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Sábado, 27 de marzo de 2010

Arreglando errores

El gobierno porteño ya hizo la licitación para reparar el acto de barbarie en Recoleta, que deformó el portal de entrada. Va a costar buen dinero.

 Por Sergio Kiernan

El gobierno porteño está por arreglar, al fin, el desastre que hizo en la Recoleta. No es que vaya a reparar toda esa obra tan mal pensada y realizada, ni por supuesto que vaya a preguntar por qué el contratista pavimentó y adoquinó por encima de calzadas y veredas ya existentes, algo explicable sólo por la estupidez o la venalidad de los funcionarios. Pero al menos van a intentar revertir la destrucción del peristilo de entrada al cementerio, que sigue vallado de mala manera desde que algún álaro tomó su maza y la emprendió a martillazos contra los peldaños de mármol de Carrara que instaló Buschiazzo hace más de un siglo. Reparar el daño va a costar una pequeña fortuna que pagaremos colectivamente los porteños, agradecidos a la gestión de esos grandes arquitectos llamados Chaín, Lostri y Ortemberg.

La Recoleta es un lugar muy conocido y eso lo hace tentador para hacer obras públicas, por su visibilidad. El PRO le tiene un terror supersticioso a los artesanos y jamás se animará a mover la feria que atormenta el lugar los fines de semana. Pero lo que sí puede hacer el actual ministro de Desarrollo Urbano es intentar seguir dejando su marca en la ciudad con veredas, bolardos y semipeatonalizaciones. Daniel Chaín, el ministro en cuestión, parece soñar con ser recordado como el Haussman de la bochita de cemento y el cordón desaparecido. No es para reírse: como arquitecto ya fue olvidado por completo y ésta es su única chance.

La cosa es que cuando hicieron las obras de ese pedacito de Junín, del veredón de Ortiz y de los parques y plazuelas aledañas hubo un serio problema. El menor vistazo permite saber que ahí hay relieve, esa cosa tan escasa en la ciudad, y que hay un enorme conjunto de edificios históricos formado por la iglesia, el cementerio, el Design Center (todos propiedad nacional o privada) y el Recoleta, que sí es porteño. El primer error garrafal fue permitirse intervenir en estos lugares sin avisar a nadie, como es el estilo de Chaín, que mete todo el tiempo en problemas a Macri por su estilo imperial de darle para adelante.

Luego vino el problema de los niveles de construcción. O el contratista se hizo el oso y coimeó a alguien, o el arquitecto Ortemberg estaba más dedicado a su otra vocación, la poesía, que a su trabajo municipal, la cosa es que todo se hizo mal. En resumen, los niveles de los pisos subieron, tanto en las calzadas como en las veredas. Lo que nadie pensó, porque así se hacen aquí las cosas, es que en medio de todo eso estaba el pórtico del cementerio.

El bello acceso es una pieza histórica de primera agua, firmada por un gran arquitecto y muy bien realizada. Tiene columnas monumentales, es perfecto en su estilo y, como tantos pórticos, se instala sobre una escalinata para darle más aires. Todo esto es bolilla uno para cualquiera que considere por un minuto edificios así, y debería ser hasta inconsciente para un arquitecto, pero... Ortemberg y sus jefes ni miraron. Con lo que resultó que la nueva vereda se comía la escalinata y dejaba apenas un escalón a la vista.

Para terminar de asustar al más duro, alguien en la obra dedujo que el escalón de mármol que iba a quedar enterrado era descartable y la emprendió bárbaramente a martillazos. La pieza de Carrara de ocho centímetros de grosor fue destrozada. Buena parte del material fue usado para hacer el contrapiso de la obra nueva, como escombro, y otra parte quedó tirada. En el escritorio de este suplemento hay un bonito fragmento como reliquia de San Atila, patrono del Ministerio de Desarrollo Urbano porteño.

Sólo quedaron los peldaños del medio y se removieron los de la derecha. A la izquierda surgió una rampa para discapacitados francamente ridícula. Alguien cortó barritas del Carrara para cubrir sus costados y mandó a comprar un granito blanco de mesada de cocina para hacer su superficie. Cubrir una rampa para sillas de ruedas con granito pulido es invitar a la patinada mortífera, ya que es difícil pensar en algo más resbaloso, en especial los días de lluvia.

El bodrio originó un escándalo y la parálisis de las obras. La Comisión de Monumentos y Lugares Históricos le preguntó, por escrito y con gran frialdad, al gobierno porteño quién los había autorizado a tocar un edificio que no es de ellos y es Monumento Nacional. Ortemberg, como subsecretario de Proyectos de Urbanismo, Arquitectura e Infraestructura, recurrió a su vena de poeta y contestó que habían removido los mármoles para preservarlos y reinstalarlos. Esta evidente mentira no cayó bien, ya que todo el mundo ya había visto los pedazos de mármol tirados por todas partes.

Otra cosa que todo el mundo ya sabía era que de ese Carrara ya no hay, con lo que las piezas sobrevivientes tienen un muy alto valor de anticuariado. El año pasado, Chaín, Ortemberg y Lostri hasta averiguaron discretamente cuánto costaban los escalones como los que habían sido destruidos, y no les gustó nada lo que les contestaron.

Aun así, el 5 de marzo se llevó a cabo la licitación privada 24/2010 para pagarle a alguien 240.000 pesos para arreglar el bodrio. Básicamente se hará lo que deberían haber hecho desde el principio, que es crear un sector de nivel inferior a partir del comienzo del portal. Como se puede ver en el plano, todo consiste en un declive extra del 3 por ciento y en bajar apenas 17 centímetros el nivel de la vereda allí. Más complicado será drenar ese espacio, ya que el resto de la vereda ya fue elevada y no piensan deshacer el estropicio.

Lo que no aclara por ninguna parte la licitación es qué van a poner en lugar del Carrara perdido. Los planos de obra muestran que la rampa ridícula desaparece y aparecen escalones en el lado izquierdo. A la derecha aparece una nueva rampa, con una enorme baranda que será un disgusto pero al menos se podrá sacar en el futuro, cuando tengamos un ministro con algo menos de mal gusto. Probablemente, el poeta Ortemberg sí tiene guardados los escalones de la derecha y los pondrá a la izquierda.

Basta de Demoler, la asociación civil que tanto hizo para parar la piqueta, recibió copia de todo esto y contestó con observaciones muy atinadas, como que habría que retirar esos feos bolones de hormigón –que se mancharon enseguida y ya son una mugre– del frente del peristilo. Lo que no dijeron, pero ya se sabe, es que varios vecinos están listos a medir los escalones que se coloquen, a ver si son los originales o piezas que combinen.

Chaín, Lostri y Ortemberg prometen que estará listo para mayo.

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