Domingo, 4 de agosto de 2013 | Hoy
Las obras de Daniel Sorín se caracterizan por un cuidado cultivo de los aspectos menos aparentes de personajes de la historia y la literatura. En La última carta, un sutil juego de relatos orales y recuerdos remiten a John William Cooke y su legado político.
Por Andrés Tejada Gómez
El peronismo es, entre tantas otras cosas, una refinada máquina de confeccionar historias, una producción incesante de mitos y prácticas que suelen establecer confrontación. Otras veces contradicción. Una verdadera usina hermenéutica que no cesa en su capacidad de interrogar y brindar juicios agobiantes a los últimos sesenta años de nuestra ardua contemporaneidad. La bibliografía sobre el peronismo, tanto en sus versiones políticas y sociológicas, como las ficcionales, abarca anaqueles insondables. Se habla de tres o cuatro peronismos, se mencionan santas y libros negros de segundas tiranías. Su núcleo esencial tiende a la capacidad de contorsión inverosímil, a la plasticidad que se requiere en un país latinoamericano: realpolitik. Un capítulo central y todavía abierto de esta historia es el vínculo entre Perón y John William Cooke. Su estrecha y persistente relación espistolar todavía ocasiona controversias entre sus adherentes. A tal punto, que sus cartas aún parecen encerrar una clave para la comprensión de este fenómeno tan perturbador para la sensibilidad nacional. Daniel Sorín es un narrador con una obra de ficción que se viene consolidando desde que supo obtener el Premio de Novela de Emecé en 1998 por Error de cálculo. Su labor narrativa no quedó estancada en la azarosa suerte del principiante, ya que a su primera novela le siguieron otras editadas en diferentes casas editoriales. Algunos de sus títulos a tener en cuenta son El dandy argentino (una semblanza novelada sobre la atractiva figura de Lucio V. Mansilla); Palabras escandalosas, donde esgrime la historia de Cesare Paganni, un alucinado profeta que anuncia el fin del mundo en 1910 a partir de la llegada del cometa Halley; Palacios. Un caballero socialista, que no es ni más ni menos que el intento de acercarse a la personalidad del socialista de bigote estrambótico y sobrio sombrero; El hombre que engañó a Perón recorre las espléndidas peripecias del denominado Proyecto Huemul, que consistía en el desarrollo de la fusión nuclear controlada para generar energía a gran escala.
Sorín tiende a trabajar las zonas periféricas de la historia argentina. Sus obsesiones parecen anclarse en los detalles o anécdotas que podrían iluminar con esmero el lado oculto de nuestros infortunios. Sus textos buscan las zonas menos transitadas pero no por eso menos relevantes de la serie político social. Narra los bordes, describe los límites de las historias oficiales, sin la necesidad –ni necedad– de sucumbir en escabrosos chusmeríos. Sus ejes temáticos hacen foco en personajes que oscilan entre la extravagancia personal y la voluntad política como desafío. Su literatura esquiva con firmeza al denostado género de novela histórica; su acierto está en no intentar lidiar con la reconstrucción puntillosa de los escenarios donde transcurren sus tramas. Su ficción se atiene a parámetros sencillos pero que proporcionan solidez y consistencia: un realismo clásico sin fisuras, la intriga de un secreto a develar.
La última carta tiene una trama afable, entretenida y ágil. Sin caer en la tentación de las novelas de género epistolar, que abusan en intromisiones personales de tono amoroso, el narrador de La última carta, José Bermúdez, nos cuenta su historia enigmática y atrapante. Muchos años después del hecho más importante de su vida, José se entrega al escabroso ejercicio de volver sobre sus propios pasos. En el día de su cumpleaños, frente a su nieto Iván, percibe la necesidad de contarle su propia historia y justificarse. “Debo reconocer, al fin, que el secreto me desgasta. Quieto en los extramuros de la memoria, me ha corroído en silencio durante cuarenta años. Ha llegado el momento del exorcismo”, dice el narrador en el inicio de la novela. El recorrido de la memoria que lleva a cabo el narrador no deja punto de su vida sin exponer ni analizar. Su infancia, primeros amores, el encuentro con el cartero Urbino Bustos, sus inicios en la militancia política de la mano de Desiderio, su vínculo con su mujer Ruth, sus hijos y la particularidad de haber devenido en hombre de confianza de John William Cooke. A través de su esfuerzo logró familiaridad con el hombre que definió al peronismo como “el hecho maldito del país burgués”.
La novela tiene la estructura de un relato oral que reclama la urgencia de perdurar para producir un posible nuevo sentido en el futuro. En la reconstrucción del pasado que realiza José se vislumbran posibles e hipotéticos senderos de la historia argentina. La última carta, de las múltiples que se habían intercambiado entre Perón y Cooke, estuvo bajo su poder. El “Bebe” le pidió, poco antes de morir, que buscara esa carta que, mal leída, podía tergiversar su legado político. José acata el pedido de su jefe aun sabiendo que tendrá en su contra al resto de la organización. Esa fidelidad a su líder cambiará el rumbo de su vida para siempre.
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