Sábado, 14 de febrero de 2009 | Hoy
Por Matías Gigli
Amancio Williams, obras y textos, editado por Summa+ Libros, vuelve a poner en circuito la obra de este arquitecto argentino como el propio Williams la había comenzado a organizar y como la terminaron sus discípulos, luego de su muerte. La publicación es prologada por Reginald Malcolmson y Emilio Ambasz, e incluye textos críticos de Le Corbusier y de Max Bill.
Es una edición muy cuidada y muy bien organizada en cuanto a su información y diseño, dejando atrás a su predecesora de la década del noventa, con sus incómodas fichas plegadas. Además se incluyen fotos del reciente Monumento a Amancio Williams en la costa de Vicente López –a cargo de Claudio Vekstein–, construido en hormigón armado y compuesto por dos bóvedas-cáscara elevadas a gran altura por dos esbeltas columnas al borde del río (1999-2000). Una muy buena iniciativa del municipio.
La obra de Amancio transita por un espectro que va desde proyectos utópicos, como la primera ciudad en la Antártida, un aeropuerto de la ciudad de Buenos Aires a construir en el Río de la Plata (1945), una Cruz en el río o el edificio suspendido de oficinas (1946), a otros construidos con un grado de materialización con detalles muy cuidados, como la ahora abandonada y destruida Casa sobre el Arroyo en Mar del Plata, el Pabellón de Exposiciones de Bunge & Born, demolido, o el Laboratorio Schere en Munro. Estos edificios muestran a un arquitecto interesado en materializar sus ideas, necesitado de salir del papel y trasladar sus ideas a la materia construida.
Tanto la Casa sobre el Arroyo (1943-1945) como las bóvedas cáscara ya son clásicos de nuestra arquitectura moderna, comparables a la siempre presente Casa Curuchet en la que Willams también estuvo involucrado, en su dirección. Esta vocación por la forma que también se expresa en su sala para el espectáculo plástico y el sonido en el espacio, muestran a un arquitecto preocupado en temas nuevos y vinculado a un tiempo por venir, que le otorgan un carácter de investigador de formas y de conceptos futuristas.
La obra de Williams es de esas que se estudian con los años y que a medida que pasa el tiempo sigue siendo valorada y continuamente descubierta por nuevas generaciones de estudiantes y arquitectos. Posiblemente, el valor del conjunto de la obra de Williams resida en que no sólo tiene valores plásticos y simbólicos genuinos y singulares, sino que la obra se mantuvo desde su concepción al margen de la faceta comercial con la que ineludiblemente tiene que lidiar la disciplina y que convierte las obras en productos: muchas veces tiñe de frívola o rápidamente caduca a la producción arquitectónica actual. Por eso la reedición de esta obra es necesaria y bienvenida.
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