KARAMELO SANTO EN EUROPA: DIARIO DE VIAJE
Aquí estamos, compadre
Los mendocinos trotamundos están de gira por Alemania, República Checa, Austria, Hungría, Dinamarca, Francia y Holanda, tocando en bares, clubes, plazas, galpones y festivales multitudinarios (como el de Roskilde, Dinamarca). Goy, el cantante y guitarrista de la banda, escribe desde el corazón mismo del tour.
POR GOY OGALDE
Desde algún lugar de Europa
Ya llevamos un mes de gira y no podemos olvidarnos de los festipunk en Hungría y Chekoslovakia, o los multitudinarios conciertos en Suiza. Falta para volver: dos meses más. Holanda, España, Bélgica y Polonia serán nuevos lugares para abrazar. No podemos olvidar la belleza de Praga y el olor de sus chicas. Navegar tocando por el Sena de París en una carabela pirata de Hong Kong será un postre de la gira. Una iglesia protestante forrada de pintadas, graffitis y frases de Ernesto Cardenal brilla en Jenna, una ciudad de la ex Alemania comunista. El cura locura nos comparte su hierba sin tabaco. Nos recibe con vino mendocino (lo prefiere por sobre uno italiano y un francés). Era un Malbec. Peso Pesado. Chicas y chicos náufragos, madres solteras, junkies, anacoretas, bailan olvidándose del cielo prometido.
Vamos con Martino y Diego a un sex-bar gótico donde se hacen casting para modelos eróticos. La verdad buscamos cerveza y unas máquinas para averiguar dónde anda Boca por la Libertadores. Campeones. Lindas bávaras sonríen en la pared. La moza apenas habla inglés, pero entiende sonriendo nuestras intenciones con ella y con nuestro tiempo. Que no es mucho en esta románica ciudad con más de 2000 años llamada Regensburg en el sudeste alemán. Suena cerca el Danubio, otrora azul.
Poco tiempo para el sueño, para conocer lugares, pero mucho para reconocerse a uno y ganar la batalla por la convivencia juntos. En un proyecto de amigos, una banda de rock es algo tan instintivo como un equipo de fútbol barrial. También primitivo. Las canciones ganan las ideologías, los idiomas, las distancias, la figura... En eso pienso cuando ocurre nuestra presentación número 24 este año en Europa, en el pequeño pueblo danés de Roskilde. Debe haber aproximadamente 100 mil personas en un predio verde y con mucho olor a orina. La gente hace dos días camina inmersa en el sol y la cantidad bélica de cerveza bebida. Todo está bien... Tratar de contarles algo a unas 10 mil personas de demasiadas nacionalidades es algo tan quimérico como absurdo.
Callo y toco la guitarra. Los músicos de la banda presienten lo mismo y nos abrigamos en el único boleto de ida: las melodías de las rolas. La música se ha despojado de todo... Después de algunos minutos, ya todos entendieron de qué se trata. Mantener la atención durante dos horas de show es el desafío. No es fácil. Las armonías vocales provincianas, los saltos de la banda, los gritos de Pedro y el despojo de toda escenografía, plantan a la banda en una situación muy cómoda... ¡Que funciona!
Carlinhos Brown nos arenga desde el camarín, los catalanes de Ojos de Brujo y su gitana nos apoyan desde un lado del stage. La gente de seguridad esta bailando desentendida. Una bella danesa llega hasta mí para retarme como mi mamuska. Dice que tanta gente del público sobre el escenario no es usual y muy peligroso. Ya es tarde... Un punkito adolescente con su cresta escarlata ya la ha arrancado para bailar una cumbia. Ella accede, guarda su handy y decido proponer a toda la gente que golpee sus palmas. Veo un cartel que dice: “Argentina is coming here...”. Tous ensamble, all together, todos juntos, alé susamenn, fiquen todos, tutti insieme, thank you, filien danke, t’ak, koshí, mercí, yakui, brigado... Son las palabras y formas que carecen de sentido ante tanta humanidad. Mejor la música. Mejor la gente. Así termina el día más difícil de la gira, la presentación de Karamelo Santo en el Roskilde Festival, en Dinamarca. Días despues nos dimos cuenta de lo que fue.
