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Salen los Stones a escena en su cuarta visita a la nación stone. Jagger al micrófono declama frente a un estadio vacío: “Gracias Buenos Aires, son el mejor no público del mundo”. O peor. El DVD de AC/DC en River sin una imagen del feedback con los miles y miles que coparon el estadio de Núñez. El mundo no tendría sentido realmente. ¿Qué será del autodenominado mejor público del mundo, sin el sujeto que lo hace posible? Atención. Frente a la falta de recintos para que emerja una escena, esa postal apocalíptica podría ser real.

Por suerte hay razones que les dan una patada a los malos augurios. “Tocan diecisiete bandas justo un día después del día del fin del mundo, así que todo dependerá de si se acabó todo o no”, especificó Santiago Barrionuevo de El Mató a un Policía Motorizado. A lo que se refería el bajista es a lo que sucedió el último sábado, en el parador Konex, donde se llevó a cabo –por quinto año consecutivo– Music is my girlfrend. Además de El Mató..., participaron bandas como Valentín y los Volcanes, Morbo y Mambo, 107 Faunos, normA, Viva Elástico, Bicicletas y Go-Neko! compartiendo dos escenarios y públicos. De todas las estrategias de antaño, la que se mantiene infalible a la hora de fogonear una escena es aquella de la unión y la fuerza. Y llama la atención. Porque no fue un festival en el que una torre “random” determinó hacia dónde debe dirigirse el público, tampoco la decisión de un brainstoming de marketing.

El radar del evento mencionado más arriba estuvo puesto en la música: tan simple y hermoso como eso. Por otra parte, este año se percibió un cansancio (léase: falta de asistencia) entre la oferta carnavalesca de tantos “fest”. El 2013 ya tiene en puerta, además de Cosquín, el pomposo –al menos en el nombre– Festival Más Grande de la Historia. Tiene sus bandas (Pearl Jam, Black Keys, Hot Chip, Massacre, Peter Capusotto y sus videos ¿?) y desea “construir un festival feliz” promoviendo llegar en bicicleta, hacer camping e ir con niños pequeños.

Claro que el público festivalero no es el que aún acude a recintos vaporosos y metálicos como Gier. Falta dónde –y vale repetirlo– porque ingenio no faltó nunca. Por nombrar algunos públicos históricos. Los shows a circuito cerrado de los performáticos Devo con los asistentes a kilómetros de la banda; la puesta en escena de los Sex Pistols en un barco en el Támesis; el set que brindó The Cramps en el instituto mental de Napa o más acá en el tiempo y lugar: el show que dieron Attaque 77, Lethal, A.N.I.M.A.L y Pilsen para los presos en el penal del Olmos circa 1993.

El pasado 19 de diciembre, además, se cumplieron 30 años del primer show de Soda Stereo. Aquel set histórico fue montado en el living de un departamento para menos de veinte personas que, en realidad, habían ido al cumpleaños de Alfredo Lois (uno de los tantos cuarto Soda, hacedor de la imagen del grupo). Lo que ayer fue una elección, en la actualidad es casi una necesidad.

Bandas que arman recitales en sus casas para íntimos; una escena electroacústica como consecuencia de la política de (in)habilitaciones del gobierno de la Ciudad; festivales estatales –como se dijo por estas páginas– que arman islotes en el medio de clausuras.

Es que todo lo que se ocurra y escriba, está cruzado por lo acontecido el 30 de diciembre de 2004 (a dos días de un nuevo aniversario por Cromañón y sus víctimas). Sus casi dos centenares de muertos y más heridos también eran su público. Por estos días se confirmó la detención y cárcel efectiva para los culpables (entre ellos Omar Chabán, miembros de Callejeros, funcionarios), que deberán comenzar a cumplir la condena de inmediato por su responsabilidad con la mayor tragedia no natural acontecida en nuestro país. Falta, acaso, el mea culpa –también necesario– que empieza por el que está abajo del escenario. Cada vez que una bengala se enciende en un show, como se señaló en Valvulaytransistor.blogspot.com.ar, “es un chiste de mal gusto (...) no se puede hablar de la fiesta que implica una bengala en un recital después de Cromañón”.