Jueves, 28 de junio de 2007 | Hoy
VIAJE AL MUNDO DE LAS LECTURAS QUE EL ROCK ACOMPAÑA
Las tertulias ya no son las que eran antes. Ahora transcurren acompañadas de rocanrol. Una escena que ofrece relatos potentes, poderosos y oscuros; de escritores que escriben, y escriben bien. Y no son viejos.
Por Julia González
“Tertulia: reunión informal y periódica de gente (generalmente intelectual) interesada en una rama concreta del arte, donde se debate, se comparten ideas y opiniones”, define Wikipedia. Hoy existe otra clase de tertulias, ya sin ese tinte elitista. En la época de nuestras abuelas, en el plano de la poesía, las reuniones eran puertas adentro. Los poetas se juntaban en la casa de alguno y se entregaban a una orgía letrada entre escritos propios y ajenos. Hoy parece que la necesidad de ser escuchados es más grande, ya que estos encuentros no son cerrados sino públicos. Las lecturas se volvieron populares y encima vienen con un bonus track: las acompaña el rock. Quienes escriben deambulan entre nosotros, aunque aún exista esa idea implícita de que los escritores son viejos.
Lo que pasa es que las editoriales son a los escritores lo que las discográficas al rock: eligen a los grandes consagrados para publicitarse. Sin embargo, el NO estuvo de recorrida por varios ciclos que fusionan las lecturas (poesía, narrativa) con el rock, y vio que los escritores también son jóvenes, que escriben (y bien), que editan y publican y arman sus propias tertulias. Existe un mundo oculto detrás de puertas que pueden ser clandestinas, sótanos con olor a humedad o pasillos que conducen al círculo de las letras. La foto repetida de cada encuentro es la de los escritores que se conocen, se saludan, fuman un porro, saben cuál es la prosa de cada uno, intercambian libros y se solidarizan con la lectura del otro.
“Tranquilos, relajados”, tiró Marcelo Pocavida y ordenaba con ese vozarrón que ascendió desde los infiernos: “¡Métanse un dedo en el culo, hombres!”. Luego se metió el micrófono en donde él había mandado meterse el dedo y como frutilla del postre, se bajó los pantalones, se abrió las nalgas y se escucharon sus risotadas al despedirse del público que lo vitoreaba satisfecho. Escatológico pero divertido, podría decirse, fue el cierre de unos de los domingos del ciclo CiBiGiBi que organiza Patricia de She Devils en pos de dar a conocer algo más de la cultura punk. Aquí tocaron bandas que hicieron covers de Dead Boys, Blondie y los Ramones a modo de homenaje. El domingo anterior había sido el turno de la eterna chica punk, Patti Smith; y Utopians y I Suck versionaron sus canciones, con lecturas de Leonor Silvestri, que hizo una interpretación libre de América de Allen Ginsberg, y Patricia con un poema propio. Chris Brush, escritor maldito del under, leyó un texto sin título (y sin copias, ya que el original lo regaló y no suele escribir en computadora), que repetía “yeguas, yeguas, yeguas”. Frenético Brush, había pegado pedacitos de canciones de Smith entre otro pastiche de su autoría, y homenajeaba de esta manera a su Horses. El público reconocía las letras y escuchaba respetuoso entre la feria de fanzines, CDs y remeras, que ya son parte del avistaje rockero.
Sin tanto rock, pero sí con la misma intención, se vivió esta fusión de relatos biográficos y música en el Centro Cultural Rojas, donde cada artista hacía sus confidencias en formato de carta, prosa o como más le gustara; y luego un músico interpretaba esa lectura con una canción. Rosario Bléfari, a quien le tocó recrear ambas funciones, leyó una serie de mails que su guitarrista Javier Marta le había enviado cuando aún era su alumno, en los que le contaba sus problemas para componer y que esto lo desanimaba. Luego ambos conceptos los usó en su canción Me desanimo fácilmente. Hacía tiempo que no se veía a la ex cantante de Suárez colgarse la guitarra, y de esta forma en el Rojas tocó Tuya y Cuaderno, del último disco Misterio Relámpago.
