Jueves, 4 de junio de 2015 | Hoy
BOOM DE JUEGOS DE TABLERO EN LA ERA DORADA DE LOS MMORPG
La talla alcanzada por los videojuegos online masivos no les quitó gente al rol de mesa, los juegos de tablero y las cartas coleccionables. A nivel industria, éste es el mejor momento para desarrolladores independientes.
Por Andrés Valenzuela
En esta mesa, los caballeros de Camelot se alían contra los peligros del reino. Quizá hay un traidor en sus filas. En la de al lado, los colonos de una isla compiten por los recursos. En la de más allá, cuatro traviesos demonios japoneses tratan de hacer tropezar a los aldeanos. En otra, los aspirantes al sillón de archimago trazan sus planes para suceder al viejo hechicero. Y en aquella otra, bueno, en ésa el juego es tan delirante que no admite descripción. Es sábado apenas pasado el mediodía y la Facultad de Ingeniería de la UBA todavía convoca gente. Pero no son alumnos, sino gamers que se juntaron a pasar la tarde.
Los juegos de mesa volvieron. Estuvieron ahí, esperando a que se redescubriera el placer de mover las fichas sobre un tablero para sorprender al oponente, mientras otros vicios lúdicos, como los fichines, los juegos de cartas coleccionables o los de rol tenían su apogeo. Pero hoy, a los clásicos como el Monopoly o el T.E.G. se suman otros (argentinos y extranjeros) que proponen nuevos conceptos, mecánicas y formas de disfrutar. Este pequeño boom de los juegos de mesa se manifiesta en clubes y grupos de juego en todo el país, en bares que los ponen a disposición de los cerveceantes y en la producción de nuevos juegos.
El NO se acerca a la jornada que organiza uno de estos grupos, Geek Out, en la facultad. Lo primero que sorprende es la cantidad de juegos que existen. Luego, cuántos son de creadores locales. Franco y Victorio, ambos de 24 años, armaron Hexes a partir de su amor por el clásico de compu Age of Empires y de un verano de aburrimiento. Ahora tienen caja y piezas en madera, que apenas imaginaban cuando compartían sus tardes en Trenque Lauquen. En su ciudad natal, sin conocer la existencia de los eurojuegos –en general, más rápidos, más sociales, más dinámicos y de distinta complejiddad– alcanzaron la solución para su tablero aleatorio: hexágonos. Igual que un clásico imbatible del circuito, Colonos de Catán. “Todavía nos preguntan cómo hicimos para diseñar esto sin conocerlos”, cuenta Victorio y se encoge de hombros.
Con algunos años más, Sebastián Real cuenta una historia parecida junto a su amigo Ariel Mennucci, de Dos Creativos. Dice Manuel, de 29 años, oriundo de Viedma y vencedor ante el NO en Hexes: “Soy más gamer de consola y computadora, pero últimamente me metí en éstos, es una forma más social de jugar”. Esa definición condensa el motivo que dan todos –sin excepción– los consultados por el suple, desde desarrolladores que rondan los 40 hasta pibes de veintinadas que no tienen problema en saltearse la salida del viernes para quedarse en una previa perpetua de cerveza y boardgames.
Por los pasillos de Ingeniería rondan otros desarrolladores, como Juan Carballal (Eurojuegos Buenos Aires) o la diseñadora especializada Rocío Ogñenovich, responsable de la gráfica de juegos como Oni o Días de radio. También está Michel Fischman, de 30, que tiene una distribuidora de juegos con un amigo. No es un hobby: laburan full time toda la semana y tienen un empleado. “Mi nombre es Michel y soy rolero”, cuenta, imitando a los grupos anónimos de autoayuda. “En algún momento probé El Gran Dalmuti y me gustó mucho, pero después seguí probando en reuniones de amigos juegos que traían de afuera y me volaron la cabeza.” El No Lo Testeamos Ni Un Poco lidera su negocio y asegura que es el más vendido de su rubro en una reconocida cadena de librerías.
“Estos juegos son diferentes: es como comparar una Playstation de ahora con el Nintendo de hace treinta años, juegos buenos hubo siempre, pero ahora son más interesantes”, compara. El es otro de los que se reconoce como hardcore gamer de PC. “Hoy jugamos por Steam y charlamos toda la noche por Skype, pero perdemos el toque humano de sentarnos en una mesa, un poco por eso nuestra línea es que vendemos juegos para estar con amigos tomándote una cerveza o un fernet mientras te cagás de risa.”
Mel Blumen (24) sabe de pasión lúdica. Su familia era dueña del bar Pitágoras, donde los comensales sacaban juegos de las estanterías y se pasaban horas entre bocadillos y bebidas. “Cerró y todos esos juegos quedaron en casa, ¡como trescientos!”, cuenta la piba. La familia se reconvirtió en distribuidora y allá también fue ella. “Paralelamente, me hice de muchos amigos nerds que me terminaron trayendo acá.” Así empezó a conocer juegos nuevos, de la movida más moderna, aunque a ella no le importa si son nuevos o viejos. “Te encontrás con un montón de formas de pensar, estrategias, o qué le divierte a cada uno”, reflexiona. “¿Probamos ése?”, le pregunta al novio, mientras lo arrastra hasta una mesa. Esa curiosidad es típica del fan de estos juegos. No importa si en la tarde no se ganó una partida. “Hoy conocí tres juegos nuevos”, es un balance grandioso.
