Sábado, 14 de junio de 2008 | Hoy
CON NOMBRE PROPIO
Desde el jardín, los noveles diseñadores Ana Clara Waserman, Eugenio Gómez Llambi e Iván López Prystajko eligen el colectivo para salir al ruedo con una original línea de muebles y objetos en cemento.
Por Luján Cambariere
Lo de Bondi es obvio. Viene a cuenta del colectivo de diseño que conforman con las implicancias del caso. Lo que no es tan obvio, como siempre, es el detrás de escena que corresponde a una mirada. Y, sobre todo, genera modos de hacer y en definitiva, o principalmente, de ser.
Ana Clara Waserman, Eugenio (Oke) Gómez Llambi e Iván López Prystajko se conocieron en la facultad (Fadu, UBA) y se unieron como tantos por intereses comunes. Afinidad que en su caso tiene que ver con inquietudes y visiones del diseño muy parecidas. Una sensibilidad y expresividad más visceral, ligada a la experimentación con los materiales y texturas, tal vez alejada del prototipo del diseñador industrial. Eso los llevó desde hace más de un año, después de trabajos para terceros (en el caso de los varones, experiencias en Tramando y La Feliz, mientras que Waserman trabajó en Vacavaliente) a decidir transitar un camino juntos. La excusa fueron las “intervenciones urbanas objetuales”. Pretexto para comenzar en clave autogestión por necesidad y elección. Así, hoy salen al ruedo con una línea, que en principio podría catalogarse de jardín ya que incluye un mueble de exterior, adornos y macetas en cemento, pero, de algún modo es más que eso, ya que lleva implícito mucho de lo que les pasa a las nuevas generaciones a la hora de despegar. “Nos interesaba indagar en lo público y lo privado. El adentro y el afuera. Lo íntimo y lo social. Intentando potenciar el lado expresivo de los objetos”, adelantan invitando a reflexionar a través de sus piezas. Así nace M. Banquito, el primer producto del trío, un banco de 45 kg (40 cm x 50 cm x 35 cm) que “aburrido de su vida aristocrática se convirtió en piedra para poder soportar las inclemencias del tiempo, vivir afuera, dormir bajo las estrellas y estar conectado con la vida”, cuentan. Siguiendo con la exploración del material, esta vez mediante bolsas de residuos, botellas de pet y guantes de latex (ellos mismos hacen la colada del cemento), nacieron las Macetotas (“es la maceta de cuatro patas de la abuela, hecha con lo que la abuela desecha”, cuentan) y los Enanos (“son parte de una extensa familia, miembros de un antiguo linaje de protectores. Su cabeza la perdió el primero de ellos al despojarse de su narcisismo”, señalan). Y, con ellos, en un mismo acto, dos cachetazos. El sillón de cemento se ríe de sus parientes los mullidos y abotonados aristocráticos insertos quién sabe por qué en nuestras realidades. Mientras que en los antípodas, o no tanto, los enanos degollados que abrevan del kitsch. Pero mejor que lo cuenten ellos.
A. W.: –Bondi nace de una fuerte necesidad de canalizar toda la creatividad acumulada que muchas veces la facultad no deja salir. Nos juntamos y queríamos algo pero no sabíamos qué. El aire de Buenos Aires fue desde el comienzo algo que nos motivaba a todos. Ese no sé qué de las calles porteñas, la vida en los espacios públicos, la ciudad usada, intervenida. Nos pasamos horas observando costumbres y objetos. Creemos que vivimos en una ciudad inundada de emociones, que vibra, que la gente impregna de vivencias. Es una ciudad en uso y eso nos hace pensar que está todo por hacer.
I. P.: –Estas piezas de cemento (sobre todo el banquito) surgieron por una exploración. Por un traspaso del interior al exterior. Principalmente por el contraste que genera esa descontextualización. Lo que sucede cuando vemos un sillón o un sofá abandonado en la calle que parece haber cumplido su tarea, su vida laboral y ahora se ganó su libertad.
