único crimen: el de la socialdemocracia sueca traicionando a la clase trabajadora. Pero cada una de esas novelas –particularmente las primeras, según apunta Mankell– siguen siendo, antes que nada, grandes novelas policiales. Sórdidas, mundanas, y terriblemente humanas.
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