Domingo, 19 de marzo de 2006 | Hoy
RESCATES > KOLCHAK EN DVD
Con sólo dos telefilms y una serie de apenas veinte capítulos allá por los ’70, el periodista Carl Kolchak se convirtió en el gran héroe incomprendido de la ciencia ficción, que resolvía los casos más increíbles e irremediablemente perdía las pruebas. Ahora, cuando su remake fracasó, los programas originales aparecen en DVD y el legendario actor Darren McGavin dejó este mundo para pasar a su querido más allá, parece oportuno rendir homenaje a la serie considerada padre de “Los Expedientes X”.
Por Rodrigo Fresán
Un periodista desgarbado con traje blanco a rayitas y sombrero de paja entra silbando una melodía pegadiza a la oficina de un periódico de tercera que puede estar en Las Vegas o en Seattle o en Chicago (pero, a no engañarse, presupuesto justo, la redacción siempre está en Los Angeles). Un grabador Sony TC-55 donde registrar tanta y tan buena voz en off, una máquina de escribir mecánica, una cámara con flash anticuado que nunca saca fotos en foco, un ruinoso Ford Mustang del ‘66, un ventilador que deja de funcionar sin aviso y el silbido que es cubierto por la misma melodía, ahora orquestal y dramática. Y el periodista se llama Carl Kolchak y tiene una preocupante predisposición a cruzarse en el camino de monstruos varios. Y –ya era hora– una de las mejores series de terror de todos los tiempos resucita en DVD y, de ahí, a nuestros televisores de medianoche.
Y el tema del DVD hoy –como alguna vez sucedió con todas esas boxes revisionistas– es que trafica con un material tan volátil y traicionero como la nostalgia. Para aquellos que crecimos con televisores en blanco y negro, el formato digital no sólo nos enfrenta a una súbita colorización de nuestra memoria sino que, al mismo tiempo, nos enfrenta casi siempre al desengaño de descubrir que aquello que nos gustó tanto, hoy nos resulta menos atractivo o más pequeño o ingenuo o, sencillamente, decrépito y digno de una piedad un tanto culposa. Algo parecido le sucede a Marcel Proust al reencontrarse con todos sus personajes súbitamente añejados al final de El tiempo recobrado. Y yo, fan del género terrorífico, habiendo leído y releído y gastado mi ejemplar de Night Stalking: A 20th Anniversary Kolchak Companion de Mark Dawidziak, temeroso de lo que vendría del pasado en el futuro inmediato, me pregunté si no me sucedería algo parecido ante la inminente y extrema sobreexposición a uno de los fetiches más extrañados de los primeros años de mi adolescencia: los dos telefilms protagonizados por el periodista Carl Kolchak –The Night Stalker (1972) y The Night Strangler (1973, reeditados en tándem en formato DVD en el 2004)– y los veinte episodios de la serie “Kolchak: The Night Strangler” (emitida en Estados Unidos entre 1974-1975, aparecida en DVD a finales del año pasado). Unos y otros fueron tardíamente relanzados por la Universal como teaser para promocionar su remake televisiva y 2005 del personaje y de la serie. Y alguien de tanto en tanto me decía que lo había avistado a esta cruza de Louisa Lane con Van Helsing en algún trasnoche del Sci-Fi Channel, pero yo nunca lo enganché. Y además, me dijo ese mismo alguien, los episodios estaban muy cortados para encajar en las frecuencias de la cadena. Por lo que mi recuerdo permanecía intacto pero impreciso, como suelen serlo las impresiones de una mente joven y con ganas de ser impresionada.
Paren las rotativas y malas y buenas noticias: el nuevo Kolchak es malísimo; el viejo Kolchak sigue siendo el mismo Kolchak de siempre, el que yo recordaba. ¡Pero ahora pelirrojo y con pecas y en inglés!
Porque el protagonista de la nueva “Kolchak” (un tal Stuart Townshend) no le llega ni a la botamanga del traje a rayitas del gran Darren McGavin y, sí, lo que ocurre es que tanto las películas como la serie –más allá, como se leerá enseguida, de los muchos muy talentosos allí reunidos– es, definitivamente, televisión de actor, de personaje, de icono intransferible.
Kolchak será por siempre Darren McGavin del mismo modo en que Kojak será siempre Telly Savalas. McGavin –nacido en 1922, bautizado como William Lyle Richardson, egresado del Actor’s Studio– fue Mike Hammer y fue el dealer en El hombre del brazo de oro y fue el padre de Murphy Brown y actor invitado en todas las series de su época desde “Gunsmoke” pasando por “El agente de C.I.P.O.L.” hasta “Misión: Imposible”; pero su posteridad está garantizada por este periodista para todos perdedor pero íntimamente victorioso.
