Sábado, 20 de febrero de 2016 | Hoy
Pozos 35 era una tapera en peligro hasta que la compró Diputados y comenzó a rescatarla. La obra avanza y será la sede de los equipos de restauradores del palacio legislativo.
Por Sergio Kiernan
Hace un par de años, el entonces presidente de la Cámara de Diputados Julián Domínguez estaba parado en el lindo pasillo que va del Salón de Acuerdos al recinto de la cámara. El lugar es alto y tiene unos grandes ventanales de vitral, con el escudo nacional, que asoman hacia la calle Combate de los Pozos. Había un corrillo hablando de política, pero de pronto Domínguez levantó la mirada, señaló con la mano y preguntó “¿qué es esa casa?”. Los presentes miraron y vieron las ruinas vergonzosas de un petit hotel tapiado, con la mansarda a medio caer, pintadas y carteles de propaganda, en el número 35 de Pozos.
Lo que siguió fue típico de un político que tiene un gusto atípico por restaurar y poner en valor. Como ministro de Agricultura, Domínguez arrancó la restauración de los edificios gemelos en Paseo Colón; como presidente de los diputados, el enorme PRIE, que sigue avanzando en recuperar el palacio legislativo y de paso creó la mayor escuela de restauradores del país. En el caso de la casita, Domínguez trató de identificar al dueño, cosa imposible, y terminó mandando arquitectos a hacer de ocupas, entrando y fotografiando el interior. Ahí apareció el alarmado dueño, que fue tranquilizado e invitado a un café en el Congreso, y terminó vendiendo la casa a un precio muy razonable.
La tapera fue inmediatamente asignada a un uso que, nuevamente, resulta atípico para nuestra vida política: la sede del taller de restauración de la Cámara de Diputados. El equipo que dirige Nora Luzzi tendrá por fin casa propia, depósito y lugares aptos para que la tarea continúe en el tiempo. es la primera vez que ocurre en el ámbito legislativo y es una suerte que los trabajos continúen pese a los cambios totales de autoridades en la Cámara.
La obra está a cargo del mismo PRIE que restaura el palacio, pero es drásticamente diferente en carácter y escala. La casa es muy pequeña, tiene una planta muy peculiar y resulta una suerte de antología de la patología constructiva causada por el abandono. El PRIE formó un equipo con el director general de Obras y Servicios de la Cámara, Miguel Mármora; el director de Obras y Operaciones Carlos Damis, el subdirector de Obras y Proyectos Leandro Villanueva y el jefe de ese departamento Lucas Deniro. Lo primero que se hizo fue, por supuesto, vaciar la casa de basuras históricas y separar lo que se había desplomado y podía reciclarse para su uso futuro. La situación era por lo menos grave, con el semisubsuelo inundado, los pisos podridos, la escalera de madera desplomada, los muros descascarados hasta la angustia y la garbosa mansarda con cupulita lista a caerse. Hasta los calcáreos de los patios estaban arruinados, el balcón principal a la calle había desaparecido y uno a un patio interior sobrevivía apenas como una reja oxidada.
Quien pase por el lugar ahora podrá ver la casa renacer de este abandono y, si pudiera entrar, vería un intenso y detallado trabajo. Despejada, ahora se puede entender que la casa tenía una curiosa distribución, con dos entradas, dos escaleras cortas de mármol, una hasta el primer piso de madera y un sola que recorría todos los niveles, ¡en el patio trasero! Muy de su época, años veinte, la planta contiene una colección completa de cuartitos de pequeños a medianos, y una altura de cielorrasos que hoy es un recuerdo. Para encarar los trabajos se utilizó el muy ventajoso sistema de contrataciones por especialidad, en el que el cliente institucional –el Congreso– funciona como empresa constructora y licita trabajos puntuales. Esto se usó en la restauración del palacio y dio excelentes resultados, tantos en costos como en la capacidad de controlar cada aspecto y de conseguir especialistas de primera.
Lo primero que hubo que atender fue el peligro estructural que corría el edificio, con lo que Luis Gorodner, que ganó la licitación de estructuras y de fachadas, cubrió todo con un andamio con techo incluido. Así, la casa se fue secando y se pudo bombear el semisótano pese a las terribles tormentas de este verano. Lo siguiente fue llamar a otro socio del PRIE, la Universidad Nacional de La Plata, para realizar cateos y estudios estructurales. El diagnóstico fue que había humedades ascendentes y descendentes graves, y que la casa estaba mal asentada, más que con cimientos con los muros portantes simplemente apoyados en la tierra del subsuelo. Techada y con sistema Watertec colocado, se decidió descartar el arreglo convencional en estos casos, hacer una estructura de hormigón interna, y se comenzó a hacer placas de hormigón de un metro cuadrado por abajo de los muros. Uno aquí, uno allá, de modo que al terminar el trabajo toda la casa tenga una suerte de pedestal firme.
Después de esta contención se empezó el interminable trabajo de desarmar todas las bovedillas de cada nivel, consolidar o reemplazar sus hierros, limpiar los ladrillos y volver a ponerlos en su lugar. Las terrazas y los sollados de planta baja, que tenían una pequeña cámara de aire y cuya madera desapareció podrida, recibieron un tratamiento simple de malla y hormigón, lo mismo que la terraza. Este sistema reduce un problema de la bovedilla, que es la vibración constante, pero no es rígido. Al mismo tiempo, Christian Dörfler, de la ya mítica empresa de techistas, restauró a la perfección la mansarda y la cúpula, que tiene su crestería reparada y sus zinguerías y tejas de piedra negra nuevas.
La fachada ya luce fresca y limpia porque se lavó y se preparó la piedra París exacta al original. Todos los hierros fueron limpiados y consolidados, y se está copiando la baranda perdida del balcón principal, usando fotos de época. Por desgracia, esas fotos no dejan ver con claridad cómo eran las ménsulas de los balcones, retiradas hace mucho, con lo que no hay manera de recuperarlas. Como dice Guillermo García, director del conjunto, “tampoco es cosa de andar inventando”.
La nueva sede de los restauradores tendrá además un montacargas, creado a partir de dejar vanos en las bovedillas, una nueva escalera de seguridad F30 en el patio trasero, de las de puertas y vidrios especiales, instalaciones a nuevo, y hasta un patio semicubierto para los que trabajan con muebles y necesitan aire fresco. Los muros serán tratados con materiales compatibles y el mismo equipo que se va a mudar a la casa se encargará de arreglar sus mármoles y maderas. Una novedad es que se instalará un sistema de monitoreo ambiental en el área especializada en piezas de arte, una experiencia que ya se está probando en el Congreso y es muy rara entre nosotros. Estos detectores miden la humedad y las variaciones de calor y permiten, después de reunir la data, que se regulen automáticamente los sistemas de aire acondicionado para crear las mejores condiciones para cuadros y piezas delicadas.
Con lo que el Congreso recupera una pieza ya perdida del patrimonio porteño en la Manzana Legislativa, crea una unidad de restauración como pocos tienen y hace una obra exacta, detallada en la calidad y a un precio controlado. Nada mal.
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