El grupo Geek Out convoca online a más de 450 jugadores. Quincenalmente organizan encuentros en una casa, donde meten no menos de 40 fanáticos. “Ya nos está quedando chico el lugar”, reconoce Laura, una de sus impulsoras. Al punto de que les queda lista de espera en cada reunión. “A mi marido y a mí, con un amigo, se nos ocurrió lanzar un juego de mesa argentino como los que conseguimos afuera –recuerda– y la duda fue a quién lo vendemos, entonces la solución fue promoverlos.” Así nació Geek Out (Geekout.com.ar). Ya en el ambiente conocieron un montón de diseñadores más y otros grupos en el resto del país, de los que señalan como nodos fuertes a La Plata y Córdoba. ¿Y ese juego que inventaron? Se llama Archimago y es uno de los aludidos. Está en la última fase de producción, pero se lo puede probar en esas juntadas.
Entre los fieles de esos encuentros está Dante, de 21. ¿Cuántos probó? Ya perdió la cuenta, pero tiene muy claro cuáles prefiere: “Hay juegos de ganarle al oponente mentalmente, como el Cup, o de deducción, como el Love Letter, pero sobre todo son juegos para socializar y divertirse”.
Juan del Compare supo ser el juez de Magic, the Gathering con mayor rango en toda América latina. Con el aumento de precios y las dificultades para acceder a los juegos de cartas coleccionables de afuera (desde el fundacional Magic hasta los últimos éxitos como Pokemon o Yugi-Oh!), se encontró con “una distribuidora de cartas sin juegos”. Eso lo motivó, junto a Federico Stempler, a diseñar Vortium, que lleva algo más de un año en el mercado y empieza a hacerse su base de jugadores.
En una partida rápida, lagartos y atlantes se trenzan en una batalla estelar. La mecánica es accesible y la gráfica es notable. “Todo el aparato que usamos durante años para otros juegos, sabíamos que lo podíamos aplicar para uno propio”, señalan. “Llegamos a todo el país en la primera semana de lanzamiento, y teníamos la estructura para seguirlo en lo que es juego organizado, publicidad y promoción.”
Del Compare plantea que “es un juego para jugadores jóvenes”, de 13 a 30, propone, sobre todo por su temática de ciencia ficción alienígena. “Con la nueva expansión están surgiendo núcleos de jugadores en todo el país”, confía Stempler y destaca el papel que jugó presentar tanto la salida del juego como su primera expansión en ambas ediciones de Argentina ComicCon. Entre las dos ediciones, calcula que hicieron 2500 demostraciones.
El concepto detrás del juego no es muy distinto del de otros de su tipo: cada jugador encarna a una figura de poder que trae al campo de batalla criaturas, naves y objetos para imponerse en la galaxia. Las estrategias son variadas, explican: “Los Shyr son un aggro bien claro, el que te gana en cinco o seis turnos o no tiene cómo ganarte, los Atlantes son más de control, aguantar y esperar el momento justo para pasar sigilosamente, los Merathi laburan con reciclaje, aguantan y van formando minicombos que te desgastan, los Draconianos nuevos son de control, de autosacrificio, los Kelianos son agresivos, pero más coordinados”...
Los juegos de rol –los posta– aparecieron a mediados de los ‘70 como una suerte de simulación de mesa, en que los personajes recorrían mapas y mataban bichos fantásticos. Fue la era de Gary Gygax, padre fundador de Dungeons & Dragons. Con los años, los JDR evolucionaron muchísimo. En Argentina tuvieron su apogeo durante los ‘90, cuando las comiquerías se llenaban de chicas y chicos dispuestos a tirar dados “raros”. Hoy, en Buenos Aires, la escena está mucho más tranquila, pero en Rosario, gracias a una choripaneada, el ambiente sigue vital.
El ambiente rolero rosarino se sostiene gracias a los ChoriRol y a Rosario Juega Rol, que se realiza un par de veces cada año y atrae jugadores del resto del país. “Lo de ChoriRol parece una pelotudez, pero fue el comienzo de la comunidad rolera acá”, cuenta Duamn Figueroa Rassol (23). “Pasamos de ser gente detrás de una pantalla a ser amigos”, dice, y ubica esa jornada como el comienzo del club Sierpes del sur. “Al margen, hay un montón de grupos que no necesariamente pertenecen, pero participan cada tanto”, cuenta. “Y están esos roleros viejos que vendrán de los noventa que siguen jugando juegos prehistóricos.” ¿Qué se juega hoy? Bueno, algunos le dan a la versión más nueva de D&D, la 5ª edición. Duamn mantiene más de media docena de “campañas” simultáneas y enumera los juegos de memoria: Torchbearer, Burning Wheel, Pathfinder, Apocalypse World, Blades in the Dark, Trails of Cthulhu, Lacuna.
¿Y por qué los JDR siguen bancando la parada en plena vida digital? Su respuesta no está lejos de las de los boardgamers: “A diferencia de lo que dicen otros, la movida de los juegos masivos online no disminuyó ni suplantó, sino que complementó a los juegos de rol”. La clave está en el acceso a la información y a conocer compañeros de mesa. “¿Por qué sigue habiendo gente que se junta a comer un asado los domingos o a jugar un picadito? Para juntarnos. En Argentina tenemos una cultura de juntarnos con amigos, y eso los juegos de rol lo explotan muy bien.”
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