Cuando regresamos al escenario a realizar los bises me pongo contento y le pido disculpas a mi vieja guitarra roja por traicionarla y no usarla ese día, un importante día. Lo pagué caro. Mi nueva Fender cortó cuerdas y careció de la paciencia de los instrumentos viejos. En inglés tratamos dedecirle a la gente que somos de Latinoamérica, Argentina, pero a nadie le importa, mejor así, hoy ganó la música. Nadie arenga nada, ni skinhead, ni jah rastafari, ni metal, ni punk not dead, ni la cumbia es una mierda, ni nada, sólo canciones, jumping y gente en paz.
Urgentemente, todos ya sobrevivientes, corren a ver a Iron Maiden. Bruce Dickinson aúlla con su británica enseña y sin pelo. Debemos ir a una extensa conferencia de prensa. Cuando comienza Coldplay nos alejamos para un viaje de 12 horas, a la Selva Negra. Allí tocaremos con una banda de Guinea. Sorprendente. Toqué el cielo cuando semanas antes “jugamos” a The Selecters y Toby, el guitarrista, me pidió que le enseñara los arpegios tumbados de cumbia que le robé al acordeón de Celso Piña y al guitarrista de Sombras. Tocar en Londres sería mágico, me dice...
Gente de Austria, Suiza, Francia, Chekoslovakia (como a ellos les gusta), Dinamarca, Hungría y Alemania ya pasaron por nuestros sentidos, confirmando la misma biología para todos. Tampoco me puedo olvidar de la cantidad de latinos que se acercan para bailar nuestra pachanga y cambiar el nombre de Latinoamérica por Pachamama. Tocamos “Guerrillero” y todos lo entienden, un punto emotivo donde sentimientos zapatistas, piqueteros, guerrilleros, punkies se unen en un pensamiento firme como la base del Diego y el Mariano. Para terminar saltando junto al desestabilizado acordeón del Lucas y el alto saxo del Pablito.
Me dice Humberto, nuestro promotor europeo, que ya no desea colocar en los posters callejeros “KARAMELO SANTO, aus Argentinien” porque prefiere que la banda pase a ser del maintrain (?) del rock y no una parte encasillada de algún estilo geográfico, que pone techo y freno para todos. Me gusta. No deseo que me digan de dónde venimos sino adónde vamos. Pienso y sueño los momentos en Guaymallén, donde propusimos armar una banda para salir de nuestras reptiles siestas mendocinas. Saco ninguna conclusión. Prefiero pensar en lo que hoy nos toca y mediar todo esto con la realidad de nuestra casa. Europa es bella. Verde, como quería García Lorca. Creemos que todo esto es un sueño y necesitamos despertar con las ganas de hacer canciones todos los días. La canción nuestra de cada día. A la canción urgente, caliente, crocante que nos da de comer, que nos hace navegar por estas tierras, le estamos muy agradecidos.
Cruzarse con otros caminos similares al de Karamelo Santo es común. Suicidal Tendencies (USA), The Brogues (IRL), The Selecters (UK), The Banditos (GER), Adji (FR), Panteón Rococó (MEX), Eddy Palmiery (Puerto Rico), Carlinhos Brown (BRA), Ojos de Brujo (ESP), Asian Dub Fundation (UK), Wisecräcker (GER), son y serán algunas de las bandas que tal vez escriban estas mismas palabras para su gente. Estamos muy contentos. Viajando en una combi con 3 camitas y 9 asientos. Hay un DVD, pero las películas están en alemán, nadie las puede entender. Pero la música que nos acompaña por las limpias autopistas son The Smiths, System of a Down, The Cure, Seeds, Los Wawancó, Héctor Laboe, Kapanga, Aventura, Laurel Atkien, Bob Marley, The Clash y otros discos amigos.
