Domingo, 20 de julio de 2014 | Hoy
Mai Jia es uno de los escritores chinos que, tras los pasos de Mo Yan, vienen renovando la literatura de su país y logrando a la vez proyección internacional. Con una historia basada en la maldición que puede significar el árbol genealógico de una gran familia, El don combina dosis parejas de originalidad y tradición.
Por Juan Pablo Bertazza
Uno de los usos y costumbres chinos más notables en comparación con Occidente es una especie de inversión que se da con respecto al nombre y apellido. Salvo en casos extraordinarios –y sobre todo íntimos–, en China el apellido se usa más frecuentemente que el nombre de pila, en tanto brinda mucha más información acerca de una persona, de una identidad.
La costumbre tiene una clara correspondencia en el peso que le asignan en ese país al árbol genealógico, las dinastías y ascendencias, como si ningún individuo estuviera demasiado separado de sus raíces, de su familia.
Las primeras cuarenta página de El don, ópera prima de Mai Jia, el autor chino del momento que, desde hace algunos meses, viene presentando la traducción de su libro en varios países de este lado del mundo, incluyendo España y Argentina, se dedican a explicar el origen de su protagonista, Rong Jinzhen. Para hacerlo recurre a una intrincada sucesión de traiciones, milagros y desgracias, que a partir de una estructura de cajas chinas, desemboca en su muy particular nacimiento. Jinzhen es nieto de Rong Youying, una de las mentes más brillantes de la familia Rong, apellido en cierta decadencia que, en sus años dorados, tuvo mucho que ver con la fundación de una prestigiosa Universidad. Youying perdió la vida al momento de dar a luz a un hijo que, para colmo de males, se transformaría rápidamente en un estafador y asesino hasta su trágica muerte, ocurrida a los veintidós años.
Ese hombre, apodado por propios y extraños “cabeza de asesino”, y que constituye una verdadera mancha para la dinastía Rong, sedujo y abandonó, durante su efímera vida, a innumerables mujeres, pero sólo dejó embarazada a una que también moriría al dar luz a Rong Jinzhen, el protagonista del libro, que se transforma así en el hijo bastardo de un asesino.
Su origen plagado de vicisitudes y su comportamiento casi autista lo obligan a romper, en cierta forma, con la regla del apellido y su vida empieza, entonces, a correr al margen de la de su familia.
Novela con ciertos toques autobiográficos, El don es, sin lugar a dudas, el último gran fenómeno de la literatura china. Luego de este libro que le insumió nada menos que diez años de escritura, Mai Jia escribió otras cuatro novelas que se enmarcan también en el género de espionaje. Casi todas tuvieron igual impacto en la crítica y en las ventas, a tal punto que, además de haber arrasado con los más importantes premios de su país, Mai Jia lleva vendidos más de cinco millones de ejemplares.
Educado por el señor Auslander, un extranjero de pocos recursos en el contexto de la China de los años veinte, el niño Rong Jinzhen demuestra parecerse más a su abuela que a su padre biológico. No sólo por algún aire físico sino, sobre todo, por su extraordinario talento para las matemáticas que pone, por primera vez en práctica, con el objeto de cumplirle a su querido padre adoptivo un deseo póstumo: dejarle en su tumba una flor por cada día vivido.
Y es, precisamente, su inteligencia lo que devolverá a Rong Jinzhen al ámbito de su familia, al cuidado de un tío que se encargará, sobre todo, de encauzar su educación para no desperdiciar tanto talento. El precoz ingreso del joven a la Universidad repercute también en su espíritu misántropo y agrava su extraña tendencia a solucionar los conflictos por el camino más difícil.
La carrera académica de Jinzhen, sin embargo, se desarrolla de manera tan veloz como impecable: primero en el ámbito de las matemáticas ya que la profundidad de su tesis se compara con “el quiebre de una gruesa barra de hierro para conseguir la figura de una flor” y luego con sus aportes al campo de la inteligencia artificial.
Cuando Jinzhen empieza a perfilarse, entonces, como una de las mentes más promisorias de su país es reclutado por un misterioso miembro del departamento de criptografía del servicio secreto chino.
Maniatado por la rígida estructura de ese sistema de claves, códigos y armas, Jinzhen encarnará muy pronto la paradoja de volverse el más célebre descifrador de los códigos secretos, a fuerza de hacer transpirar al máximo su cerebro y, quizá, de quedar al acecho tanto de países enemigos como de su propia locura: “La criptografía consiste en el esfuerzo de un genio por descubrir lo que ha ideado otro genio, con resultados devastadores”.
A partir de entrevistas con maestros, colegas y con su propia esposa, además de la inclusión en el libro de su enigmática libreta de apuntes, un periodista se obsesiona con la vida de este hombre que casi se termina confundiendo con los códigos que intenta descifrar.
El también célebre y enigmático escritor chino Mai Jia cuenta que sus máximas referencias literarias son Gabriel García Márquez y Jorge Luis Borges. Su primera novela es, en definitiva, una extraña cruza de El código Da Vinci con Sorgo rojo de Mo Yan –último Premio Nobel chino al que Mai Jia considera “el mejor escritor de su país”–, lo cual quizás explique su condición de best-seller prestigioso.
Pero más allá de las comparaciones, El don, que está por concluir la primera vuelta al mundo, es tan inclasificable como adictiva. Y si bien sus casi quinientas páginas de extensión pueden resultar, por momentos, algo redundantes, constituye otro loable puente entre literaturas.
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