Sábado, 4 de junio de 2005 | Hoy
La inquietud de un grupo de docentes del Departamento de Diseño Industrial de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata fue el motor para el compromiso y desarrollo a una demanda social, la creación de recursos para recuperadores urbanos, los cartoneros.
Por Luján Cambariere
nSería bueno poder llamarlo por su nombre y hablar de diseño social. Pero la frase fue tan manoseada últimamente por oportunistas varios, que uno teme emplearla a la hora de definir propuestas que parten de un compromiso genuino y sustentable en el tiempo. Pero lo que cuenta es que de una vez y para siempre el diseño abra sus alas y de forma cabal y contundente intervenga en poblaciones en las que nunca tiene acceso. Si se revisan los postulados de la disciplina, son las que pueden sacarle el mejor provecho.
Esta vez, los beneficiados fueron un grupo de recuperadores urbanos (recolectores informales, cartoneros) de la zona sur del Gran Buenos Aires. Los responsables fueron docentes de Taller IV de la cátedra de Eduardo Naso, del Departamento de Diseño Industrial de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Plata. A la batuta, el diseñador industrial Eduardo Simonetti, profesor adjunto por concurso desde hace doce años y actual secretario técnico del departamento, seguido de cerca por Adalberto Padrón, Roxana Garbarini, Walter Chilón, Leandro Vivas y Elsa Ferrari. Todos diseñadores industriales, con un gran amor por la docencia y ávidos de motivar a su alumnado con propuestas más pertinentes a nuestro contexto y la resolución de carencias de nuestra sociedad.
“Si bien aún no hay cifras oficiales acerca del fenómeno del reciclaje informal, una proyección de datos relevados en un estudio realizado en 1999 por la Universidad de General Sarmiento, en el Partido de Malvinas Argentinas y José C. Paz, calculaba que cerca de 25.000 recolectores recorrerían el área metropolitana y cerca de 100.000 personas vivirían directa o indirectamente de las actividades de recolección en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano.”
“Según este mismo estudio, la mitad de los cartoneros fueron trabajadores asalariados industriales o de servicios (cirujas pura sangre, como algunos se definen) que cayeron en la desocupación y adoptaron la recolección como estrategia de supervivencia. Por su parte, el Indec hablaba el año pasado de 160.000 recuperadores urbanos en todo el país, cien dólares como ganancia aproximada que obtiene por mes cada cartonero y 165.000.000 dólares generados en el país en el proceso de reciclado por año. Dicha magnitud transformó una actividad marginal y económicamente insignificante, en una actividad social y económicamente productiva aunque de extrema vulnerabilidad para el que la ejerce”, señalan.
En este contexto, se propusieron crear recursos para estos recolectores-recuperadores informales. Investigaron, reflexionaron y el primer paso concreto para ellos fue presentar el marco teórico de este proyecto en el Encuentro Latinoamericano de Docentes de Diseño en la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, en mayo del 2004. Otra docente y diseñadora industrial, Rosario Bernatene, les hizo el nexo con la cooperativa Nuevo Rumbo de una de las zonas más pobres de Lomas de Zamora y así el claustro salió a la calle a relevar las necesidades concretas de esta gente. De immediato dieron con un grupo inquieto y muy predispuesto a adoptar nuevos sistemas para su precario oficio, que descubrió por primera vez que puede hacer porellos el diseño. Soluciones concretas a necesidades puntuales de las que ellos mismos dieron cuenta y otras (ahí radica el valor del diseño) que no veían como cuestiones relativas a la seguridad o al agregado de valor de ciertos dispositivos que podían sumar en distintos procesos.
En diciembre último, junto al comitente –los cartoneros– presentaron los productos en el decanato de la facultad y este año, gracias a los aportes que les provee el haberse convertido en un –proyecto de extensión adoptado por la universidad, comienzan la etapa de concreción de los prototipos. Diseño y producción de recursos técnicos para el agregado de valor a la cadena de recolección y tratamiento de residuos sólidos urbanos. Diseño concreto para el mundo real.
–¿Cómo nace el proyecto?
Eduardo Simonetti: –El proyecto con compromiso social, que es como encuadramos el ejercicio (el primer trabajo práctico del año), surgió como respuesta a tratar de vincular a la facultad con la sociedad. Y sobre todo, al diseño con sectores en los cuales debe estar presente pero pocas veces llega. Lo debatimos y decidimos presentar primero el fenómeno a nuestros pares con cierto pudor inclusive, porque era un tema que no se tocaba en estos encuentros.
–Pero, ¿cómo? ¿El diseño no es para la gente?
Roxana Garbarini: –Absolutamente. Pero son esas obviedades que a veces no lo son tales. El diseño es social porque debe responder a una necesidad. Esta es una cualidad inherente al diseño, pero que no siempre se cumple o hace evidente.
–¿La inquietud partió de ustedes?
E. S.: –Sí. Es más, no sabíamos cómo lo iban a tomar los alumnos que venían con una inercia que los comprometía más con desarrollos que tenían que ver con la industria, la alta producción y la tecnología, pero nunca un tema tan necesitado de atender desde la sensibilidad del diseñador. Y el efecto que tuvo fue increíble. Un alto compromiso desde el inicio.
–¿Cómo fue el proceso?