Un castillo nos abriga en la fría tarde de Bad Salzungen. Pasamos varias veces por el anacrónico Buchembach nazi, y Nuremberg descarmatiza todo con cumbia, ska y reggae. Las lauchitas en las barracas de München alborotan la vara de Maskarpone Gesualdi y Ezequiel, nuestro perillero. Y todo seguirá así. Europa: “The kumbian’s are comming”. Ich liebe dich.
2 En Regensburg, la velada arrancó con la presentación de un grupo de ska alemán de la ciudad. En el “Altze Malterei”, unos 500 punkies no pararon de bailar al ritmo cumbianchero. Los punkies se producen mucho antes de entrar al recital: van con sus sprays y tinturas para el pelo. Pero tienen actitudes muy amistosas y nos agrada mucho su disponibilidad a la fiesta. Despertamos en el squat DANZ, el lugar nos hacía recordar a la casa de La Boca, forrado de afiches, aunque tenía dos pisos más que la karamelokasa. Luego de desayunar con la gente de casa, partimos para Kassel. El viaje fue largo y agotador. Llegamos al Schlachthof. Allí funciona un centro comunitario-cultural donde los inmigrantes aprenden alemán. Se acercaron alrededor de 700 personas al lugar. Nos encontramos con unos cuantos compadres latinoamericanos. Inclusive un par de argentinos de unos 50 años que disfrutaron a la par de la juventud bailarina. Se rompe mucho la brecha generacional en todo tipo de concierto. Gente de más de 40 y pibes de 15 bailan por igual.
Ahora vamos hacia Jena, donde ya habíamos tocado el año anterior, en un festival universitario. Esta vuelta, la ciudad se nos mostró muy distinta. Si bien reconocíamos algunas calles que nos habían quedado grabadas en la memoria, el lugar del recital era muy distinto. Al llegar nos recibió Katy, una cubana de madre alemana que nos mostró el predio. Allí funciona un centro cultural protestante para la juventud. Esta dirigido por Lothar, un cura, un ser robusto y barbudo, fumador de pipa, marihuana y tomador de whisky. Unos compadres argentinos daban una charla sobre la situación argentina y la gente del centro había armado un cuadro cronológico con la historia argentina desde el arribo de los españoles hasta nuestros días.
En el lugar, muraleado por distintos artistas plásticos e intervenciones escultóricas (bicis flotantes, esculturas en madera), un guitarrista alemán se tocó unos tangos con olor a flamenco. Luego se dio una clase de tango para bailarines y arrancamos a tocar. Había más de 400 personas de diversos palos, bailando en armonía. Nos llamaron la atención unos compadres vestidos a lo naranja mecánica, llamados “Zimmermans”. Son carpinteros y obreros solidarios nómades que viajan por tres años y un día ofreciendo sus servicios a cambio de casa y comida. Una tradición de siglos. Es muy difícil verlos por las ciudades. Nos encontramos con unos cuantos compadres y comadres que conocimos el año anterior y pudimos triangular nuevamente las cervezas a la voz de Prosit! (salú!).
Llegamos a Reutlingen y encontramos el centro cultural Nepomuk. Luego de pasar por el hotel y descansar un rato, fuimos al lugar. Abre “Sona Diabate & Argie”, una africana muy metida en las raíces musicales de Guinea. Luego Karamelo para 400 personas, con muchos africanos. Nos sorprende la presencia de un par de menducos que prometieron un asado para el día siguiente. Luego de tocar, la fiesta siguió en el bar del centro, bailando al ritmo del pop africano y cada uno de la mano de una rubia en botella. En un día libre, nos pasa a buscar Fernando, uno de los mendocinos. Llegamos al bosque donde un asado de salchichas y cerdo condimentado se preparaba a las brasas. Nos esperan unas diez personas de habla hispana. Pasamos una tarde muy piola, bajo el sol, rodeados de pinos ¡y hablando en español! Por la tardecita partimos hacia Kassel, donde tenemos reservado un hotel y así arrimamos el bochín hacia la próxima ciudad.
