Jueves, 7 de noviembre de 2002 | Hoy
MUSICOS DE TODO EL MUNDO RESPONDEN...
Bruno Galindo, periodista argentino-español de rock, acaba de editar un libro que recopila más de 200 testimonios sobre el proceso de construcción de una canción. Algo que no es nuevo en este suplemento: el 11 de julio de este año, cinco músicos argentinos hablaron de eso. En esta superproducción que vuelve sobre el tema, se redobla la apuesta incluyendo: una semblanza del autor, un texto escrito por él y un pequeño recorrido por el vasto territorio de las respuestas de alguna gente que de esto, sabe bastante.
POR GUSTAVO ALVAREZ NUÑEZ
Vasos comunicantes
es un libro sobre las canciones y quienes las escriben. Es una recopilación
de opiniones, entrevistas y citas de algo más de 200 autores de 41 países,
con quienes tuve la suerte de conversar. Adquirí el hábito de
formularles a todos ellos, en algún momento de la charla, una misma pregunta:
¿cómo se escribe una canción?
Así comienza el libro que vino a estampar para la Historia esa pregunta
que muchos nos hacemos cuando escuchamos A Day in the Life, Cantata
de puentes amarillos, Smells Like Teen Spirit o Wonderwall:
¿Cómo la hicieron?. Bruno Galindo, joven de treinta
y pico, argentino de nacimiento, español por destino, supo hacer esa
pregunta a lo largo de cuatro años de su vida, de mediados de 1997 a
finales del 2001. Periodista de varios medios españoles (dirigió
el suplemento Tentaciones del diario El País), este poeta
en ciernes (editó el año pasado un libro de poemas, Lunas hienas)
tenía preparada esa espada sin filo para desenvainar en algún
momento de la entrevista. Así resultó este abundante y sabroso
libro que puede reposar tranquilo en la biblioteca por su fuerza integradora,
su capacidad de absorber distintas y diversas maneras de encarar algo tan etéreo
como sagrado. En el medio, están las andanzas del autor.
La iluminación
Estamos hablando de Bruno Galindo: Nací
en Buenos Aires en el 68, y terminé en España como tantos
argentinos a principios de los 70. Vengo de una familia muy fragmentada
y llena de antagonismos políticos. Mi abuelo materno, a quien apenas
conocí, fue un hombre muy cercano a Perón; y mi viejo, director
de un largometraje anarquista hecho y estrenado en España con Franco
aún vivo. He vuelto a la Argentina en algunas ocasiones y siempre me
he sentido como en casa. Hace poco descubrí que la música de Titanes
en el ring es uno de mis primeros recuerdos auditivos. Otro es el bandoneón
de Piazzolla, que fue amigo y visitante asiduo de mi familia.
Como todo crítico musical que se precie, su escuela fue merodear por
las notas de conciertos en diarios y revistas locales e internacionales (Rolling
Stone, NME, Melody Maker, Q, Vox, Select en un principio, y más adelante
Face, I+D, Dazed, Les Inrockuptibles y Spin). Como todo crítico musical
que se aprecie, en algún momento se vio tentado para tejer sus ideas
musicales en un grupo. En el caso de Bruno fue un dúo en la secundaria
llamado Reformas Obreras, con el que grabó dos casetes con retazos de
músicas instrumentales, donde convivían Style Council y Ultravox,
samples de programas infantiles de la TV y voces aplicadas en el non sense.
Choques culturales
La literatura
también fue una fuente de experiencias y anhelos para el joven Galindo,
mucho antes de que las explosiones psicóticas de Lester Bangs lo atraparan
o lo sedujera el rey de reyes caídos en gracia, Hunter S. Thompson, autor
de la vertiginosa Miedo y asco en Las Vegas. Sin querer queriendo, uno piensa
en Hunter S. Thompson (el legendario periodista gonzo, para quien lo importante
era el viaje más que el motivo del mismo) cuando comienza a deshilvanar
la lista de los lugares en los que Galindo pernoctó para engendrar estos
Vasos comunicantes: París, Londres, Belgrado, Timbuctú, Buenos
Aires, Montevideo, San Pablo, Tánger, Rennes, Los Angeles, Tokio, México
DF, Dublín, Seattle, Panamá City, Kingston, Texas, Nueva York,
Paredes de Coura, Salvador de Bahía, Bristol, Río de Janeiro,
Atlanta, La Habana, San Francisco, Milán y Bruselas, además de
un montón de ciudades españolas. Sin embargo, Galindo rastrea
otra cosa: El mundo tiene sus puntos energéticos, igual que las
personas, y a lo mejor uno viaja buscando identificarse con ese lugar adecuado.
Esa identificación, ese bucear en músicas provenientes de la periferia
(desde Cuba, Brasil y la Argentina hasta Africa y Japón) amerita que
sus búsquedas personales se entrelacen con los pedidos editoriales, haciendo
todavía más saludable la profesión: La música
es neutral y apátrida. Etnicos somos todos. Podía haber dejado
el libro en la mitad, sacando exclusivamente estrellas anglosajonas y locales.
Pero me divierte que los Sex Pistols aparezcan entre Compay Segundo y Natacha
Atlas, una cantante de origen árabe. O que Charly García esté
pegado a los hijos de Lennon. Se crean contrastes muy interesantes.
Ausencia es presencia
Entre los que
no están, aquellos a los que Galindo no pudo acceder con su peculiar
hábito, se encuentran Jeff Buckley, Tom Waits, Bob Marley, Chuck D, Lee
Scratch Perry, Van Morrison, Brian Wilson, Captain Beefheart, Bob
Dylan y Kurt Cobain. Y dentro de las decepciones que dejó la tarea encomendada,
está la lección de que no siempre el pez gordo tiene mucha tela
para cortar: En algún caso, un personaje muy grande (tipo Prince),
no siempre da una respuesta grande, mientras que otro de quien no esperás
nada (tipo Maxwell) resulta genial. Hay veces que los genios son más
bien mudos. Lo saben y por eso no hacen notas, además están hartos
de que les pregunten pendejadas. Ahora en España sucede mucho que los
diarios y revistas mandan a cualquier persona a hacer cualquier nota. Ustedes
tienen una prensa cultural de altísimo nivel, y en especial de música
rock y pop; ojalá lo sepan valorar. Para concluir, Galindo lanza
un llamado de atención: Nunca se ha hecho tanta música y
se ha escuchado tan poca. Convive la sensación de que pasan millones
de cosas con la sensación de que no pasa nada. En vísperas del
punk inglés, la cosa debía estar muy parecida a como está
ahora.
Círculos concéntricos El
21 de mayo de 1997, por la tarde, entrevistaba para un diario español
al compositor de pop inglés Paddy McAloon. Su grupo, Prefab Sprout,
me gustaba desde siempre: Faron Young, When love breaks
down, Hey Manhattan... Entonces era el disco Jordan:
The comeback. La nota la hicimos en la terraza de un céntrico
hotel, sentados junto a una piscina aún sin agua (y eso que en
Madrid a finales de mayo ya hace calor). A McAloon, que es un auténtico
orfebre de la canción ultrarromántica, le pregunté
por último: ¿Cómo explicarías cómo
se compone una canción?. Se le iluminó el rostro
y ofreció una respuesta larga y jugosa. De vuelta a casa, pensé
que esa misma pregunta sería un buen tema para un libro en el
que, a modo de macro-reportaje, muchos autores de muchos géneros
y nacionalidades hablarían de cómo hacen aquello por lo
que les queremos: las canciones. BRUNO GALINDO |
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