De ahí que no importe que la estructura de todas y cada una de las entregas sea marienbadiana y tan marmotesca como aquel día en continuum en aquella película con Bill Murray. A saber: Kolchak grabando lo sucedido y voz en off de Kolchak ubicándonos en tiempo y espacio, marcha atrás y Kochak discute con su jefe Anthony “Tony” Vincenzo (Simon Oakland) intercambiando líneas del tipo Kolchak: “¿Qué es exactamente lo que no te gusta de mi sombrero?”. Vincenzo: “Lo que hay debajo de él”, Kolchak se burla de su colegas (un redactor pusilánime de nombre Ron Updyke y Emily Cowells, la delicada anciana encargada de crucigramas y responder cartas de lectores), Kolchak desobedece a Vincenzo, Kolchak se entromete en la escena de algún crimen bizarro y es expulsado por el inspector de policía que ya lo conoce y lo padece desde hace tiempo, Kolchak descubre al monstruo de turno detrás de las muertes, Kolchak lo encuentra y lo combate y lo mata, Kolchak pierde toda la evidencia y nadie le cree, Kolchak graba o escribe para consumo propio y privado, suyo y del espectador. Y volver a empezar. Una y otra vez. Lo único que cambia de un episodio a otro era el monstruo en cuestión –esta reiteración de trama llevó a Stephen King a burlarse un poco de todo el asunto renombrando al programa como “El monstruo de la semana”, pero a mí me parece que ahí reside buena parte del encanto de la serie– y así, entre otros, posaron para Kolchak y fueron sucesivamente aniquilados un vampiro, un científico loco, Jack El Destripador, una criatura de las cloacas, un motociclista sin cabeza, un hombre lobo, un pirómano de ultratumba, un caballero medieval, una mortal e inmortal Helena de Troya, un hombre de las cavernas, un hechicero azteca, un fantasma, una entidad energética, brujas, un alien, un robot asesino, un zombie y, en el que tal vez sea el mejor episodio de todos –“Horror in the Heights”–, un demonio mitad hindú mitad Lovecraft llamado el Rakshasha: un ser con la capacidad de convertirse en el mejor amigo de la víctima y después...
...fundido a negro. Y flashback. Y así empezó todo. El manuscrito de una novela inédita –The Kolchak Tapes del ex periodista Jeffrey Grant Rice, protagonizada por un tal Karel (se pronuncia igual que Carl) Kolchak, un cronista que alguna vez conoció tiempos dorados pero denunció a quien no convenía denunciar y ahora...– llega a manos del productor de televisión Dan Curtis. Curtis –creador de la telenovela vampírica de más de mil capítulos “Dark Shadows”, antecedente directo de la saga de Anne Rice– huele algo bueno y le propone a Richard Matheson que la adapte para televisión. Matheson –escritor estrella de la época dorada de The Twilight Zone, autor del clásico Soy Leyenda y responsable de la historia de aquella película con camión que dirigiría un casi debutante Steven Spielberg– primero dice que no pero después accede, Curtis produce, y dirige el alguna vez hombre de la Hammer Films John Llewelyn Moxey. Darren McGavin es fichado y el 11 de enero de 1972 se emite The Night Stalker con resultados apabullantes: 54 puntos de rating. Más de la mitad de la población televisiva de los Estados Unidos se une a la lucha de Kolchak contra el chupasangre Janos Skorzeny (Barry Atwater), uno de los nosferatus más carimáticos y atemorizantes de la historia. Gana Kolchak pero, ya se dijo, nadie le cree. Los ejecutivos del canal tampoco pueden creerlo: un humilde y unitario telefilm de 72 minutos de duración ha roto todos los records de audiencia. Todos quieren más y al año siguiente Kolchak, ahora en Seattle pero otra vez junto a Vincenzo, regresa en The Night Strangler, esta vez con guión original de Matheson y una más ajustada dirección de Curtis para que el periodista luche contra el científico enloquecido alquimista del siglo XIX Dr. Malcolm (Richard Anderson, el Oscar Goldman de “El hombre nuclear”) aficionado a rituales pseudo-druídicos en los que absorbe la vitalidad de jovencitas para conseguir así la vida eterna. El éxito vuelve a ser descomunal y se planeó una tercera película, The Night Killers, con Kolchak y Vincenzo en Hawai mientras algunos ciudadanos prominentes son reemplazados por androides. A McGavin no le gustó el guión pero le gustaba el personaje. Mucho. Entonces –misteriosamente o no sin Curtis ni Matheson, pero con McGavin–, Kolchak se muda a Chicago, trabaja para el Servicio Independiente de Noticias bajo el desobedecido mando del sufrido Vincenzo y se convierte en un cazador de monstruos serial.