E. G.: –El proyecto se basa en la generación expresiva de productos de consumo. En la singularización de los objetos cotidianos, que para nosotros consiste en oscurecer la forma, aumentar la dificultad y la duración de la percepción, con el fin de denotar la existencia de otros mundos posibles, de otras esferas de pensamiento distintas a las preestablecidas.
A. W.: –Por un lado la elección del material estuvo relacionada con la búsqueda de técnicas y procesos económicos que nos dieran independencia productiva y nos permitieran una exploración más juguetona a la hora de diseñar. Por otro, hay una crítica al diseño actual y quienes se encargan de generar los imaginarios del buen gusto y de la decoración. Existe cierto elitismo no sólo en las clases a las que está dirigido el diseño, sino también en los materiales. Para nosotros no existen materiales de mejor o menor calidad, todo depende del uso que se les dé. El cemento representa por un lado la fluidez del hacer y por otro la durabilidad de una idea.
I. P.: –Teníamos ese contraste del objeto interior en el exterior, lo que nos faltaba era adaptarlo al entorno y al lenguaje pero sin que pierda su imagen. De todas formas el material para nosotros es un punto clave por la exploración. En la búsqueda de sus límites y de alguna manera en el uso “indebido” es donde nos gusta trabajar.
E. G.: –Es un material fluido y esto le permite adaptarse y generar morfologías complejas. Una vez fraguado es extremadamente resistente y durable. Pero principalmente nos interesó porque es como un no-material y esto nos otorga enormes posibilidades. Nos permite transmutar materialidades, tecnologías y piezas varias en un sola y continua transición, donde todo es adorno y todo es parte funcional. Nos permite como un rey Midas pétreo, robarles el alma y esencia a las cosas y convertir un instante en infinito.
A. W.: –Hay un juego de contrapuestos entre el adentro y el afuera, entre la exagerada acumulación de botones para connotar buen gusto versus el inútil enano de jardín responsable de los objetos perdidos en el hogar. Entre los extremos hay coincidencias casi ridículas.
I. P.: –Sí, hay varios puntos de conexión entre el banquito y la estética enano de jardín, pero creo que la relación más importante está en rescatar esa imagen del pasado, y en cierta medida de la raíz de nuestra identidad, del enano de jardín, de la casa de la nona y la comida de los domingos. Y otra vez, los contrates del Luis XV con la mesita ratona de melamina.
E. G.: –Estamos muy influenciados por la ciudad, los adornos de la abuela, lo francés, lo trucho, los contrastes.
–¿Qué le pasa hoy a un diseñador a la hora de encarar su profesión?
E. G.: –Intentamos trabajar con lo que tenemos al alcance, a diferencia de lo que aprendimos en el ámbito académico. Preferimos alejarnos de lo proyectual como un mero trabajo intelectual, descubriendo y creando con lo que nos rodea, sin frustraciones, megadiseños inalcanzables, escuchando lo que los materiales, los procesos, nuestro contexto y nuestros sueños tienen para contarnos.
I. P.: –Nos planteamos una forma de trabajo experimental, de taller, de prueba y error, de búsqueda, manteniéndonos lo más alejados de las computadoras y trabajando con las manos.
I. P.: –Porque es un viaje, porque es argentino, porque conecta, porque es comunitario, porque son coloridos y adornados, porque se mueven, porque puede subir y bajar quien lo desee.
E. G.: –Porque nunca estamos solos, nunca creamos de la nada. Nos alejamos fervientemente de la visión del artista como genio creador, creemos en lo colectivo, por eso elegimos trabajar grupal e individualmente por el bien común.
A. W.: –Por un lado, por nuestro compromiso con el lugar donde nacimos y vivimos. Por otro lado, somos un colectivo de diseñadores, que se subieron en un mismo viaje sin perder la individualidad. Bondi no busca ser un grupo finito sino abierto, más bien un grupo en movimiento.
* Bondi: www.grupobondi.com.ar, [email protected].
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