Sábado, 5 de diciembre de 2009 | Hoy
Otra batería de catalogaciones en la Legislatura, esta vez con casi cien edificios, y buenas noticias sobre la escuela Prilidiano Pueyrredón.
Por Sergio Kiernan
nEste jueves fue la última sesión de la Legislatura porteña en su conformación preelecciones de junio. La habitual maratón de fin de año deparó muchas alegrías a los vecinos que se ocupan del patrimonio: casi un centenar de edificios fueron votados, en APH y conjuntos o individualmente. Teresa de Anchorena, presidenta de la Comisión de Patrimonio del cuerpo, se despidió con honores del puesto con varios proyectos de primer orden. Y para completar las alegrías, el IUNA aclaró los puntos sobre el temor que despertaron las obras en La Cárcova y en la Prilidiano Pueyrredón, y lo hizo con argumentos que cierran.
La maratón del jueves tomó seis proyectos de Teresa de Anchorena, que se encargan de edificios muy importantes. El más insólito es el que preserva las terminales de ferrocarril de Once, Retiro, Constitución y Federico Lacroze, que no estaban catalogadas por la ciudad. Las terminales están hoy en mejor estado que hace una década, porque todos los privados encararon restauraciones más o menos felices, despejaron espacios francamente ocupados e impidieron obras locas. Las obras se notan más en la terminal del Mitre, el mejor edificio ferroviario del país, que rescató el notable comedor de primera clase, recuperó su hermosa nave principal y se sacó de encima esa Calcuta de kiosquitos y mugre que cubría el frente. Constitución, la maltratada, mejoró mucho su aspecto y hasta ese horror insoluble que es Once tiene mejor cara, aunque la destrucción del hall no tiene retorno. Pero todas estas estaciones no tenían el menor status patrimonial a nivel ciudad.
Otro proyecto de porte que introdujo Anchorena es el que protege otro espacio porteño insólitamente sin defensas. Resulta que, legalmente, la Vuelta de Rocha debería desaparecer porque una vieja ordenanza mandaba ensanchar la Avenida Pedro de Mendoza. El proyecto de la diputada deroga esa barbaridad y cataloga varios edificios del entorno, con lo que la famosa vuelta queda a salvo.
También llega finalmente al recinto el proyecto de catalogación en block de los petit hoteles y residencias de porte de la zona norte porteña, un conjunto invaluable que sufrió desmanes incesantes en estos años. Críticamente, la lista incluye la sede Prilidiano Pueyrredón del IUNA, cuyo director quiere vandalizar alegremente, como se explica más abajo. El proyecto le pone fin a esto de destruir algunos de los edificios individualmente más valiosos de nuestra ciudad para ganar plata rápido construyendo alguna porquería bien ubicada. Lo que equivale a cortar los últimos árboles de ébano para hacer muebles, y que se arreglen nuestros hijos.
La lista de Anchorena sigue con el Club San Telmo, en Perú 1360, las sedes del Diario Crítica en Salta 1915 y Pedro Echagüe 1224 –la redacción central, en Avenida de Mayo, ya está protegida hace años– y la declaración como bienes culturales de la ciudad de una serie de murales de Berni y Castagnino.
La racha sigue con un proyecto de Avelino Tamargo catalogando el edificio de Juncal 1319 y otro de Marta Varela protegiendo varios edificios dispares que comparten la gloria de ser firmados por Alejandro Bustillo. En la misma sintonía están dos proyectos de su colega de banca Patricio Di Stefano, con un proyecto que cataloga 35 edificios neocoloniales y otro que custodia el mismo número de piezas Art Deco. Di Stefano agregó a m2 la buena noticia de que ya presentó un proyecto creando un Area de Protección Histórica para la city porteña. La iniciativa es muy importante porque abarca cien edificios de primer orden, algunos de increíble valor material y estético, construidos por lo alto en aquellos tiempos en que un banco quería transmitir solidez y opulencia. Curiosamente, Di Stefano cuenta que su idea tiene consenso hasta de la Sociedad Central y del CPAU, pese a que figuras como el arquitecto Alvarez parecen dedicadas full time a demoler bancos antiguos para construir mazacotes de hormigón.
La semana pasada cundió la alarma porque el Consejo Departamental del Departamento de Artes Visuales-Sede Prilidiano Pueyrredón del IUNA había votado a favor de un proyecto que prácticamente destruiría el edificio de Las Heras 1749. Esta semana, volvió a la carga la versión, más antigua, de que La Cárcova también iba a ser demolida o muy alterada.