Y, de acuerdo, los directores de cámaras televisivas de los ‘70 no eran de lo más inspirado, la fotografía nocturna de exteriores e interiores no es de lo más clara (casi todo suele suceder de noche en Kolchaklandia) y, corrompidos hoy por el espasmo MTV, el montaje puede parecer lento y poco imaginativo. Y qué decir de los muy primitivos y “económicos” efectos especiales. Y de, bueno, algunos guiones decididamente absurdos como el del motociclista sin cabeza –apunte para especialistas, está firmado por Robert “Forrest Gump” Zemeckis, Bob “Regreso al Futuro” Gale y David “Los Sopranos” Chase– que pueden producir risitas más burlonas que nerviosas. Pero aún así, “Kolchak” se las arregla para mantener la gracia y la mística y el temblor luego de tantos años. Y a no olvidarlo nunca: ésta es la serie que inspiró a Chris Carter a la hora de crear “Los Expedientes X” y de ahí que en alguna ocasión haya tenido como invitado a Darren McGavin en el rol de Arthur Dales, “el primer agente a cargo de los expedientes X allá por los años ‘50”, encargado de explicarles a Mulder y a Scully cómo es que va la cosa en cuanto a todo eso de “la verdad está ahí afuera” y bla bla bla.
Hay dos versiones para explicar el misterio de la cancelación de “Kolchak: The Night Stalker”.
La primera es que perdió la batalla del rating contra la “Mujer Policía” de Angie Dickinson (en el ‘76 “Kolchak” tuvo un breve y tramposo revival cuando se recompaginaron cuatro episodios viejos con una nueva narraciónen off a cargo de McGavin y se “estrenaron” dos “nuevos” telefilms: The Demon and the Mummy y Crackle of Death).
La segunda es que alguien se olvidó de pedirle permiso a Jeff Rice –padre del personaje– y éste demandó y ganó y no hubo acuerdo posible y todos a casa (una variante afirma que todo se solucionó antes de la emisión del primer episodio con Rice recibiendo dinero y crédito en plan created by).
No importa.
Esto o aquello no impidió que, casi enseguida, la serie se convirtiera en un clásico de las programaciones de Halloween, que Kolchak apareciera en un comic de Spiderman y que, con la llegada del cable, creciera a favorita de nuevas generaciones de terroristas.
Lo que provocó que en julio del 2005, y como reflejo casi automático del boom de series paranormales y alienígenas (“Medium”, “The 4400”, “Invasion”, “Supernatural”, etc.) Frank Spotnitz –veterano productor ejecutivo de los “X-Files”– pusiera manos a la obra y se relanzara el personaje (ahora a cargo del actor Stuart Townshend) en un nuevo contexto.
Y emotivo guiño: en el capítulo piloto emitido el 29 de septiembre del 2005, Darren McGavin es insertado digitalmente (tres segundos, freeze frame) y en la nueva redacción del nuevo Kolchak descubrimos, en un perchero, el sombrero del primero y el único.
Vi un par de episodios: era más dark, nada de humor, solemne y sin McGavin. Los especialistas dijeron que no estaba mal, pero el problema era el nombre. Lo de antes: “Kolchak” hay una sola y Kolchak hay uno solo y apenas seis capítulos después –ignorada por el gran público y despreciada por los cultistas– la serie era levantada quedando tres capítulos sin emitir. A no preocuparse: en un par de años, saldrá en cajita DVD y todos más o menos felices. Mientras tanto, en el Wysteria Lane de “Desperate Housewives” y en la Dharma Island de “Lost”...
Y un último apunte antes del cierre, un literal deadline: navegando por esa casa embrujada que es Internet, me entero de que Darren McGavin –quien estaba muy feliz por el impacto que tuvo el retorno de su Kolchak vía DVD– pasó a mejor vida el pasado 25 de febrero. Tenía 83 años. Descanse en paz.
O no.
Porque tratándose de Kolchak y del otro lado, quizás –como ponían los viejos mapas a la altura de tierras y mares incógnitos– más allá hay mostros. Por lo que el periodista tendrá mucho trabajo para distraerse y no pensar en lo que tanto él como nosotros siempre intuimos: el mejor y peor monstruo, el más peligroso e invencible, el más grande, el más temido por todos los monstruos, siempre fue y seguirá siendo Carl Kolchak.
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