Lo que pasa en los ciclos de poesía y música que esta editorial organiza, es lo más parecido al rock. La noche arranca con Regina Spektor de fondo, más tarde se sabrá que no es casual que esta noche sólo suenen cantautoras. Los chicos que van entrando al reducto húmedo de Pringles 753 ya se conocen, se saludan bajo las luces de una bola de boliche que soluciona rápidamente el ambiente de cemento y le pone onda. Antes de comenzar con el recitado, una voz en off (emulando el Mercado de Liniers) ofertará los libros de la editorial a 10 pesos e invitará a hojearlos sin compromisos. Esta noche leerán tres poetas mujeres. Las dos primeras (Susana Villalba y Alejandra Zina) hablarán de política, de Evita y Perón, del bombardeo a la Plaza, de vivir dentro de la panza materna mientras esto sucedía. Y la tercera (Gabriela Bejerman) se despachará con algo más humorístico: hará una representación teatral, desde un lugar andrógino y leerá sus estrofas de La monja modelo: una serie de aventuras de una monja italiana que no tiene problemas en sacarse los hábitos para posar desnuda en el Obelisco ante los flashes de un fotógrafo, cual adepto al nudismo Spencer Tunick. La monja además le comerá el escote a una camarera luego de llenarle el corpiño de porotos y aceitunas. Björk, Patti Smith y Blondie suenan fuerte mientras llega el turno de la acordeonista Sofía Escardó, que hará temas de Caetano Veloso, Leonard Cohen y una amiga suya cordobesa. Entonces la noche, que había sido bautizada como Flores Carnívoras, cierra completamente redonda. Relatos potentes, poderosos y oscuros interpretados por mujeres.
En el Conventillo de Teodoro, Perón y Mario Bravo, el ambiente es más distendido que en las anteriores lecturas, porque el encuentro que ofrece el grupo de poesía Los Mudos se enfoca en el humor. Al menos el encargado de conducir la velada, un tal Funes (personaje de saco y corbata), anima a los oyentes con una verborragia infernal. A su derecha está Facundo Gorostiza, que toca la guitarra eléctrica y se encargará del soundtrack de la noche, acompañado por una consola que llenará el ambiente con un colchón sonoro. De esta forma, habrá música en vivo hasta que el último abandone el conventillo. Es posible que la mayoría de los asistentes de Los Mudos sea escritor, no obstante Pedro Mairal es el que sobresale.
En los intervalos de las lecturas, Funes volverá a la carga con su papel de showman y subastará, entre otras cosas, la contraseña de un blog que dice que lo aburrió. También subastará la novela Ninguna parte de Ricardo Romero (que pertenece al grupo de poesía El Quinteto de la Muerte) y avisa que se vende en las librerías a 30 pesos. “Philip Roth escribe como el culo y sale 52 pesos. Decime otro que escriba como el culo, Pedro”, y Mairal, rápido, le responde desde su chopp: “Mairal”. Todos se ríen. Luego rifan cinco CDs de diferentes bandas que Funes mismo grabó, donde además agregó una poesía de algún autor que se encontraba entre el público.
Hacia el final, Juan Diego Incardona lee su cuento El orejudo, una ficción del caso policial “el Petiso Orejudo”. El escritor mete misterio y horror mediante una lectura acorde con las exigencias de su prosa. Incardona mantuvo cincuenta minutos al público aterrado y expectante.
La puerta de chapa blanca harto desgastada es el comienzo de la casona que oficia de Centro Cultural Pachamama. Escaleras arriba se ingresa al mundo cálido de los que leerán esta noche: Martín Rodríguez, Victoria Yoguel, Ezequiel Alemián, Sonia Budassi y Guadalupe Muro. Más tarde tocará Flopa temas propios y de Gabo, sola con su guitarra y su potencia, más allá de su físico desgarbado. Sillones, un piano, caramelos, pisos de madera que crujen, una olla, una salamandra, una guitarra abandonada y una barra improvisada que despacha cervezas a lo loco. Acá también la gente se conoce, son los mismos que en las lecturas pasadas. Alguien cocina en cuclillas un guiso en una olla vieja, el olor a domingo en lo de la abuela se mezcla con el humo del cigarrillo. El guiso luego se ofrecerá en cazuelas que pasarán de mano en mano y la cena comunitaria será un hecho luego de la primera lectura. Después el olor a mandarina suplantará al del guiso. “La gente que viene es en gran medida de la poesía, seguimos siendo poetas leyendo y escuchando leer”, cuenta Mercedes Halfon, una de las organizadoras de Es Apropósito. n
El Quinteto de la Muerte (Funes, Molina, Levin, Romero, Oyola): Viernes 29 de junio en el Pachamama (Argañaraz 22) a las 21, con comida “de posguerra” gratis y música de Facundo Gorostiza. Los Mudos: miércoles 11 de julio. A las 21. Leen Miguel Rosenzvit, Sebastián Pandolfelli y María Zamarbide; con música de Facundo Gorostiza. Editorial Carne Argentina: martes 10 de julio en Mantis Club (Pringles 753). A las 20. Confesionario + Música: Desde septiembre, durante seis martes seguidos en el Centro Cultural Rojas. Participan: Fabián Casas y Ariel Minimal; Dani Umpi y Pedro Mairal; Rosal y Sergio Bizzio y Lucía Puenzo. Anfitriona: Cecilia Szperling. Semana Punk: a confirmar en el Salón Pueyrredón por los 30 años que el punk cumple en octubre.
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