Domingo, 12 de agosto de 2012 | Hoy
Isidoro Blaisten: Los editores hasta no hace mucho me decían: “Pero Isidoro, agarrás este cuentito, lo alargás un cacho y tenés una novela, boncha...”. Así me di cuenta de que no entendían nada, porque yo procedo exactamente al revés: escribo novelas que después son reducidas a cuento. Me gusta mucho el cuento brevísimo, por aquello de la supresión.
Angélica Gorodischer: Me gusta el cuento largo. El que parece que se va hacia la novela, pero se queda en cuento. Rara vez me sale uno breve, como “La perfecta casada”. El otro día escribí uno cortito, de seis o siete páginas. Bueno, digo cortito porque en general mis cuentos tienen de 25 a 40 páginas. Pero no es por dificultad de contención sino por dejarme llevar. Cada cuento me va diciendo hasta dónde llegaré.
Osvaldo Soriano: El cuento tiene una dinámica propia y una extensión que, si bien es relativamente elástica, tiene que caber dentro de una revista. El gran auge del cuento norteamericano se dio cuando las revistas empezaron a publicar cuentos, y a pagarlos. Empezaron a crear una suerte de escritor profesional, que viene desde Poe en adelante, hasta Scott Fitzgerald y hasta hoy mismo. Crearon un mercado del cuento, primero a través de las revistas, y después en la reunión de volúmenes.
Isidoro Blaisten: Creo que se podría hacer una división entre los distintos tipos de cuento, pero eso no implicaría un juicio de valor... Un cuento breve puede ser de hasta una carilla, o de diez líneas; lo que sería un cuento normal, o que podríamos llamar clásico, podría tener hasta doce páginas en tamaño carta, a doble espacio; y a partir de las doce páginas sería ya un cuento largo. Y después ya vendría la nouvelle, que es el género que está a caballo entre el cuento largo, que se pasa un poquito de rosca, y la novela corta. Pero yo creo que es un error comparar una cosa con otra. De la misma forma que vos no podés comparar estilos o épocas literarias, tampoco podés comparar longitudes.
Juan José Saer: En literatura y en arte, las definiciones técnicas no sirven para nada. El cuento tiene una larga historia en la literatura, incluso desde la tradición oral. Con la poesía, el cuento es el género más antiguo.
Antonio Skármeta: No existe el cuento perfecto, y tampoco el cuento ideal. Depende mucho de las geografías, las latitudes, las preferencias estéticas de cada autor y de su pueblo, la tradición en que el cuento crece y la biografía del propio escritor.
Juan José Saer: Pienso que la modernidad en el cuento se daría, primero, por la menor cantidad posible de intriga; segundo, por la mayor concentración posible; después, por la mayor intensidad poética del relato; y finalmente por la incorporación de elementos formales inesperados que podrían, digamos, darle una fisonomía nueva.
Carlos Fuentes: En ciertos centros de la producción literaria –notablemente Inglaterra y Estados Unidos– es muy difícil que te publiquen un libro de cuentos. No quieren saber nada con el cuento; dicen que no lo compra nadie, que el cuento no interesa y demás tonterías. Yo he sido siempre un enorme lector de cuentos, y lo sigo siendo. En los aviones voy siempre leyendo cuentos.
José Donoso: Cuando leo cuentos no me guío por un sentido mecánico. Le aplico los mismos gustos que le aplico a una novela: una buena escritura; una inteligencia; una visión ambiciosa de lo que es la vida. Hay cuentos que en cinco páginas te pueden dar todo eso; ahí están los de Juan Rulfo, por ejemplo. Los leo y los requeteleo; “Macario” es uno de mis preferidos.
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