R. G.: –Primero construimos una especie de marco teórico para relevar lo que pasaba en la situación real del país. Después fuimos avanzando al campo, a las cuestiones de diseño que nos iba planteando específicamente este grupo. La propia denominación que ellos se dan de “recolectores urbanos” es la que nos permite empezar a trabajar e involucrarnos en la búsqueda de dispositivos concretos. No nos interesaba solamente el carro, sino el cartonero y su trabajo. Y definitivamente no queríamos un diseño fashion para el tercer mundo.
Walter Chilón: –Nuestra meta sobre todo apunta a dignificar su trabajo y profesionalizarlo. Hacer más simple una actividad tan castigada.
Adalberto Padrón: –Tomando contacto directo con ellos surgieron los enfoques. Por un lado, las necesidades que nosotros detectamos y, por supuesto, las que ellos reclamaban.
–¿Coincidían?
E. S.: –En algunos casos sí. Pero en otros –y éste justamente es el rol del diseño–, por las circunstancias de vulnerabilidad en las que viven, temas concernientes a su seguridad tal vez en una primera instancia para ellos no eran prioritarios ya que, si se lastimaban en la calle o tenían un accidente de tráfico, ellos eran los responsables.
W. Ch.: –Cuando, por ejemplo, trituraban las botellas de vidrio lo hacían contra las paredes de los contenedores sin ningún tipo de protección. O cuando las limpiaban a cielo abierto con lavandina u otros elementos tóxicos. Para nosotros crear un dispositivo seguro era fundamental. Por otra parte, enseguida, ellos remitieron la necesidad de lo que nosotros llamaríamos una identidad corporativa. Tener un uniforme, colores que los identifiquen. Que los vecinos supieran que eran ellos y así crear un vínculo.E. S.: –Ellos tenían bien claro que son el primer eslabón de una cadena en la cual se llevan la menor ganancia, por eso querían desarrollar dispositivos para, por ejemplo, preelaborar lo que recogen y así obtener un mayor beneficio. El precio de una botella lavada no es el mismo que una sin lavar y ahí es donde se ve el valor agregado del diseño. En implementar sistemas de estibado, limpieza, compactación.
Con esos datos, manos a la obra.
E. S.: –Sí. Básicamente nos enfocamos en tres problemas: la recolección (carga, traslado y descarga), la selección de materiales (plásticos, vidrio, papel, cartón, metales y trapos) y el procesamiento primario de compactación, molienda, triturado, limpieza y el estibado. Por supuesto, también en la seguridad del operador y del vehículo y en su identificación.
–¿Cómo se motiva a los futuros profesionales?
E. S.: –Investigando los temas. Acá no se dramatizó, ni se los sensibilizó de un modo especial. Simplemente se planteó un tema objetivo de diseño.
De nuevo, ¿cómo le llamarían a esto?
R. D.: –En realidad tal vez pasa por sentarse y revisar algunas categorías. De qué hablamos cuando hablamos de diseño social, de lógicas de consumo, cuando intentamos enseñar más allá de las figuritas que vemos por Internet o nos llegan de afuera por las revistas ideadas y concebidas en otros contextos. Es un tema candente. Hay gente que nos dice: “Yo no estoy de acuerdo en que ustedes trabajen estos temas, porque el diseñador no tiene que hacerse cargo de esto”. Pero acá nosotros no tenemos una actitud todopoderosa ni mesiánica, sumamos sólo lo que sabemos y podemos. Por supuesto, no vamos a poder resolverle todos los problemas a un cartonero, pero sí colaboramos a que su trabajo sea más dingo y seguro.
E. S.: –También, a veces resulta un tema conflictivo porque tiene que ver con reformular el perfil de profesional que estamos preparando. For export, para la realidad industrial local o el de autogestión. La cuestión lleva a muchas discusiones que cada cual aborda de acuerdo con su potencialidad personal. La realidad, además, es que el cincuenta por ciento de nuestro alumnado llega del interior del país con necesidades propias y eso es algo que intentamos abordar.
–¿Están satisfechos con los resultados?
E. S.: –Estuvimos principalmente sorprendidos por la actitud de enorme compromiso de los alumnos. Después, además, hubo respuestas interesantes en cuanto a soluciones técnicas, funcionales del producto y configuraciones como objetos. Sistemas para limpieza de envases de vidrio mediante tambores metálicos, materiales a nuestro alcance. Sistemas de paletizado de botellas con el que se arman paquetes para maniobras de descarga y así se aumenta la resistencia de conjunto. Dispositivos para romper las botellas de vidrio que se instalan en el borde del contenedor y evitan riesgos para el operador y hasta un dispositivo hecho con caños de desagüe de PVC que, mediante un sistema de émbolo, permite compactar envases de pet.
R. G.: –También resolvieron el tema de la indumentaria con chalecos para la lluvia y seguridad vial. Y los carros, un tema complicado por el costo, mantenimiento, seguridad y la ergonomía que exige el producto.
–¿El comitente quedó conforme?
E. S.: –Mucho. Es tal su necesidad de progresar que los querían ya. Realmente fue muy emocionante y rico el vínculo que se fue dando. El aportar nuevos fundamentos a una actividad académica, pero sobre todo mejorar la calidad de vida de la gente a través del diseño avanzando en la construcción de modelo de gestión fácilmente replicable por otros. Esa es nuestra última meta n
* Departamento de Diseño Industrial de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP (0221) 457-0528,
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