La Prilidiano –se puede ahorrar el larguísimo nombre actual– es una vieja residencia señorial, no muy bien tratada por los años pero todavía bella y enhiesta, que no tiene la culpa de no ser el mejor ambiente para una escuela. El edificio es indudablemente patrimonial y tiene múltiples protecciones: como es anterior a 1941 tiene el trámite especial de la ley 3056, está incluida en el catálogo de inmuebles patrimoniales y se acaba de votar la primera lectura de su catalogación individual. Y además está incluida en el insólito decreto que firmó Galtieri en medio de la guerra de Malvinas ordenando que ningún edificio público con 50 años o más sea remodelado, demolido o vendido sin autorización de la Comisión Nacional de Monumentos Históricos.
Por eso fue asombroso que el Consejo Departamental le aprobara al director Julio Flores un proyecto de “reformas” que equivale a un vandalismo grave. Por un lado, Flores es un artista y el asombro es porque una persona educada visualmente proponga semejante cosa. Por otra, que un ente del Estado nacional respalde que se quiebre la ley por cuadruplicado. Por suerte, la rectora del IUNA, Liliana Demaio, explicó a m2 que ni Flores ni su Consejo Departamental pueden ni remotamente encarar una obra semejante por la suya.
Según Demaio, sólo el Consejo Superior del Instituto puede autorizar una obra y para que se acepte la idea tienen que votar a favor dos tercios de los consejeros, cosa nada fácil. El proceso incluye mucho input de los encargados de los edificios del IUNA y parece que toma su tiempo de consultas. La rectora explicó que el instituto tiene un serio déficit edilicio, con dos tercios de sus sedes alquiladas, y que no les sobra exactamente el dinero como para andar haciendo obras así como así. E insistió con que en el Instituto tienen conciencia de que varios de sus edificios –también de los alquilados– son patrimoniales y deben ser tratados de un modo especial.
¿Y la obra en la Prilidiano? “Hasta ahora nosotros no recibimos ninguna comunicación del Consejo de la escuela”, explicó la rectora. Con lo que el tema ni siquiera existe formalmente.
Lo que sí es cierto es que se está preparando una obra en La Cárcova, la escuela-museo de la Costanera Sur con aires a quinta suburbana. La historia reciente de este conjunto de edificios es la de maltrato y abusos que suelen rodear a los predios públicos medio alejaditos, donde nadie los ve. Por ejemplo, tomó añares sacarse de encima la parrilla que seguía sirviendo choripanes con su permiso muy vencido.
El edificio aloja el museo de calcos esculturales, un patrimonio poco conocido fuera del mundo artístico. Resulta que estas copias exactas de esculturas grandes, medianas y chicas, notables y rutinarias, se usan de aquí a la China en la educación de artistas. Ya sean escultores aprendiendo técnicas como plásticos aprendiendo a ver y dibujar, las esculturas son parte central de la formación. El museo en La Cárcova es de los mejores, con muchas piezas de primer orden, de notable calidad y un alto valor de anticuariado.
Y esas piezas se guardan en un edificio en crisis, rotoso y con instalaciones obsoletas. El IUNA firmó un convenio con el Ministerio de Infraestructura de la Nación para repararlo y reequiparlo. Según la rectora Demaio, en el Instituto no sólo saben que el edificio está catalogado sino que se ocuparon de consultar con los viejos maestros de la escuela, de documentarse y de hablar con los responsables del patrimonio del IUNA para hacer un proyecto que restaure y reequipe.
El pedido de permiso de obra se presentó el 24 de agosto y tiene el número 1192941/2. Como todavía no le contestaron –de hecho, ni siquiera llegó a APH, como corresponde a un trámite sobre un edificio catalogado–, el IUNA presentó el 25 de noviembre un pedido de pronto despacho, el 1192941/09.
La confusión sobre la demolición debe originarse –además del estado general de sospecha sobre qué se le hace a todo edificio patrimonial– en el hecho de que la escuela es en realidad un conjunto de edificios casi rural. El central, que aloja al museo, tendrá esta intervención ya descripta. Pero además de lo que la rectora llama acertadamente “el Casco Histórico”, hay otros edificios de valores desparejos y no se descarta demoler, remodelar o reemplazar alguno. Nada de esto fue decidido todavía.
Lo que es refrescante es encontrarse con una funcionaria del Estado que parece dispuesta a seguir los pasos legales para intervenir en un edificio público catalogado. Esta actitud es francamente rara, porque lo común es el grado de barbarie cultural que parece empapar al director Flores, reforzada por el curioso sentido que tienen muchos funcionarios de que la cosa no es con ellos, que están por encima de la ley.
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