Domingo, 26 de enero de 2014 | Hoy
VALE DECIR
Algo huele mal en Beijing, y es precisamente el aire. Con niveles de contaminación 26 veces más altos de los recomendados por la Organización Mundial de la Salud, el consecuente smog que impide ver a distancia, aire con aroma ocre y mascarillas requeridas para el día a día, el escenario –oscuro– pinta una postal de ciencia ficción. A tal punto que se han instalado pantallas gigantes en las calles que emiten el cielo o el amanecer; no vaya a ser cosa que los ciudadanos de la capital china se olviden de cómo era. Carreteras cortadas, aire puro enlatado a la venta y clases canceladas en ciertas escuelas completan un panorama tétrico que, para colmo de males, empeora en invierno, cuando los patrones climáticos estancados se combinan con el aumento de quema de carbón, lo que provoca una niebla pesada durante días. “Polución elevada”, define el Ministerio de Protección Ambiental; “irrealidad que carece de medidas serias para salvaguardar ecología y gente”, podría agregase. Y también imágenes que, como siempre, hablan más que mil palabras.
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