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Domingo, 29 de enero de 2012

Un dandy bajo fuego

Una autobiografía que comienza con una infancia extraña, pero no del todo desdichada, sigue con la amistad entrañable con Dylan Thomas y termina con las noches de bohemia bajo las bombas y la pólvora de la Segunda Guerra Mundial. En las páginas de Noches en Fitzrovia se puede acceder al más intimista MacLaren-Ross.

 Por Fernando Krapp

La Bestia Equilátera continúa en su solitaria labor de reeditar la obra de Julian MacLaren-Ross en la Argentina, y en esa continuidad generada hace ya unos años, con traducciones a cargo de María Martoccia (autora de la casa), da la sensación de que el escritor inglés, paradigma del dandy-proletario de la escritura en todas sus formas y técnicas, aún estuviera vivo. A los cuentos reunidos en Tostadas de jabón y la novela Veneno de tarántula –mitad parodia, mitad policial negro en serio–, le sigue ahora este libro, Noches de Fitzrovia, una selección de textos extraídos de los tres libros autobiográficos legados a la posteridad por MacLaren-Ross titulados The Weeping and the Laughter, The Rites of Spring y Memoir of the Forties.

El recorrido temático propuesto por los textos seleccionados reproduce el corpus de una autobiografía clásica. Un inicio de las peripecias del escritor en su infancia, una infancia más o menos feliz que, más allá de la imagen de un zepelín surcando el cielo, una huida de la familia a Francia para buscar un lugar redituable donde vivir y el deslumbramiento por un espectáculo de marionetas, no fue ni violenta ni desagradable. Tampoco tuvo grandes aventuras, a pesar de ser hijo de una madre políglota que había visto a su hermano morir aplastado por un elefante en Calcuta, y de un padre miembro del ejército. Las aventuras, sin embargo, fueron encontradas por el niño Julian en las historias que su madre le leía, aunque siempre sin llegar al final. Julian descubrió, de esa manera, su vocación por las letras después de aprender por su cuenta a leer y a escribir: ser escritor para vencer la ansiedad que provocan las historias sin final.

Noches en Fitzrovia. Julian MacLarenRoss La Bestia Equilátera 245 páginas

En los siguientes capítulos, que se corresponden con una etapa madura, MacLaren-Ross narra distintos encuentros agridulces con editores, escritores reconocidos, y no tanto, durante su vida profesional en formación. El encuentro con el escritor Frank Harris le hará conocer los sinsabores de la vida literaria, y el duro trabajo de hacer llegar una novela a un editor; es decir, el largo camino de ser reconocido, tropezando varias veces en el intento. El tono que emplea MacLaren-Ross para narrar estos encuentros, en los que casi nunca sale ganando, no es revanchista ni mucho menos rencoroso; se siente un poco el sabor amargo del perdedor que insiste en su vocación, a pesar de saber que el futuro es mucho más negro de lo que se cree, sin perder el humor ni la objetividad necesaria que hacen de sus anécdotas verdaderos relatos. Como el encuentro con Graham Greene, a quien MacLaren-Ross acudió cuando estaba adaptando una novela suya a la radio. El encuentro en la casa de Greene parece ser un verdadero éxito hasta que MacLaren-Ross le envía unos cuentos suyos, que la mujer de Greene gentilmente devuelve con el sobre cerrado y una nota donde aclara que su marido no tiene tiempo de dedicarle una lectura. MacLaren-Ross tampoco cae en la envidia o en la venganza con sus escritores coetáneos. El relato sobre su amistad con Dylan Thomas, cuando ambos trabajaban escribiendo guiones para la BBC, es de los más bellos del libro; MacLaren-Ross logra rescatar un costado no tan conocido del “artista cachorro”, como compañero de oficina (algo rarísimo para la vida de un poeta asociado a la juventud eterna), un profesional de la palabra escrita obsesionado también con el mundo del cine pero, sobre todo, un amigo fiel y entrañable.

La imagen del zepelín en el cielo atraviesa esta selección de textos de distintas maneras: el eco de la Segunda Guerra Mundial. La vida cotidiana en tiempos de guerra y posguerra se cuelan por entre las anécdotas de escritores, editores, productores, directores de teatro, periodistas, y una larga fila de artistas apabullados por la idea del fin del mundo en una Inglaterra que cedía su lugar privilegiado como imperio a las fuerzas norteamericanas después del ‘45. Inconscientemente o no, MacLaren-Ross intentó registrar la vida nocturna del Soho inglés en esas eternas noches etílicas con amaneceres improbables, con gusto a resaca y olor a nicotina mezclado con pólvora rancia. No se sabe bien qué busca un lector de biografías: verdades, anécdotas, datos, mentiras o conventillos. Lo que seguramente va a encontrar en Noches en Fitzrovia es el placer de leer una voz que en verdad fue escrita para ser escuchada; porque en estos textos, MacLaren-Ross genera en el lector una sensación parecida a estar escuchando una radio vieja quebrada de tanto en tanto por la interferencia, mientras la paranoia bélica nos dice que disfrutemos cada noche como si fuera la última.

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