Vamos hacia Götingen, la autopista nos alcanza a 150 km, velocidad crucero. Probamos sonido, uno de los peores hasta ahora y nos quedamos tomando unas birras en el sótano del Blue Note. Hay unos cuantos latinos entre las 300 personas que colmaron el lugar y bailaron hasta caer. Un capítulo aparte para el promotor chileno, que se re-mamó y no encontraba el lugar donde dormimos. Un club en el predio de departamentos universitarios. Llegamos a La Bim, Halle, un cine que funciona en un edificio inmenso, medio derrumbado por los antiguos bombardeos, donde dos veces por mes se organizan recitales. Compartimos escenario con ADJI, una banda de Bordeaux de ska jamaikino. Metegol y cerveza. Bailongo y calor. 400 alemanes y un par de españoles. Crestas y dreads moviéndose al compás.Feliz cumpleaños para Dieguito, tirado en el escenario mientras dos cervezas le llenaban el buche.
Encaramos la ruta luego de desayunar con los franceses de ADJI y la gente de La Bim. De camino a Bad Salzungen pasamos por un castillo que se comenzó a construir en el 700 d.C. Quemamos unas fotos, subimos a la torre y seguimos viaje. Llegamos al pressenwerk, donde ya habíamos tocado el año anterior. Para nuestra delicia encontramos cerveza helada, una rareza por estas tierras. El lugar era una fábrica en tiempos socialistas, ahora devenida en boliche-pub. Era un reto calentar a la gente. Pueblo chico. Gente de palos no rockeros. Igual no nos asustó el acertijo y, hacia la mitad del show, las 300 personas que se habían acercado bailaban como si no hubieran hecho otra cosa en sus vidas. Prueba superada.
Hacia Ilmenau el viaje es corto y divertido. Llegamos escaneando el horizonte, a ver si veíamos al ruso con el que habíamos intercambiado unas piñas el año anterior, pero ni pintó, ni dibujó. El bd-club es chico, pero ameno, en medio de la Universidad Tecnológica de la ciudad. Lo que es muuuuuuy chiiiiiiico es el escenario, donde casi no entramos. Apretados y cagados de calor vemos a las 200 personas, que llenaban el espacio, bailar contentos y divertidos. Sobre todo alemanes, pero también de otras partes del mundo: un etíope con los dreads hasta las rodillas, un gallego habilitador de birras y morfeteo, una comadre mejicana, otra colombiana, un par de cordobeses. Luego del recital, la música latino-mestiza seguía sonando en el lugar, invitándonos a bailar y aceptamos la invitación, agitando el lugar y venciendo el frío y la lluvia que quedaban afuera.
Todos los días nueva escena. A veces hoteles caros, a veces squats orgullosos. Pero siempre una puerta abierta para compartir experiencias e intercambiar figuritas culturales.
Estamos en Corbutt, ciudad ex polaca. Todos no hablan inglés, pero sí mucho ruso. Tocamos en un galpón ex comunista. Mucha gente. Una banda de franceses nos telonea. P.O. BOX se llaman. Me molesta que las bandas europeas sólo canten en inglés en su mayoría, sobre todo las alemanas. Es una pena. Seguimos hacia Chemintz. Tocamos junto a dos bandas muy famosas de la escena punk americana: The Real McKenzies y The Turbo’s CS, todos hijos de escoceses, hardcore melódico ¡con gaita! Buenísimo. Todos con sus respectivas faldas a cuadritos. Nos vamos a brindar con mucha gente extraña hasta el amanecer, momento que nos descubrirá bastante ebrios. Europa es cálida en verano. Pero mejor abrigarse de noche para no caer resfriado. Amanece a las 3 de la mañana y oscurece muy temprano. Nos quedan 35 shows. El viaje continúa.